Cómo crear valor en una época de disrupción
La transición energética o el consumo de los mileniales son sectores con futuro para invertir
Pocos periodos de auge económico finalizan por su larga duración. Por ello, muchos inversores y economistas se preguntan qué es lo que pondrá fin a esta fase de expansión que dura ya diez años. Y las sospechas recaen principalmente sobre Donald Trump.
Tras alentar el ánimo de los inversores con una generosa reforma fiscal en 2018, Trump les ha puesto muy nerviosos con su guerra comercial con China en 2019. Cuesta imaginar que se alcance un acuerdo duradero entre China y EE UU en un año electoral, por lo que las consecuencias negativas de un aumento de los costes del comercio se dejarán notar durante un tiempo.
Los primeros efectos de las subidas de los aranceles ya resultan evidentes en el sector industrial, mientras que el sector servicios ha resistido sorprendentemente bien. Además, los bancos centrales de ambos lados del Atlántico están haciendo todo lo que pueden para que los mercados de capitales mantengan la calma y evitar una recesión. Esto favorece a la renta variable durante un tiempo, pero a cambio de una alta volatilidad. Aunque los inversores tienen muchos motivos de preocupación –desde el auge del proteccionismo al peligro de un Brexit duro o la situación en Hong Kong–, la economía global aún no está en recesión. Las expectativas de crecimiento deben ser revisadas a la baja en general, pero dada la buena marcha del mercado laboral en EE UU y Europa, los consumidores se sentirán confiados para seguir gastando.
Por ello, a pesar del creciente pesimismo acerca de la economía, la mayoría de las clases de activos se comportaron mejor de lo esperado a principios de año. Los inversores minoristas buscaban seguridad y se pasaron de las acciones a los bonos. Sin embargo, las acciones también se anotaron ganancias, gracias a programas de recompra, más salidas de Bolsa de empresas y algunas compras por parte de fondos alternativos. Pero ante las elevadas valoraciones de las clases de activos más rentables, cabe preguntarse si sigue habiendo oportunidades de inversión atractivas.
La huida hacia inversiones seguras a cualquier coste ha vuelto a incrementar el valor de los títulos de deuda pública. Casi el 30% de todos los bonos del mundo ofrecen ahora rendimientos negativos. Dado el bajo crecimiento y el posible contagio de una economía estadounidense afectada por las subidas de los aranceles, es difícil predecir cuándo volverán a subir los tipos. Puede que tengamos que esperar mucho tiempo para que se normalicen.
En este contexto, el crédito es la única alternativa. Aunque no es barato, sus valoraciones están lejos de los extremos del pasado. Las acciones tampoco presentan valoraciones excesivas, pero las primas de riesgo (la diferencia entre el rendimiento del dividendo estimado y el tipo libre de riesgo a 10 años) han marcado nuevos máximos. Además, la brecha de valoración entre las acciones growth y value no se ha cerrado; al contrario, se ha ampliado en 2019. En circunstancias normales, esto indicaría claramente a los inversores en value que deben empezar a comprar. Pero ante el estancamiento del crecimiento, no esperamos una rotación hacia las acciones cíclicas. Por tanto, los gestores deben practicar el arte de descubrir acciones supuestamente caras que aúnan la capacidad de fijación de precios y una gran seguridad de flujos de caja futuros.
Varias tendencias estructurales están redefiniendo el mundo en que vivimos: surgen oportunidades y las empresas se están reinventando a sí mismas para beneficiarse de estas tendencias fundamentales. Creemos que los pilares de este cambio son la aceleración de la presión demográfica, el agotamiento de los recursos naturales y la ilimitada capacidad de establecer conexiones (tecnologías digitales e inteligencia artificial).
Desde de la primera crisis del petróleo en 1973, el consumo de energía en todo el mundo se ha multiplicado por dos. El mix energético apenas ha evolucionado. Basta un dato: en 1970, el carbón y sus derivados suponían el 30% de la producción de energía mundial... En la actualidad, siguen siendo el 30%. La transición energética requerirá inversiones de tal magnitud que las empresas privadas no podrán financiarla por sí solas. Por tanto, los poderes públicos tendrán que intervenir (regulación, incentivos fiscales, gasto presupuestario).
En 2020, los mileniales tendrán el mismo poder adquisitivo que la Generación X. Han madurado en una época de cambios tecnológicos, globalización y disrupción económica, por lo que sus prioridades y expectativas son claramente diferentes a las de anteriores generaciones. Es fundamental entender su comportamiento para aprovechar las próximas oportunidades de mercado. Por ejemplo, Tinder, una aplicación de gran éxito entre los mileniales, ha alcanzado una capitalización bursátil de 15.000 millones de dólares en siete años, lo que equivale al tamaño de Renault o Deutsche Bank; Spotify, líder en streaming de música ha llegado a los 23.000 millones y la empresa china YY, con una red social de vídeo, ha alcanzado los 4.700 millones de dólares y 300 millones de usuarios.
En definitiva, ¿por qué la inteligencia artificial es tan importante? Al igual que la electricidad o el motor de combustión, los economistas la consideran una tecnología de uso general. La inteligencia artificial es una revolución silenciosa que va a transformar todos los sectores de la sociedad y la economía. Las empresas que puedan usar la inteligencia artificial crearán valor a largo plazo. Probablemente sea la «destrucción creativa» más potente que vivimos desde la última revolución industrial.
En pocas palabras, nunca es demasiado tarde para empezar a pensar en la próxima disrupción.
Laurent Denize es Global Co-CIO & Global Head of Fixed Income de ODDO BHF AM