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Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

El precio del petróleo y el equilibrio de Nash

Con la superación de la pandemia y el paso del tiempo, el barril de crudo debería recuperarse hasta los 45-60 dólares

Efe

En el colectivo imaginario, Viena es una ciudad relacionada con espías de la Guerra Fría, pero también juega un papel preponderante en la energía. La sede de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) se encuentra a menos de 5 km de la Organización Internacional de la Energía Atómica (OIEA). Desde allí, los comunicados de la OPEP resuenan como una estrategia Forward Guidance de un Banco Central.

En la capital austriaca, el pasado 6 de marzo, en la reunión de la OPEP+ (el cártel más otros productores) no se llegó a un acuerdo para reducir la producción del crudo. Ante la negativa de Rusia a recortar su producción, Arabia Saudí anunció que iba a aumentar desmesuradamente la suya, hasta el 25%. Desde entonces, los precios del mercado llegaron a caer hasta los 20 dólares/barril de Brent. En cualquier caso, el precio se ha reducido cerca del 50% desde el inicio de año.

Si al exceso de oferta añadimos la galopante crisis de la demanda (-30%), provocada por la pandemia, ya tenemos configurada la tormenta perfecta para el crudo.

La cuota de la OPEP es del 40% a nivel mundial, lejos de épocas más dominantes. En muchos periodos, la teoría de juegos explicaba el precio del barril en función de la estrategia adoptada por los distintos actores. En el marco de esta teoría, el equilibrio de Nash se produce cuando se alcanza un estadio en que ninguno de los actores puede beneficiarse sensiblemente de una acción unilateral, por lo que deciden mantener su estrategia. Con el petróleo, ese punto de equilibrio solía ser el menos malo para la mayoría de productores. Los precios actuales no benefician a ninguno de ellos y el análisis resulta complejo, pues intervienen muchas variables en la ecuación. Veamos algunos aspectos.

Volviendo a la mesa de Viena, una cuestión es pactar la producción y otra cumplir con lo acordado. En este contexto, Arabia Saudí está cansada de ejercer de swing producer, cargándose con la mayor parte de recortes de la producción. Muchos creen que Rusia y otros países producen más de lo que publican, con el beneficio consiguiente. Las comprobaciones se hacen a posteriori e indirectamente, lo que dificulta la transparencia del proceso.

Otra cuestión es el coste de producción y las necesidades del presupuesto nacional de cada uno de los productores. Según diversas fuentes, Arabia Saudí puede tener un break even de solo 9 dólares/barril, pero su presupuesto nacional está calculado con 80 dólares/barril; para Rusia, sería de 15 y 42 dólares. Hay otros productores que resultan más afectados. Pero todos saben que, de no cumplir con las expectativas de su presupuesto, pueden desencadenarse graves consecuencias políticas, con ajustes fiscales impopulares y posibles revueltas sociales.

Actualmente, el fracking hace de regulador automático de los precios máximos. Los norteamericanos fueron los mayores productores en 2019, a nivel mundial, con una cuota del 19%. El break even para algunas compañías de fracking puede estar entre 25 y 50 dólares, por lo menos en Texas y Nuevo México. Pero varias empresas de fracking están muy endeudadas, como consecuencia de la estrategia del aumento de producción de Arabia Saudí en 2014. Dos años más tarde, ya eran víctimas de una catástrofe financiera.

El escenario del fracking sufre una sensible transformación, ya que los de siempre ya han llegado para quedarse. Aunque los denominados majors (grandes petroleras tradicionales) no pasan por sus mejores momentos, su posición financiera les ha permitido ir comprando compañías de fracking o hacerse con licencias de explotación (Chevron, ExxonMobile, etc.). Esto es música para los oídos de la OPEP, pues un escenario de fracking con los majors sería más estable y predecible que con decenas de compañías independientes operando.

Aparentemente, la reacción rusa en Viena estaba dirigida a mitigar los efectos negativos del fracking. Pero puede haber motivos menos visibles. En el mar Báltico está casi concluido el gasoducto submarino NordStream 2, que permitirá a Rusia disponer de una vía alternativa a la ucraniana para abastecer de gas a Alemania y otros países europeos. Los norteamericanos han anunciado sanciones a intereses rusos, para posiblemente intentar frenar este colosal proyecto. La estrategia rusa pasaría por aumentar la presión sobre el fracking americano.

Muchas compañías de fracking tienen contratos que les aseguran una protección de precio de tres a seis meses. En estas circunstancias, rusos y árabes tendrían una dolorosa espera hasta conseguir ver resultados. Un canto del canario en la mina ha sonado desde la Administración Trump, esgrimiendo la posibilidad de establecer cuotas o tarifas de producción de fracking, preocupados por los daños económicos y puestos de trabajo en el fracking. Esto también es música para la OPEP.

Ahora disponemos de un nuevo instrumento para medir la sensibilidad de los precios y mostrar a los actores los beneficios de un acuerdo: los tuits de Trump. El pasado 2 de abril tuiteó sobre la posibilidad de alcanzar un acuerdo entre productores y el barril se encaramó cerca de los 30 dólares (20%).

En el peor caso, si la producción del crudo aumenta sin límite, lo que no se venda habrá que almacenarlo. Contando los depósitos en tierra y flotantes (barcos petroleros), la capacidad podría quedar desbordada en un horizonte de cuatro meses. Después, las bombas tendrían que ir reduciendo actividad.

La volatilidad está servida. Pero con la superación de la pandemia y el transcurso del tiempo debería de registrarse una recuperación de los precios hacia la franja de 45 a 60 dólares (quizá un año), un punto de equilibrio que el propio Nash consideraría razonable.

Con este escenario, un inversor que desee exposición al petróleo puede optar por comprar contratos de futuros o ETF indexadas al crudo. Otra alternativa pasa por adquirir coronas noruegas, históricamente correlacionadas con el precio del barril.

En cualquier momento se anunciará un acuerdo entre productores, con tal de reducir la divergencia con el equilibrio de Nash. Mientras tanto, parece que la bella ciudad austriaca tendrá que ceder su protagonismo a la tecnología, con múltiples y frenéticas reuniones virtuales entre productores.

 Xavier Alcober Fanjul es Ingeniero consultor

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