¿Es posible reactivar la actividad sin disparar la movilidad?
Las restricciones sobre los desplazamientos laborales tienen mayor impacto económico que sobre los traslados de la población
Hace casi cuatro semanas el Gobierno decretó severas limitaciones a la movilidad de las personas y al funcionamiento de algunas actividades económicas, para ampliar la distancia social y reducir el riesgo de contagio del Covid-19 entre la población. Estas restricciones se reforzaron el 29 de marzo, con la prohibición de todas las actividades productivas no esenciales que implicaran desplazamientos de sus trabajadores. El momento actual lo definen dos tipos de señales: las positivas, pero todavía vacilantes, de control de la epidemia y la confirmación de las graves consecuencias para la producción y el empleo de la interrupción de las actividades.
Nadie sensato cuestiona que el control de la difusión del virus y el riesgo de desbordamiento del sistema sanitario tiene que ser la prioridad. Pero, mientras observamos si la curva del impacto de la enfermedad se está aplanando, debemos preguntarnos qué incrementos de los movimientos pueden derivarse de una vuelta a la actividad anterior al 29 de marzo, cuando sólo estaban prohibidas las actividades que generan contactos entre los que trabajan en ellas y los consumidores. El repaso de la información disponible realizado por el Ivie en su documento “Restringir la movilidad para combatir el Covid-19 y recuperar la actividad económica” permite responder a la pregunta.
Todos los datos disponibles, nacionales e internacionales, coinciden en que el confinamiento resulta muy efectivo para reducir los movimientos de personas. En nuestro país han caído alrededor de un 90%, incluso más en grandes ciudades como Madrid o Barcelona. Sin embargo, la paralización de gran parte del tejido productivo no ha sido la principal contribuyente a esa reducción. La razón es que los movimientos laborales no suponen más de un tercio de los desplazamientos totales, según las encuestas de movilidad de la población disponibles. Los otros motivos (ocio, compras, deporte, reuniones familiares, etc.), superan los dos tercios del total y en su inmensa mayoría quedaron suprimidos tras el primer Real Decreto. A esa reducción de la movilidad habría que sumar la de quienes trabajaban en las actividades prohibidas a partir de ese momento (servicios recreativos, hostelería, comercio minorista, excepto alimentación y farmacias, etc.) y la de quienes se han ido sumando al teletrabajo.
Según nuestra estimación, las restricciones impuestas el 14 de marzo afectaron al 14% de los trabajadores. Además las ocupaciones en las que el teletrabajo está ampliamente extendido aportarían un 22,1 % adicional de reducción. Así pues, el 36,1% de los desplazamientos laborales habrían dejado de realizarse a partir de ese momento, si bien eso solo equivale a un 10,8% de los desplazamientos totales de personas. Las cifras de trabajadores que continúan desplazándose para desarrollar las actividades esenciales (alimentación, farmacia, energía, comunicaciones, etc.) y sus correspondientes cadenas de producción son similares, pues representan el 37,7% del empleo y el 11,3% de los desplazamientos totales. El R.D. del 29 de marzo amplió las restricciones prohibiendo todos los desplazamientos por motivos laborales excepto los esenciales. Con un peso en el empleo del 26,2%, la contribución de este grupo de actividades a reducir la movilidad total habrá sido de un 7,9%.
Así pues, las restricciones a la movilidad laboral tienen un impacto mucho mayor sobre la actividad económica que sobre la movilidad total. Se trata de una circunstancia muy relevante para ordenar temporalmente la reversión de las medidas que han sido necesarias para reducir el riesgo de desbordamiento de la epidemia y el colapso del sistema sanitario. El diseño de las estrategias de flexibilización del confinamiento debe tenerla en cuenta porque, tras aplanar la curva del contagio también va a ser necesario aplanar la curva de la recesión que vamos a padecer. Desde esa perspectiva, no deberíamos ignorar que las restricciones a los movimientos de los trabajadores impactan en la generación de renta y empleo muy intensamente y favorecen un proceso de destrucción del tejido productivo que hay que detener en cuanto la pandemia lo permita.
Los autores:
Francisco Pérez es director de investigación del Ivie y catedrático de la Universidad de Valencia.
Eva Benages es técnica de investigación del Ivie y profesora asociada de la Universidad de Valencia.