¿Y si para ser autónomo hiciera falta carné?
Vincular la obtención de ayudas a la formación o forzar la creación de un plan de negocio aumentaría la supervivencia del colectivo.
Muchas de las operaciones que realizamos diariamente están sujetas a obtener una certificación. El caso más común, el carné de conducir. Ponernos al volante entraña una serie de riesgos, por lo que es necesario obtener una licencia que corrobore que tenemos los conocimientos suficientes como para ponernos al frente de un coche.
Emprender es, en primer lugar, una actividad en la que el propio autónomo se pone en riesgo a sí mismo. Según el Informe Global Entrepreneurship Monitor, el año pasado en España el 60% del capital requerido para poner en marcha un negocio en nuestro país provenía de los ahorros personales o capital propio. Y el 7,6% de familiares.
En España, los autónomos persona física (es decir, sin contar a los societarios), generan en la actualidad 928.022 empleos, según un análisis realizado recientemente por ATA. Si sumamos esta cifra a los dos millones de autónomos que se generan su propio empleo, tenemos en total tres millones de puestos de trabajo.
Es decir, tenemos un 70% de capital propio en riesgo y tres millones de empleo en juego. ¿Deberíamos certificar unos mínimos antes de permitir la apertura de un negocio?
- “Voy a poner una panadería”
- “Pero, ¿eres panadero?”
- “No. Pero la panadería de la esquina funciona, así que pongo yo otra”.
Esta conversación se produce entre autónomos con ideas de negocio y personas que les asesoran. Así lo asevera María José Landaburu, secretaria general de UATAE (Unión de Asociaciones de Trabajadores Autónomos y Emprendedores), quien sí vincularía la obtención de ayudas a la puesta en marcha de un negocio. “Nosotros sí lo vincularíamos. Pero una formación específica y adaptada a las necesidades del colectivo. Si le hacemos perder el tiempo en formación que no tiene que ver con sus necesidades concretas, no. Pero una formación relacionada con la realización de un plan de empresa seguro”.
Recuerda Landaburu que el 90% de los emprendedores lo son por necesidad. Según sus cifras, este porcentaje de autónomos lo es porque no encuentra trabajo como asalariado, lo que les obliga a precipitarse en la toma de decisiones. Bien por la ilusión, o bien por esa necesidad, el autónomo toma decisiones precipitadas que le llevan al fracaso.
“En ocasiones no ves con claridad cuál es el escenario. Y el escenario también ofrece muchos riesgos, y hay que ser consciente de que emprender los tiene. A lo mejor tienes que buscar financiación, buscar alianzas, buscar otro momento”. Es por eso que establece como básico que los autónomos que soliciten una ayuda pública tengan que hacer previamente un Plan de Negocio.
“La formación es útil y necesaria. Y lo vemos claramente cuando viene la gente a darse de alta como autónomo”, asegura José Luis Perea, secretario general de ATA (Asociación de Trabajadores Autónomos). “En primer lugar no saben preparar un plan de negocio. Es fundamental porque la mayoría de autónomos requiere financiación, y un buen diseño de plan de negocio es fundamental para que el banco tenga certezas. Junto con una formación financiera básica, porque muchos autónomos recurren a ofertas crediticias por desconocimiento. Créditos basuras que por carencia, tipo de interés etc., les asfixian”.
Para evitar todos estos problemas, Landaburu ve razonable que si un autónomo tiene acceso a alguna ayuda pública, el profesional responda con la adquisición de una serie de conocimientos que le permitan asegurar la supervivencia del negocio a lo largo del tiempo. Proponiendo, por ejemplo, que la tarifa plana vaya ligada a una tutorización.
“Nosotros no vemos la tarifa plana. Es café para todos donde no se reflexiona sobre las actividades que necesitan apoyo y cuáles no. Y, además, es una rebaja del sistema. Las ayudas deben dirigirse a quienes la merecen en términos de beneficio colectivo. No a cualquiera, en cualquier momento y por cualquier cosa”.
¿Qué tipo de formación?
Una vez que tenemos claro que sería recomendable una formación mínima o certificación para poner en marcha una actividad, llegamos al segundo problema. ¿Qué formación facilitar? Según ha desvelado el propio Perea, la semana pasada ATA se sentó con el Ministerio para tratar los años de demora en una aplicación efectiva de formación para este tipo de trabajadores.
Porque, tal y como reconoce el secretario general, los autónomos son un colectivo singular, y su formación no tiene nada que ver con la que necesita recibir un asalariado. “Ni metodología, ni horarios, ni calendario,… Nada es igual en autónomos y asalariados. Tenemos singularidades. Tenemos, por ejemplo, una brecha de conocimientos digitales que no nos permiten acceder a la formación online en las mismas condiciones. Necesitamos cursos cortos, muy prácticos, para mejorar su negocio y competitividad. Porque el autónomo sólo quiere cursos que mejoren sus negocios”.
En cuanto a los contenidos, además del mencionado Plan de Negocio, Perea marca como prioritarias la formación en financiación, venta electrónica, publicidad del negocio en el ámbito digital o cómo relacionarse con la Administración.