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Perfil
Texto con interpretación sobre una persona, que incluye declaraciones

Pier Silvio Berlusconi, el reformado brazo mediático de su padre

Tras una juventud convulsa, el CEO lidera la fusión de Mediaset con carácter discreto y firme

Hogue

Los espectadores no daban crédito. A mediados de la década de los ochenta, un joven de largo y repeinado cabello rubio aparece en Drive In, el programa de televisión del momento que, aparentemente, aglutinaba todo lo que un espectador podía anhelar: comedia, invitados estelares, actuaciones musicales, muchas mujeres y, sobre ellas, poca ropa. Finge hablar por teléfono en mitad del escenario: “¿Berlusconi? Sí. Hola, papá. Todo va bien, no me han reconocido. Con la excusa de los autógrafos, están firmando un montón de reducciones de salario”, dice aludiendo a las numerosas bailarinas que pueblan el escenario y a las que se acerca fingiendo ser un seguidor para que, sin querer, renuncien a cobrar para hilaridad del público.

No es, ni mucho menos, la parte más extraña de su actuación. Sin apenas solución de continuidad, cinco mujeres afean su conducta a dos ladrones que amenazan con agredirlas con palos de béisbol. Súbitamente, el mismísimo Pier Silvio Berlusconi (Milan, 1969), el hombre llamado hoy a liderar la fusión de Mediaset, aparece de la nada al grito de: “¡Soy Berlusconi, y aquí llega la venganza!”. Los tira al suelo en una exhibición de buena condición física en la que el segundo hijo del excavaliere, entre el júbilo de actores y público, salta, cae, gira y realiza llaves de judo. Y para rematar, el toque final: tras conseguir el autógrafo de las actrices a las que acaba de salvar, Berlusconi paga su parte a los ladrones y se va junto a ellos. “¡Pequeño Berlusconi, eres un bello zorro!”, se oye gritar al presentador.

Con el paso de los años, parece cada vez más claro que en el entorno familiar del joven Pier Silvio alguien pensó que no eran buena idea este tipo de apariciones en público: con un solo Berlusconi llevándose la fama de hombre de éxito tramposo y mujeriego ya era más que suficiente. Desde entonces, tanto él como sus hermanos procuran mantener un perfil algo más bajo y correcto.

Ello no evitó que los noventa fueran años convulsos. Mientras Marina, la primogénita, se convirtió pronto en el ojo derecho de su padre en política (aún hoy hay quien cree que le sucederá al frente de su partido de extrema derecha, Forza Italia), Pier Silvio abandonaba la carrera de Filosofía. Su padre le puso entonces a trabajar en Publitalia, la agencia de marketing del grupo, antes de nombrarlo jefe de coordinación de programas de Mediaset en 1996 con la excusa de que necesitaban una mente que ideara formas de atraer al público joven.

Pero nada de ello alejaba a Pier Silvio, un joven con un físico esculpido a golpe de horas de gimnasio, del papel cuché: se le vinculó con actrices como Valeria Marini o la española Natalia Estrada, que había sido también pareja de su tío Paolo. Además, empezaron a correr como la pólvora rumores que hablaban de que con apenas 21 años, en 1990, había tenido una hija secreta con la modelo Emanuela Mussida. En 2008, en una entrevista con Vanity Fair, reconoció que era cierto: “Durante años, la relación con mi hija fue complicada. Yo era joven, tal vez demasiado, y objetivamente no era un padre muy presente. Pero crecí, y ella también, y nuestra relación se ha vuelto más real y más fuerte”.

A comienzos de los 2000 llegó a su vida la presentadora Silvia Toffanin, con la que ha tenido dos hijos, y con ella llegó la paz. Poco a poco, las imágenes en los reservados de las discotecas dieron paso a estampas familiares en el chic pueblo pesquero de Portofino, al sudeste de Genova. También llegó la responsabilidad: fue nombrado en el año 2000 vicepresidente de Mediaset, cargo que compaginó con la participación en varias de las empresas del conglomerado hasta que en 2015 le llegó su gran oportunidad: consejero delegado de todo Mediaset. Desde entonces, si sus hermanas Marina y Barbara (quien fue vicepresidenta del Milan) son, respectivamente, los brazos político y deportivo de su padre, Pier Silvio Berlusconi lidera el imperio mediático con una obsesión: no dejarse devorar por las plataformas streaming, especialmente por el gigante Netflix. Se trata de una lucha no exenta de errores: en 2016 fue condenado a un año y dos meses de cárcel por fraude fiscal tras inflar las facturas de la compra de películas para pagar menos impuestos.

Fruto de su preocupación por crecer, ha puesto ahora sobre la mesa la fusión de Mediaset España con su matriz italiana en una nueva compañía, MediaForEurope, con sede en Holanda. El movimiento, aprobado en junta de accionistas el miércoles, indignó sobremanera a Vincent Bolloré, dueño de la francesa Vivendi, que tiene un tercio de Mediaset. El magnate, con una fortuna valorada en 4.500 millones de euros, ve ahora sin embargo muy diluido su poder en la nueva empresa: “La fusión solo beneficia a los Berlusconi”, declaró Vivendi en un comunicado en el que advirtió además de que emprendería todas las acciones legales a su alcance para evitar la fusión.

Pier Silvio, un padre de familia que goza ahora de fama de ser un hombre serio y un tiburón para los negocios, respondió sin inmutarse: “Si se quieren ir, hay otros muchos inversores que quieren entrar”. La pelea está servida, pero al segundo hijo de los Berlusconi ya no le van la farándula ni el teatro.

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