Invertir mirando el retrovisor
Sacar un producto de la cartera porque no está funcionando no siempre es el mejor consejo
Uno de los comentarios clásicos cuando nos sentamos con potenciales clientes es que “con los fondos de inversión nunca han ganado dinero”. Desde mi punto de vista, esto ocurre porque las principales ventajas que vemos los profesionales a los fondos de inversión, muchas veces son percibidas como negativas por parte de los clientes. El hecho de invertir en una acción de una compañía cuya existencia el cliente conoce hace que su percepción sea de una mayor confianza ya que lo puede ver y tocar. Sin embargo, cuando compramos un fondo de inversión estamos accediendo a una cartera diversificada de activos (acciones, bonos etc.) gestionada de manera profesional.
Otro ejemplo es la fiscalidad. Además del traspaso fiscal, que permite pasar de un fondo a otro sin tributar, los fondos de inversión permiten diferir el pago de impuestos hasta que el inversor necesite realmente disponer del dinero. Esto, obviamente, implica renunciar al cobro de cupones y dividendos, que, por otro lado, se irán acumulando en el fondo de inversión, lo que lleva a mucha gente a no tener la percepción de que su inversión le está rindiendo.
Por último, como es lógico, los inversores quieren que su cartera esté gestionada y la percepción de esta gestión viene por los cambios que realizan los asesores en sus carteras. Sin embargo, cuando se compra un fondo de inversión los cambios los realiza un gestor profesional a nivel vehículo, de igual manera para todos los partícipes. La cartera se gestiona, pero el cliente no lo percibe.
Y muchas veces las percepciones dominan las decisiones y llevan a los clientes a querer cambiar de caballo, normalmente en el peor momento. Un ejemplo es el estudio realizado por Fidelity respecto a uno de sus fondos más exitosos: el Magellan Fund, gestionado por Peter Lynch. El estudio reveló que el inversor medio del fondo obtuvo un retorno considerablemente menor al que obtuvo el fondo, y esto se debió al hecho de que los inversores salieron y entraron en momentos erróneos.
¿A qué llamamos invertir con el retrovisor? Consiste, básicamente, en invertir en aquellos tipos de activos o productos que mejor comportamiento han tenido en el pasado reciente, suponiendo que también van a ser los que mejor comportamiento van a tener en el futuro.
Este concepto de invertir con el retrovisor tiene dos caras. Por el lado del cliente, suele ser habitual que siempre quiera aumentar la posición en los productos con mejor comportamiento en su cartera y vender aquellos que han tenido un mal desempeño.
Esto es lo que se conoce como cambiar de caballo y conlleva un riesgo. Dos tercios de la rentabilidad de un producto se suelen conseguir en un tercio del tiempo. Sobretodo en renta variable, perderse los mejores días es muy costoso para el inversor.
Por el lado del asesor, siempre es más fácil vender el historial de rentabilidad de un fondo de inversión que ha funcionado bien, a tener que enfrentarse a la venta de un producto con un pasado complicado. Cuando un producto no está funcionando en la cartera de un cliente, lo más fácil es proponer sacarlo. Sin embargo, no tiene por que ser necesariamente el mejor consejo. La historia nos demuestra que los mejores gestores pasan por periodos de underperformance y es, precisamente, tras pasar estos momentos, cuando mejor comportamiento tienen.
Desde luego, cuando nos referimos al mundo de la inversión lo importante no es el pasado sino el futuro. Y como es lógico, lo que va a funcionar en el futuro no siempre va a coincidir con lo que ha funcionado en el pasado.
¿Pero, es lo mejor para el cliente? A veces sí y a veces no. Esta es una respuesta muy gallega, por lo que voy a tratar de explicarla.
Las circunstancias de mercado en las que ha funcionado bien un fondo de inversión o un tipo de activo en el pasado no tienen que ser las mismas circunstancias (y probablemente no lo sean) en el futuro. Si creemos que estas no van a cambiar, tiene lógica hacer el cambio hacia un producto que se haya comportado bien en ellas.
Por ejemplo, si consideramos que los tipos de interés van a permanecer bajos, o incluso van a seguir bajando, sería lógico tomar exposición a fondos de renta fija que hayan tenido un buen comportamiento durante estos últimos años de mercado al alza.
Sin embargo, también debemos tener en cuenta que las circunstancias de mercado cambian muy rápido y que no siempre es fácil detectar estos cambios. Esto se soluciona manteniendo una buena diversificación en las carteras de inversión.
Esto implica tener exposición (aunque sea baja) a activos cuyo pasado reciente ha podido no ser positivo pero que, sin embargo, sí pueden guardar un buen potencial. Aunque en los mercados financieros no existe ninguna ley por la que deba haber una reversión a la media por el hecho de haberlo hecho mal en el pasado, hay ocasiones en las que el mercado se pasa de frenada, por arriba o por abajo, y ahí es donde surgen grandes oportunidades de inversión que el retrovisor no nos ayudará a detectar.
César Ozaeta es Gestor de Abante