Vuelta de tuerca de la banca a las comisiones y a los salarios
BBVA se inventa una nueva tarifa, el cobro de 2 euros por sacar efectivo de la ventanilla, y recorta casi un 50% el bonus de la plantilla por segunda vez en el año
La banca comercial no sabe ya cómo obtener ingresos y bajar costes. El Covid está haciendo estragos en sus cuentas de resultados y en su negocio, que está siendo aprovechado por otros actores, como los neobancos o las fintech, o incluso las gestoras y financieras para atraer a los clientes y el negocio de los bancos tradicionales. No es un secreto (ya lo hemos contado) que no llegan operaciones a las oficinas bancarias. Los clientes solo ahorran y no invierten ni piden créditos, ni de consumo ni hipotecas. No hay actividad. Eso sí, la morosidad comienza a subir como la espuma.
Para salvar en lo posible unos márgenes ya deteriorados, y con tipos de interés en negativo que se mantendrán aún durante bastantes años, las entidades financieras han generalizado ya la subida de las comisiones, incluso para los clientes vinculados se han endurecido las condiciones para salvarse de pagar estas tarifas por los servicios que prestan.
CaixaBank fue el primer banco en comenzar a cobrar por el uso de sus cajeros automáticos a los usuarios que no eran sus clientes. De ser un servicio gratuito pasó a costar dos euros por operación. En pocos meses el cobro de este servicio se generalizó, tras unirse a esta tendencia Santander y BBVA.
Ahora, CaixaBank también ha sido el primero en dar otra vuelta de tuerca e implantar 20 euros de comisión al mes para los clientes menos vinculados. Su nuevo programa Día a Día, cuya aplicación ya está en vigor tras posponerse por el coronavirus, establece que los clientes menos vinculados con la entidad deberán abonar hasta 240 euros al año en concepto de mantenimiento de sus cuentas corrientes, divididos en 60 euros por trimestre.
Santander ha recogido el guante y también aplicará a partir de noviembre una comisión mensual de 20 euros a sus clientes con escasa vinculación, según la nueva cuenta Santander One, que sustituye a la Cuenta 1,2,3 entre otras 15 cuentas más con las que operaba el banco.
El sector comienza a despedir por baja productividad en plena pandemia. Hasta ahora no utilizaba este sistema
Pero además de esta tarifa de 20 euros, tanto CaixaBank como Santander han endurecido más las condiciones para considerar a un cliente vinculado, único que se libraría de gran parte de las comisiones.
BBVA no iba a ser menos y también ha decidido encarecer sus servicios, que incluye una innovadora tarifa, el cobro de 2 euros por sacar efectivo de la ventanilla. Ya lo dijo un banquero hace unos meses, “llegará el día en el que se cobre por entrar a la oficina”. Esta comisión no exime de la que se cobra por sacar efectivo de sus cajeros a no clientes.
La medida se pondrá en marcha a partir de enero como parte de un plan de reestructuración del banco, que ya ha cambiado las condiciones de algunos de sus productos. Además, los mayores de 29 años tendrán que domiciliar una nómina superior a 800 euros y vincular cinco recibos o realizar siete movimientos con la tarjeta de crédito para librarse de las comisiones.
También aumentarán las comisiones de los clientes que tengan que realizar otras gestiones en las oficinas como el envío de transferencias. BBVA aplicará una tarifa nueva del 0,40% con una base mínima de seis euros. El interés crece hasta el 0,50% para los envíos urgentes.
El resto de los bancos también han aumentado comisiones. No es cosa de grandes, aunque son los de mayor tamaño los que suelen marcar el camino.
Los bancos, además, están apretando el cinturón a la plantilla. Hay que reducir costes como sea, con fusiones, cierres de oficinas y recorte en las retribuciones, entre otros sistemas, o eso dicen. A la vez, están pidiendo mayor productividad a sus empleados. La enfermiza rentabilidad así parece que lo reclama, pese a que el negocio está también en confinamiento, sin apenas actividad.
BBVA anunció el pasado 14 de octubre, y sin previo aviso, el segundo recorte de la retribución variable de su plantilla. Es un tijeretazo cuatrimestral, que se suma al realizado en pleno confinamiento, y que ascendió entonces al 55%. Ahora recortará el bonus la plantilla que trabaja en las oficinas, en un 46,9%, según explican fuentes sindicales.
Estas mismas fuentes señalan que este nuevo recorte puede ascender para un empleado un mínimo de 750 euros en cuatro meses a un máximo de casi 30.000 euros en ese periodo, que se suma a la reducción casi similar producida en junio. El problema para la plantilla es que, igual que el salario fijo se negocia entre el banco y los trabajadores, el bonus no, y está en función de su productividad, ahora dañada por la crisis sanitaria y económica.
Al comienzo de la pandemia, en marzo, la cúpula de BBVA anunció que la alta dirección renunciaría a la retribución variable que les correspondería este año. Unas 300 personas de la alta dirección anunciaron entonces que dejarían de percibir unos 50 millones de euros de bonus.
Santander, de momento, no ha seguido estos pasos, pero tiene revolucionada a la plantilla. Entre septiembre y octubre ha despedido a unos 35 empleados por baja productividad. Fuentes sindicales aseguran que el banco había empleado esta vía para prescindir de algún trabajador en ocasiones contadas con los dedos de una mano, razón por la que ahora llama más la atención, y más cuando se está en plena pandemia y es complicado lograr los objetivos de productividad fijados, explican las mismas fuentes.
Esta vía no representa un ahorro de costes para el gigante bancario, pero ha conseguido “atemorizar a la plantilla. Es como un aviso a navegantes”, señalan desde un sindicato.
Estos recortes de bonus y salidas por baja productividad coinciden con la negociación del convenio colectivo de banca y con unas cuentas de resultados en ambas entidades financieras en números rojos. Santander perdió en el primer semestre 10.798 millones tras un ajuste contable por el Covid-19. Mientras que el banco que preside Carlos Torres cerró el primer semestre con unas pérdidas de 1.157 millones de euros, como consecuencia del saneamiento contable en Estados Unidos y las provisiones por la pandemia.