Último debate entre Trump y Biden: dos recetas para el futuro de América
Conforme avanzaba la discusión, el presidente ha cogido velocidad. Biden, que empezó con fuerza, fue perdiendo fuelle al cabo de hora y media
En el último debate entre ambos candidatos, Trump ha apostado por el éxito como remedio a los problemas de América, si es reelegido. Biden, por la esperanza que triunfa sobre el miedo. Con estas recetas respondieron los candidatos presidenciales norteamericanos a la pregunta de la moderadora de NBC de “qué dirían a quienes no les han votado, en su inauguración, en caso de ganar las elecciones”.
Trump respondió como hombre de negocios. Biden, como político. Difícil no ver que no solo son opuestos en formación, carácter e historia, sino que, también, están en las antípodas acerca del concepto que tienen de América. De hecho, Biden es quien durante la campaña electoral no ha parado de decir que lo que está en juego en estas elecciones “es el alma de América”. Para Trump, eso no está en cuestión. Conceptos como Dios, nación, familia son sagrados para el republicano. También lo fueron para Barack Obama. Lo explica en su primer tomo autobiográfico como presidente, titulado muy simbólicamente Promised Land, con evocaciones religiosas y también con el American dream, del que Barack ya había escrito en dos autobiografías previas: Dreams of my father y The Audacity of Love. Promised Land es también el título de una canción de rock&roll de Chuck Berry que hizo famosa Elvis Presley. Ambos empezaron cantando en Memphis, Tennessee, cerca de Nashville, en el mismo estado y donde esta noche se ha celebrado el último debate televisado entre Biden y Trump.
La elección del lugar no fue inocua porque Nashville es junto a Memphis cuna del rock, blues, rythm & blues, pop, country, gospel y otros géneros musicales asociados a Estados Unidos. De allí son cantantes contemporáneos como Taylor Swift y Justin Timberlake, por ejemplo. Y es el Sur, Dixie, la Confederación, que ha sido objeto de debate electoral a propósito de los símbolos, estatuas, banderas que representaban al Sur durante la Guerra Civil.
En ese lugar y en ese contexto, Trump y Biden han hablado de cambio climático, de relaciones raciales, de economía, de energía, de sanidad, del virus, de seguridad nacional. Ambos han sido más civilizados y respetuosos que en el primer debate, donde se interrumpieron e insultaron. Trump ha alabado a la moderadora por la forma en que ha conducido el encuentro. Si acaso, es llamativo que el presidente se dirigiera a Biden como Joe, su nombre de pila, versus el demócrata, que aludía a Trump como “this guy”, este tipo. La forma en que Trump se ha conducido en el debate ha cosechado alabanzas en la derecha y en la izquierda. Conforme avanzaba la discusión, Trump cogía velocidad. Por contraste, Biden, que empezó con fuerza, fue perdiendo fuelle al cabo de hora y media.
Sustancia y accidentes, que diría Aristóteles 330 años antes de Cristo. Lo importante y lo anecdótico, diríamos hoy. En Sanidad, Biden quiere una opción pública para quienes no tienen ingresos. Y preservar ACA (Affordable Care Act u Obamacare). Trump quiere preservar los 180 millones de seguros médicos privados y acusa a Biden de querer “socializar la sanidad” (socializar, aquí, sinónimo de socialista). Durante todo el debate, Trump es más concreto en sus propuestas. Biden eleva el mensaje como si fuera un discurso o un rally electoral y habla directamente a la cámara de televisión; Trump no le quita la vista de encima.
Trump sostiene que “después de Abraham Lincoln, nadie ha hecho más por los afroamericanos que Donald Trump” y alude a sus reformas del sistema criminal, la justicia y las cárceles. Explica la creación de las llamadas Opportunity Zones, donde a los negros se les ha proveído de fondos federales para el desarrollo económico y el empleo. Biden no entra en esos detalles, sino que alude al “racismo institucionalizado y sistemático en América”. Ni siquiera Barack Obama habló en esos términos, por polarizantes, pero Biden es quien se juega ahora las elecciones y, en lo que le interesa, asocia su nombre al de Obama. Cuando no le viene bien, afirma que él “solo era vicepresidente”. Llevo toda la noche preguntándome qué pensará Barack. Conociéndole, será comprensivo con Biden.
La gestión de la pandemia no podría ser más diferente. Trump alude a que no se pueden cerrar ni la economía ni el país, porque -y pone por ejemplo Nueva York, con gobernador y alcalde demócratas- los negocios cierran y aumenta el desempleo. Biden destaca la cifra de afectados y de muertos y busca empatía con quienes han perdido a seres queridos como consecuencia del virus.
La inmigración es objeto de polémica. Biden quiere nacionalizar a 11 millones de ilegales. Trump quiere una política migratoria basada en la meritocracia: que entren en EEUU los mejores. Se enzarzan por las tramas rusa, iraní y china, en que Trump quiere “atrapar” a Biden con acusaciones de corrupción que afectan a gran parte de su familia. La respuesta de Biden es pedir a Trump que entregue sus declaraciones de Hacienda.
El cambio climático deriva en el tipo de energía. Trump destaca que “América is energy independent”, algo ya conseguido con Obama gracias al gas natural y al petróleo. Biden apuesta por las renovables.
El debate dura 90 minutos, pero la discusión es eterna porque se debate sobre dos concepciones radicalmente opuestas de América.
Jorge Díaz Cardiel es Socio Director de Advice Strategic Consultants. Autor de, Hillary versus Trump: el duelo del siglo; Trump, año uno, Trump, año de trueno y complacencia