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La voz serena de los empresarios, un claro entre las sombras del estado de alarma

Ya está aquí la llamada "nueva normalidad". O la nueva anormalidad, o la nueva vida. Para todos menos para las decenas de miles de españoles, y cientos de miles de ciudadanos de todo el mundo, que se están quedando en el camino en la lucha contra la terrible pandemia que marcará toda una era social y económica.

Las carreteras volverán a sufrir caravanas, las calles, atascos, los turistas empezarán a llegar y las ansias de aire libre de españoles y extranjeros llenarán avenidas, terrazas y playas en un verano recién estrenado al que hemos llegado sin, como quien dice, haber tenido primavera. Los primeros pasos han sido cautelosos y en general sin grandes aglomeraciones. Pero los rebrotes están ahí, acechando en la esquina entre la oscuridad.

Han sido casi cien inimaginables días orwelianos de muchas sombras y algunos claros que habrá que analizar a fondo. Entre estos últimos, uno más reciente: por fin los empresarios han hecho sonar su voz en público. Lo han hecho como pieza clave de la sociedad civil y casi como una necesidad imperiosa ante una injusta demonización que, para sorpresa de muchos, llega hasta de algunas esferas del poder. A veces como una tormenta, pero siempre como una lluvia fina que los coloca en una dinámica semejante a los peores episodios de la revolución industrial, como si no hubieran pasado los siglos.

Los empresarios han hablado unidos, con voz serena y en positivo, que es la mejor forma de superar las crisis. Lo han hecho en las jornadas Empresas Españolas: Liderando el Futuro, una cumbre organizada por una CEOE que por fin parece haber entendido su papel en la actualidad.

Siempre me he quejado de la poca disposición que los empresarios españoles tienen (hay, claro, algunas excepciones) para participar en el debate público. Siempre me ha parecido un enorme error, y han tenido que llegar las semanas convulsas de una pandemia para cambiar esa actitud. Hurtarle a un país la voz en directo de la empresa y descargar la responsabilidad únicamente en organizaciones, asociaciones o lobbies, con ser necesaria y complementaria, es una forma en parte de no estar.

La CEOE presidida por Antonio Garamendi lo ha entendido y ha dado la voz directa a los empresarios. Con un empleo elemental de las nuevas tecnologías, ha sabido hacer accesible la palabra de las empresas en primera persona a todos los ciudadanos, una buena parte de los cuales trabaja en las compañías comparecientes en la cumbre y muchos de los cuales han podido oír por primera vez a quienes deciden sobre su entorno laboral, es decir, sobre una parte sustancial de sus vidas.

¿Asignatura aprobada? Solo el tiempo lo dirá. Pero una cosa ha quedado clara en estos últimos diez días: la palabra de las empresas, verdaderas creadoras de empleo y riqueza (es triste tener que recordar eso a estas alturas) de la mano con todos sus stakeholders, es imprescindible para entender la realidad y una obligación con la sociedad.

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