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A fondo
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

MWC: ¿cubre el seguro un riesgo como el del virus de Wuhan?

No es lo mismo que la cancelación la decrete la OMS o se deba a una cuarentena a que parta de una decisión de la organización o los participantes

GettyImages

Parece que la atención se centra solo en un elemento que si bien, no esencial, calibra sin igual las relaciones humanas y económicas. Medir el daño, resarcirlo. Pagar los gastos y desembolsos que la cancelación de un gran evento ocasiona. Los intereses como nos podemos imaginar son tan múltiples y concurrentes como dispares. Y en medio planea la gran pregunta, cuánto y por parte de quién se pagarán o repararán los daños que la cancelación del gran escaparate mundial, no solo europeo, que es el Mobile de Barcelona, ha ocasionado.

Muchos han vuelto sus ojos directamente hacia las aseguradoras. La ecuación es simplista: hay daño, luego alguien resarce. Pero, ¿de qué daño estamos hablando y cuándo en puridad estamos ante un siniestro para una entidad aseguradora y cómo ha sido delimitado objetiva, cuantitativamente, temporalmente el riesgo cubierto en la póliza?

Como bien es sabido en el contrato de seguro uno en el que se produce una de las mayores erosiones en la genética funcional del mismo, en la bilateralidad. La contratación a través de condicionados cerrados y en los que solo cabe una alternativa las más de las veces –o contratar o no hacerlo– deja poco resquicio para la negociación, para la redacción muy concreta y específica de ciertas condiciones contractuales, entre ellas, las atinentes a la cobertura.

Quién más y quién menos busca, perimetra, mide y calibra su daño. Y acto seguido proyecta su interés en alguien que lo repare, lo resarza. Cientos de empresas, algunas conforman el núcleo de GSMA, el gran patrono empresarial de las tecnológicas y de la comunicación, han contratado sus propios seguros, desde seguros de responsabilidad civil empresarial y de explotación, a seguros de vida, de asistencia, de viajes, enfermedad, etc., a sus trabajadores y directivos. La propia organizadora cuenta con su seguro de eventos o congresos, en el que algunas de las cláusulas capitales pasan por si se cubre o no el aplazamiento, suspensión, cancelación total o parcial, o incluso la cancelación puntual de algunas empresas o ponentes de gran relevancia internacional que puedan dañar la imagen o afluencia de profesionales o público en general.

Mas, ¿cubre un seguro un riesgo como el del coronavirus? Las pólizas existentes hasta el presente no lo han hecho, aunque sí es posible que en las últimas semanas puedan de algún modo cubrirlo, no sin ciertas limitaciones, máxime cuando no se alcanza a comprender y discernir la verdadera magnitud del riesgo. Las pandemias normalmente son riesgos extraordinarios, quedan fuera de esta cobertura. Lo que no impide que sí puedan, bajo aquellas condiciones tanto cuantitativas como cualitativas, cubrirse hasta algunos límites. Pero uno de los debates más intensos pasa por saber si estamos ante esa línea difusa entre el caso fortuito y la fuerza mayor y podemos alojar bajo estas categorías esta pandemia. ¿Era algo previsible o no? Y aun siéndolo ¿era y es inevitable? Y si esto es así, ¿cómo puede alterar o modificar este hecho las situaciones o relaciones jurídico- económicas?

El seguro no cubre la mala fe del asegurado. Es un mecanismo de pura dispersión del riesgo, de dilución del mismo hacia una aseguradora, frente a riesgos que, de verificarse, no quiere asumir el asegurado con su propio patrimonio o persona. Pero el seguro rehúye de ciertas voluntariedades o provocaciones dolosas, incluso en ocasiones con culpa grave del daño. Daño que no sería en estos casos siniestro para una aseguradora. Ahora bien, ¿qué ocurre si la OMS o un gobierno o la UE hubieran ordenado la cancelación y no la propia organizadora? ¿Y si se hubiera decretado una cuarentena general o por países o restricción o prohibición de tránsito de personas? Como puede fácilmente imaginarse, no es lo mismo este hecho que el que voluntariamente una empresa, preservando a priori la salud e integridad de sus empleados, directivos, profesionales o clientes decida, volitiva y voluntariamente, retirarse o no acudir al evento que el hecho de que surjan unas circunstancias sobrevenidas que te impidan la asistencia. Aquí sí entraría en juego el seguro. Como existen seguros no solo ya de eventos y congresos, sino otros que permiten el resarcimiento por anulación de viajes o reservas, seguros de enfermedad en el extranjero, seguros de asistencia, que cubran el lucro cesante o pérdida de la chance o la oportunidad por un deterioro en la imagen, en el cifra de negocio, en la pérdida de oportunidad, etc.

No cabe duda de que los resquicios para el embrollo jurídico y la disputa están abiertos. Como tampoco de que se examinarán con lupa cada palabra de cada cláusula que delimite y, sobre todo que defina, incluya y excluya riesgos cubiertos en las pólizas de seguro existentes, donde no deberemos cerrar la puerta a la interpretación contractual frente a cláusulas redactadas de modo ambiguo, confuso, equívoco, etc. Nadie quiere perder con este Congreso, ni una ciudad, ni un país, ni una feria, ni unos organizadores, ni las empresas, profesionales, clientes y público que acuden al mismo. Habrá mucha renegociación. Habrá mucha cintura política, jurídica y económica porque nadie quiere quemar naves a futuro. Buscarán responsabilidades en la OMS, en los gobiernos, en las autoridades públicas, exigirán resarcimientos y pago de daños donde fuere y como fuere. Pero también los miles de puestos de trabajo de apenas dos o tres semanas, como los comercios, las tiendas, los restaurantes, los transportes, la logística, en suma, el ocio, lo cultural que esos días de congreso se podía desarrollar, verdaderamente pierden.

Las grandes tecnológicas y de la comunicación seguirán dosificando sus lanzamientos, sus escaparates, sus campañas de marketing, y realizando, a la postre, sus operaciones comerciales y negocios jurídicos, con o sin congreso, con o sin escaparates a nivel mundial y presencial. Lo digital, lo disruptivo hace mucho que ha superado lo analógico, lo físico, lo personal. Existen muchos medios y formas de operar, de hacer negocios, de visualizar un producto y explotarlo. Todos quieren ahora sacar tajada y echar culpas fuera. Pero ¿qué sabemos del impacto, de la fuerza, de los efectos reales de un coronavirus que cancela unos eventos y otros no?

Abel Veiga es Profesor de Derecho Mercantil de la Universidad Comillas

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