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Anna Dimitrova: “Con el tiempo, veremos a Banksy como hoy a Velázquez”

Es experta en arte urbano, una corriente que va mucho más allá del grafiti

Juan Lázaro

Lo que le atrajo del arte urbano fue la esencia salvaje de sus creadores. Una filosofía rebelde que les empuja a trabajar al aire libre y estar mucho más cerca de lo que sucede en la calle. Desde que se enamoró de esta disciplina, durante un festival multidisciplinar en 2003, la gestora cultural Anna Dimitrova (Sofía, Bulgaria, 1978) no ha dejado de dedicarse a esta área. Cuenta con dos galerías de arte, Montana (Barcelona) y Adda Gallery (París, Francia), en las que acaba de organizar una exposición conjunta, titulada 101, un recorrido por las cien muestras que ha comisariado a lo largo de su carrera.

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R. ¿Qué se entiende por arte urbano?
R. Hay dos corrientes, una es el grafiti, que es el más puro, el que empezó en Nueva York solo con letras, y luego hay otro movimiento, este integrado por gente formada en bellas artes, con un fin más estético y una composición más pensada. Pero, al final, las dos vertientes convergen en que tienen su origen en la calle. Todos los artistas con los que trabajo tienen que haber pintado en la calle, aunque sea durante un periodo corto de tiempo y sus creaciones sean más bien contemporáneas, pero la base tiene que estar ahí.
R. ¿Tiene que haber detrás de cada obra la intención de crear polémica o remover conciencias?
R. Al principio, sí, pero a lo largo de los años esto ha ido cambiando y, hoy en día, asistimos a arte que es puramente estético. Son murales y paredes que buscan transmitir algo, pero solo para embellecer un lugar, sin reivindicaciones.
R. Desde el punto de vista de la inversión, ¿es rentable?
R. Muchísimo. Son artistas que nacen y tienen un crecimiento muy rápido. Sobre todo con el boom de los últimos siete años: la gente empezaba de la nada con precios muy bajos y, de pronto, subían mucho. Hay artistas cuyas obras estaban valoradas en 1.000 euros y ahora están a 100.000. Es una progresión muy bestia, pero eso sucede porque es nuevo y tiene un desarrollo muy veloz.
R. ¿Cómo casa esta perspectiva económica con una disciplina medio clandestina o, incluso, ilegal?
R. Pues hay veces que choca. De hecho, muchos artistas tienen problemas precisamente por esto, porque quieren mantener la esencia pero, al mismo tiempo, quieren vivir de su arte, obtener reconocimiento por ello y dar a conocer su visión del mundo. Así que, poco a poco, tienen que entrar en el sistema para que se los reconozca y se hagan más grandes. Muchos cambian el chip: siguen pintando en la calle libremente lo que ellos quieren, pero entienden que tienen que pasar por ciertos códigos, así que empiezan a pintar en telas, a participar en exposiciones,... Lo consiguen conjugar muy bien porque esa esencia sigue ahí y, de hecho, la gente que compra arte contemporáneo lo hace precisamente por eso. Los compradores se llevan a casa pequeños trozos de esa libertad que tienen en la calle, pero en otro formato.
R. ¿Cuál es el artista más cotizado?
R. Banksy, es el más conocido y el que salió del círculo cerrado que esto era antes. Se abrió a un público más masivo y él, con toda su rebeldía, ha jugado perfectamente con los códigos del sistema. Es una figura clave en la historia del arte. Con el tiempo, creo que se verá como hoy vemos a Velázquez, porque es alguien que ha roto unos códigos y ha presentado una cosa diferente. Puede que no solo por la técnica, aunque también, pero ha cambiado todos los conceptos que había detrás de las obras. Es una figura fundamental que ha pasado a la historia y se hablará de él dentro de mucho tiempo.
R. Algunas marcas de lujo han apostado por hacer publicidad con estos artistas, ¿se ha perdido la esencia de lo callejero?
R. Es un tema difícil. Al principio eran marcas como Adidas, que estaban más cercanas al ámbito urbano, las que hacían estas campañas. Con el tiempo, firmas de lujo como Gucci, Hermès, Louis Vuitton, etc., también se han sumado a trabajar con artistas urbanos. Yo lo veo bien, son grandes mecenas que lanzan y proyectan a estos artistas. Es cierto que se pierde un poco la esencia, pero hay que jugar al juego.
R. ¿Qué falta para que haya más mecenazgo?
R. Tal vez, la profesionalización de algunos artistas, que aún sigue siendo un poco underground. Hay artistas que lo han entendido muy bien y tienen grandes equipos detrás que hacen cosas de muchísima calidad; las marcas buscan eso. Esta profesionalización hará que haya mucha más financiación, lo uno llevará a lo otro y, al final, el sector crece.
R. En general, en el mundo del arte, hay más nombres de hombre, ¿sucede igual en el urbano?
R. Sí, yo diría que en el arte urbano incluso más porque su base son creadores que están en la calle, a los que les persigue la policía, que tienen que correr, es muy físico y tiene un punto un poco vandálico, por eso hay pocas mujeres. En las galerías empiezan a entrar porque es un trabajo más fino y muchas están en esa corriente, pero, incluso comparado con el arte contemporáneo, hay muy pocas mujeres.
R. El arte urbano también se ha convertido en un activo turístico.
R. Sí, empezó en ciudades grandes, como Miami con Wynwood Walls, pero ahora hay turismo artístico por todas partes. La gente viaja para ver muros. También Lisboa destaca mucho por esto, incluso en algunos pueblos lo usan como reclamo. En Rabat (Marruecos) organizan, desde hace cuatro años, un festival de arte urbano que, para mí, es de los mejores del mundo.
R. ¿Cómo está afectando el Covid-19 al mercado del arte?
R. Todas las galerías están cerradas, se han cancelado las ferias, hay un parón general. El arte urbano lo nota aún más porque se pinta en la calle, donde ahora mismo no se puede estar. Aunque algunos artistas tienen acceso a su taller o pueden pintar en su casa, el arte urbano está muerto estos días. Por otra parte, todo lo que es digital, bien sean galerías o artistas, sí que pueden funcionar. Hay gente que sigue interesada, por lo que hay cierto movimiento. Es un momento en el que hemos tomado conciencia de hasta qué punto es importante lo digital, porque todo sigue ahí para mostrarse y venderse.
R. ¿Cómo puede afectar a la creación?
R. Los artistas, como hacemos todos, se ponen a rebuscar, a ordenar, a mirar muros de hace 10, 20 o 30 años; todo ese trabajo de búsqueda retroalimenta la creación y tendrá su impacto en el futuro. Al estar parados se generan muchas ideas y estilos nuevos que saldrán a la calle cuando todo pase. Esta crisis impone un momento de reflexión; después de esto, habrá una explosión de creatividad que veremos a muchos niveles. Por ahora es corto, pero puede dejar muchas huellas en el mundo del arte.

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