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Contante y Sonante
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Pocos bancos admiten estar dispuestos a abordar una fusión

Liberbank, Unicaja y Abanca reconocen su disposición a hablar otra vez de operaciones corporativas. Bankia solo dice que “hay caldo de cultivo”.

Logo de Caixabank en una de sus oficinas en Madrid (España)
Logo de Caixabank en una de sus oficinas en Madrid (España)Europa Press

Mucho ruido y pocas nueces. Eso es lo que vuelve a ocurrir con las especulaciones sobre una nueva oleada de fusiones en España, y por extensión en Europa.

Hace unas semanas, el vicepresidente del Banco Central Europeo (BCE), Luis de Guindos, realizó una declaraciones que levantaron nuevamente la polvareda en e sector financiero. Se avecinaba un nuevo proceso de fusiones.

El pasado 20 de julio Guindos señalado el carácter “ineludible” del proceso de consolidación del sector bancario de la zona euro para abordar su problema de baja rentabilidad y expresó su confianza en que “en las próximas semanas y en los próximos meses” se vayan produciendo movimientos en este sentido. “El proceso de consolidación es ineludible, el proceso de reducción de costes es fundamental, es absolutamente imprescindible y espero que en las próximas semanas, en los próximos meses, se vaya produciendo de alguna forma este movimiento de consolidación”, indicó el exministro de Economía.

El vicepresidente del BCE fue más lejos y más preciso. Apuntó que los movimientos se producirían “tanto a nivel doméstico entre las entidades medianas y pequeñas, como a lo largo y ancho del conjunto de la zona euro con una consolidación transnacional”, lo que permitiría reducir la vulnerabilidad por la baja rentabilidad de la banca europea.

Tras estas declaraciones la entidades se pusieron en pie, y todas comenzaron a mirar a su alrededor. ¿Era verdad que iba a comenzar un nuevo proceso de operaciones corporativas?. Las afirmaciones de Guindos coincidían, además, con las conclusiones de los tests de vulnerabilidad que ha realizando el BCE desde mayo, y en los que pedía a la banca que incluyera en sus planes las medidas puestas en marcha por las distintas entidades por el Covid, así como unas pruebas de resistencia con diferentes escenarios.

Las conclusiones de estos tests se conocieron la semana pasada, y, pese a que el resumen era que los bancos de la eurozona son resistentes al impacto de la pandemia, hay, como en casi todo, una larga lista de letras pequeñas que, como dice el refrán, las carga el diablo.

El BCE divide en tres grupos a los bancos, según su nivel de resistencia. E incluso, concluye que hay algunas entidades que podrían necesitar ayudas para salir adelante. Y ya se sabe, hay ayudas públicas, a las que los Estados europeos prefieren no acudir si antes hay otras soluciones menos onerosas. Otra solución para las instituciones más débiles es que lleven a cabo una ampliación de capital. ¿Pero qué banco va a poder acudir ahora al mercado para reclamar a los inversores capital? . Invertir en una entidad financiera en estos momentos es casi una locura. Con rentabilidades por los suelos, e incluso negativas, con cotizaciones que son para llorar, o con una esperanza de cobrar dividendo este año también de cero, ¿quién es el guapo que se atreve a pedir dinero al mercado, encima para salvarse de los daños de la crisis del Covid?.

Pues nada, la solución son las fusiones, voluntarias o menos voluntarias, que parezcan un accidente. Como declaró el consejero delegado de Bankia, José Sevilla, la semana pasada en la presentación de los resultados semestrales de la firma de capital público, “en estos momentos hay caldo de cultivo” para que haya más fusiones. Esta afirmación terminó de prender la llama de las especulaciones. De repente, parecía que todo el sector negociaba una fusión, los fuertes para quedarse con los débiles, y los débiles para salvarse. Pues no.

Durante la presentación de resultados correspondientes al primer semestre del año , llevadas a cabo la semana pasada (bueno, el pasado día 23 de julio lo hizo Bankinter, el más adelantado del sector) todos los banqueros rechazaron tener entre sus objetivos una operación corporativa. Santander, BBVA, CaixaBank, incluso Bankinter, Sabadell (el banco que aparece en todas las quinielas como el primer candidato a iniciar la nueva ronda de uniones), o incluso Bankia, negaron tener entre sus planes una fusión.

Bankia, de hecho, niega estar interesado en fusionarse, aunque como recuerda su consejero delegado, “ea pregunta la tiene que responder el accionista”, o lo que es lo mismo, el Estado.

Solo Liberbank declaró a los analistas en la presentación de sus resultados que estaría dispuesto a estudiar una fusión, declaración que no sorprendió, ya que es el eterno novio, o novia, (según utilicemos banco o entidad) abandonado con el traje de boda puesto. Su eterna pareja, Unicaja, tampoco ve con malos ojos volver a intentar unir su destino con la firma de origen asturiano. Y, no sé por qué me da, que en otoño podríamos volver a ver cortejos en este sentido, y, claro, los novios se conocen tanto, que ya sería para terminar en casamiento.

Otro banco que no solo hace declaraciones a favor de crecer con comprar, sino que predica con el ejemplo, es Abanca. Acaba de protagonizar el primer anuncio de una operación corporativa desde que Guindos habló por últim vez de fusiones. Ha llegado a un acuerdo con Crédit Agricole para la compra de Bankoa. Esta operación, sin embargo, no es más que un granito de arena en su afán de crecer con adquisiciones. En su cajón guarda aún la oferta para quedarse con Liberbank, aunque el tiempo corre en su contra.

Solo estos tres bancos hablan abiertamente de estar dispuestos a estudiar fusiones. El resto considera que todavía no es e momento de llevar a cabo operaciones corporativas. La crisis del Covid ha dejado muy tocadas las cuentas de resultados de la entidades financieras. Santander y BBVA han afrontado las primeras pérdidas de sus respectivas historias.

Las demás firmas financieras no han presentado números rojos, pero si unos beneficios muy debilitados, con desplomes superiores al 50%. “Aún no estamos para despistarnos del día a día. Una fusión desvía la atención de lo que ahora nos preocupa, y es salvar el negocio. Los directivos no pueden ahora estar pensando en procesos de concentración, en si seguirán en su silla, como tampoco puede hacerlo la plantilla, que se encuentra en un momento delicado, con sus cinco sentidos puestos en atender al cliente”, explicaba el viernes un banquero.

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