El peor momento para invertir, con el café y la tostada
Las ventajas de acortar la jornada bursátil en Londres
En los últimos días hemos podido leer en la prensa cómo los brókeres, representados por la Asociación de Mercados Financieros de Europa (AFME) y la Asociación de Inversores (IA), han solicitado por carta a la Bolsa de Londres (LSE) y a otros mercados europeos una reducción de sus horarios de negociación. Esta petición implicaría acortar la jornada actual, que va desde las nueve de la mañana a las cinco y media de la tarde, para pasar a un nuevo horario de diez de la mañana a cinco de la tarde.
La principal motivación esgrimida por estos colectivos es la de tratar de concentrar la liquidez (es decir, el volumen de negociación de los títulos) en las sesiones. Con esta medida, se pretende alcanzar unos costes más coherentes y otorgar algo más de tiempo a los inversores para asimilar y reaccionar a los anuncios corporativos, que se suelen producir antes de la apertura del mercado o después de su cierre.
En la misiva enviada a los responsables de los mercados europeos se argumenta que “esta reducción de 90 minutos en el horario crearía unos mercados más eficientes, lo cual beneficiaría a ahorradores e inversores”. Según los firmantes, la primera hora de negociación es el momento más caro para operar, ya que atrae poca liquidez, mientras que la última hora concentra habitualmente más de un tercio del volumen total del día.
Sin embargo, esta modificación tendría además otras implicaciones que pueden entenderse mejor a través de la Economía del Comportamiento. La mayoría de la gente que trabaja en el mundo de la inversión ha observado o escuchado hablar de determinados patrones cíclicos de comportamiento que se repiten en los mercados financieros. En este sentido, la integración de unos supuestos psicológicos más ricos en los modelos económicos puede ayudarnos a comprender mejor lo que sucede en estos casos.
Esto es lo que analizamos al configurar la cartera del MAPFRE AM Behavioral Fund, un fondo de inversión de MAPFRE AM que aplica conceptos de la Economía del Comportamiento para tratar de tomar decisiones de inversión más racionales. Para ello, contamos con un Consejo Asesor, formado por expertos en el campo de la Economía del Comportamiento, que nos ayuda a diseñar e intentar mejorar de manera continua nuestro proceso de inversión.
Parafraseando a Benjamin Graham, el principal problema del inversor es él mismo
El objetivo de las reuniones del Consejo es tratar de identificar potenciales causas de comportamientos irracionales en el mercado, que generen ineficiencias en la asignación de precios, dando lugar a buenas oportunidades para el inversor racional. Además, este grupo de asesores también nos ayuda a estructurar nuestra toma de decisiones de manera que nos alejemos lo más posible de nuestros propios sesgos (no por conocerlos dejamos de estar expuestos a ellos, ya que somos seres humanos).
Precisamente, en la última reunión celebrada, el neurólogo Pedro Bermejo hablaba sobre cómo los factores exógenos y endógenos nos influyen a la hora de tomar decisiones. En su libro El cerebro del inversor, en cuya edición revisada (Pirámide, 2018) tuve el placer de colaborar, el doctor Bermejo explica cómo la neuroeconomía ayuda a conocer por qué las personas pensamos de manera diferente ante distintas temperaturas, intensidades de los rayos solares, ciclos lunares o, como en el caso de la noticia con la que iniciábamos este artículo, en las diferentes horas del día.
En su opinión, a pesar de que muchas veces nos creamos totalmente libres, existe una gran cantidad de factores exógenos (iluminación, ciclos lunares, etc.) y endógenos (hormonas, edad, etc.) que pueden alterar nuestra forma de comportarnos. En este sentido, el experto cuenta en su libro cómo la neuroeconomía nos aporta una serie de conocimientos que pueden utilizarse para intentar mejorar nuestras probabilidades de invertir de manera racional.
En las páginas de El cerebro del inversor encontramos una explicación de por qué los seres humanos tenemos predisposición a comportarnos de manera diferente en distintos momentos del día, algo que tendría influencia en el caso de que finalmente se modificaran los horarios de las Bolsas europeas. Cuenta el neurólogo que “todos sabemos que nos resultará mucho más fácil dormirnos si nos vamos a la cama a la una de la madrugada que si nos vamos a las seis de la tarde. Esto es debido a que nuestro cerebro sigue una serie de ritmos que nos adaptan a la naturaleza y a los ciclos de la misma”.
En este sentido, continúa el doctor Bermejo, “el ciclo más importante es el que dura un día completo y nos adapta a los cambios de luz y oscuridad, el cual recibe el nombre de ritmo circadiano. Este ritmo nos hace estar más atentos y con mayor capacidad de respuesta durante las horas de la mañana y a partir de las seis de la tarde hasta que nos acostamos por la noche. Nuestro cerebro baja su actividad durante las horas de la noche y las primeras horas de la tarde, coincidiendo con la siesta, la cual no es un invento español, sino una adaptación más del cerebro para mejorar nuestra supervivencia”.
Esta adaptación del cerebro tiene su correspondiente efecto sobre el tipo de decisiones de inversión que tenemos más probabilidades de tomar a distintas horas del día. Lo más llamativo es que, según nuestros biorritmos, en las primeras horas de la tarde, cuando se concentra gran parte de la negociación en las Bolsas europeas, nuestro cerebro se encuentra ligeramente “dormido”.
Según Bermejo, a esas horas tenemos “menor capacidad de respuesta ante las noticias y (…) mayor necesidad de tiempo para tomar decisiones”. De esta manera, la neuroeconomía parece indicarnos que la propuesta de adelantar el horario de cierre de las sesiones quizás podría salvar a los inversores de alguna que otra equivocación no deseada.
Estas y otras lecciones de la investigación reciente pueden incorporarse en un proceso de toma de decisiones de inversión, tal y como hacemos en el MAPFRE AM Behavioral Fund. Conocer mejor cómo funciona nuestro cerebro nos ayuda a ser más racionales. Como decía Benjamin Graham, el considerado como el padre del value investing: “El principal problema del inversor, e incluso su peor enemigo, es probablemente él mismo.
Luis García Álvarez, CFA. Gestor del MAPFRE AM Behavioral Fund