El rey de las gafas no soporta depender de otros
Leonardo del Vecchio, jefe de EssilorLuxottica, es el nuevo máximo accionista de Mediobanca
Quería evitar depender de otros, y acabó formando un imperio de las gafas. Esta es la historia de alguien realmente hecho a sí mismo, y no tiene lugar en Estados Unidos. Un huérfano de padre que ha acabado siendo el hombre más rico de Italia, presidente ejecutivo y consejero delegado del líder de la industria de gafas, EssilorLuxottica, y ahora también máximo accionista del banco Mediobanca, con el 10%. Es Leonardo Del Vecchio (Milán, 1935).
EssilorLuxottica, que vale 60.400 millones de euros, cotiza en París, es el mayor productor y minorista mundial de gafas y lentes tanto graduadas como de sol y deportivas, con unos 150.000 empleados y más de 8.000 tiendas. Del Vecchio posee el 38,4% de la empresa, así como el 28% de la inmobiliaria francesa Covivio, que cotiza en París; el 13% de la aerolínea luxemburguesa Luxair; y el 4,87% de Generali, la principal aseguradora de Italia. Eso lo convierte en la persona más rica del país y la 38 del mundo, con 23.000 millones de euros de patrimonio familiar, según Forbes.
Los principios no fueron fáciles. Nació en el seno de una familia pobre originaria de Barletta (sur de Italia). Era el menor de varios hermanos; su padre, el verdulero Leonardo, murió antes de que él naciera. Su madre, Grazia Rocco, le metió a los siete años en el orfanato Martinitt.
A los 15 años empezó como ayudante en la fábrica de medallas y distintivos Johnson. Por la tarde, como todos sus compañeros, iba a clases de diseño y grabado en la Academia de Bellas Artes de Brera, y a los 22 se mudó a la región de Trentino para trabajar en una fábrica de grabados en metal. Regresó a Milán ya como maquinista, montó su propio taller, y empezó a captar clientes.
Suministraba piezas a la industria óptica italiana, que se concentra en Agordo (provincia de Belluno), adonde acabó trasladándose para abrir una tienda de monturas metálicas. “Cargué las máquinas en un camión, desmantelé mi taller, despedí a los cuatro o seis empleados que tenía, y me mudé”, cuenta en una entrevista publicada en el portal de Luxottica. En Agordo, las autoridades daban terrenos gratis para fomentar el crecimiento industrial. “Entonces nunca pensé que llegaría hasta aquí; solo quería mejorar. Con 26 años es más fácil ser audaz, ahora no podría”.
Y creó Luxottica, un nombre “simple, bastante común”, mezcla de lux (unidad de iluminación y ottica (óptica en italiano). Aunque continuaba con la producción de productos semiterminados para terceros, empezó a fabricar gafas completas y a venderlas con su marca.
“Siempre he odiado depender de otros. Prefiero tener menos con tal de tomar las decisiones. Cuando eres proveedor, estás básicamente en manos de los clientes”, explica. “Todo surgió de mi temor de que mi futuro dependiera de otros. Cuando empecé a vender a mayoristas y distribuidores de varios países, mis relaciones con ellos eran siempre difíciles, porque pagaban y hacían pedidos cuando ellos querían. Un año, en noviembre, vino nuestro importador americano, como de costumbre, para la siguiente temporada de gafas de sol, e hizo un pedido menor de lo habitual. Me empezó a quitar el sueño que otros pudieran hacer lo mismo”. Fue un punto de inflexión: en 1974 adquirió la distribuidora Scarrone. El último paso fue llegar directamente al público, con tiendas propias. Compraron una cadena en EE UU. “Eso nos dio tranquilidad. Si no tienes tus propios clientes, tienes problemas.”
En los ochenta llegaría la expansión internacional. En 1988, llegó a un acuerdo de licencia con Giorgio Armani. Andrea Guerra, consejero delegado de Luxottica entre 2004 y 2014, destacaba en la CBS que el éxito de Del Vecchio reside en que comprendió que las gafas “son cruciales para la visión, pero también son parte de nuestra personalidad. Fue uno de los primerísimos en decirle a Armani: “¿Has pensado alguna vez en asociar las gafas con tu estilo, con tu marca, con tus ideas?” Y entonces la industria cambió.”
Luxottica empezó a cotizar en Nueva York en 1990. “América era nuestro mercado más importante. En cierto modo, era una estrategia de marketing. La empresa era muy pequeña, y era una oportunidad de crecimiento, para desarrollar nuestra imagen”, recuerda Del Vecchio. En 1995 ya era el mayor productor y distribuidor óptico del mundo. En 1999, compró Ray-Ban. “Los primeros cuatro años no vendí ni una, pero no me preocupé. Costó reconstruir la marca, que se había quedado anticuada.”
Luxottica empezó a cotizar en Milán en 2000, y se incorporó al índice selectivo en 2003. En 2007 compró la firma californiana Oakley, la mayor del mundo de gafas deportivas. En 2018 se fusionó con la francesa Essilor, creando la mayor empresa del sector, que fabrica para todo tipo de marcas, incluidas Bulgari o Chanel. La firma, sin embargo, está envuelta en una lucha de poder entre Del Vecchio y Hubert Sagnieres, el exjefe de Essilor y vicepresidente ejecutivo de la fusionada.
Ahora Del Vecchio se ha convertido, con un 10%, en el mayor accionista del banco de mediano tamaño Mediobanca –que vale 9.400 millones de euros–, al aprovechar la salida de Unicredit del capital. Su visión, según Lisa Jucca, analista de Reuters, será probablemente la de apostar con fuerza por las compras corporativas, como ha hecho siempre en Luxottica, y que Mediobanca deje de depender del dividendo de Generali, en la que tiene un 13%, y de la que Del Vecchio también es accionista con casi el 5%.
Enfrente tendrá a Alberto Nagel, consejero delegado de Mediobanca, que ha saneado el balance de la entidad y ha generado una rentabilidad del 70% para los inversores desde 2016. Lo ha conseguido diversificando su actividad hacia la gestión de patrimonios y la banca de consumo, pero Del Vecchio quiere volver a enfocar el banco hacia la banca de inversión, en contra de la tendencia general en el sector financiero. También puede tener sus propios planes para Generali. Está por ver que el hombre que revolucionó el mercado de gafas deje, a los 84 años, su sello también en el sector financiero.
Su legado
Del Vecchio tiene un hijo, Claudio –dueño de la marca de ropa de hombre Brooks Brothers–, y dos hijas, Marisa y Paola, con su primera esposa, Luciana Nervo. Con la segunda, Nicoletta Zampillo, tiene a Leonardo Maria; y con la tercera, Sabina Grossi, a Luca y Clemente. Se volvió a casar con Zampillo en 2010.
La sociedad Delfin controla sus propiedades. Él tiene el 25%, que pasaría a su esposa a su muerte, y el resto es de sus seis hijos, a partes iguales, aunque él tiene el usufructo hasta su muerte.