Repensar la economía desde la innovación y el impacto
La inversión en este sector mueve ya más de 500 billones de euros en todo el mundo
El nuevo plan de inversiones de la Unión Europea para el año 2021-27 está ya en su recta final a la espera de que el recientemente constituido Parlamento Europeo y el Consejo Europeo formalicen el acuerdo preliminar alcanzado. Una las principales novedades de este plan es la introducción de un nuevo mecanismo de inversión social (Social Investment and Skills Window) que en un primer momento estará dotado con 4.000 millones de euros. Este plan se suma al conjunto de políticas y programas como el Social Business Initiative, que la UE viene aprobando desde hace años para impulsar un sector emergente y cada vez más extendido en el mundo entero y también en nuestro país: el sector de la economía de impacto social.
La economía de impacto hace referencia a todas aquellas organizaciones que mediante una actividad económica contribuyen a generar un impacto social (o medioambiental) positivo. Este sector está constituido por todo tipo de organizaciones sin importar su figura jurídica, pudiendo adoptar todo tipo de formas como las de una fundación, cooperativa o incluso figuras mercantiles tales como la de sociedad limitada. Este tipo de organizaciones se caracterizan por los objetivos de impacto social que persiguen, la efectiva medición de su consecución y la antes mencionada sostenibilidad financiera de la organización.
Resulta quizá necesario aclarar la distinción de los conceptos de economía de impacto y economía social, ya que la UE utiliza precisamente el término economía social para referirse a este sector, algo que puede llevar a malos entendidos en países como España (y otros del sur de Europa), donde se trata de un término que hace referencia a una serie de figuras jurídicas en base a la relación de la organización con la propiedad o el concepto de beneficio económico tales como son las cooperativas, las asociaciones, las cofradías u otras.
Si bien algunas figuras tradicionales de la economía social están intrínsecamente vinculadas a la economía de impacto, tales como los centros especiales de empleo o las empresas de inserción (ya que buscan un beneficio social a través de la generación de una actividad económica), hay muchas de estas organizaciones que no pueden considerarse economía de impacto al no generar un beneficio social más allá de sus miembros (imaginemos por ejemplo una cooperativa que fabrique cigarrillos) o no contar con una sostenibilidad económica a través de un modelo de negocio (pensemos en una gran mayoría de asociaciones y fundaciones cuya subsistencia se basa en la recepción de una serie ayudas y subvenciones).
Sin embargo, el aspecto más novedoso dentro de la economía de impacto lo constituyen las empresas sociales, empresas mercantiles cuyo objetivo social es el motivo fundamental de la actividad comercial permitiendo incluso el reparto de beneficios entre sus propietarios siempre y cuando ese objetivo social no se vea menoscabado. Pensemos, por ejemplo, en las empresas del Grupo Ilunion, grupo empresarial de la ONCE que cuenta con varias sociedades anónimas y sociedades limitadas, pero cuyo objetivo principal es la integración de la población con discapacidad a través de empresas que proveen diversos servicios. Pero también podemos pensar en La Exclusiva, una pequeña empresa soriana que reduce la despoblación ofreciendo productos y servicios que cubran las necesidades básicas de los habitantes de pequeños pueblos para contribuir a combatir la despoblación.
En paralelo al nacimiento y fortalecimiento del sector de la economía de impacto, y en particular de las empresas sociales, se está desarrollando con cada vez mayor fuerza el sector de la inversión, lo que se conoce como inversión de impacto, un sector que a nivel mundial el GIIN calcula que gestiona más de 500 billones de euros. En España se trata de un ámbito que experimenta cifras de crecimiento por encima del 15%, superando ya los 120 millones de euros. Y parece que nos encontramos en el arranque de una tendencia que se va a consolidar en los próximos años.
Un hito que marca esa tendencia es la reciente adhesión de España al Global Steering Group, la plataforma mundial impulsada por el G8 para promover este tipo de inversión ética. Además, son cada vez más los actores que están sumándose, desde fundaciones u organizaciones filantrópicas hasta gestoras de fondos tradicionales que están lanzando fondos de impacto o plataformas de inversión colectiva, pasando por la cada vez más importante participación de administraciones y organismos públicos,. Es el caso de la diputación de Vizcaya, que gestiona un fondo de inversión de impacto a través de su gestora Seed Capital Bizkaia, el Ayuntamiento de Madrid, que acaba de invertir 30 millones de euros en diferentes fondos de inversión de estas características o incluso el ICO, que a través de su gestora de capital riesgo, AXIS, ha anunciado una inversión de 5 millones de euros en un fondo de inversión de impacto. Podemos estar seguros, por lo tanto, de que en los próximos años seguiremos presenciando un importante crecimiento de este sector y de las inversiones vinculadas al mismo.
La economía de impacto constituye una importante herramienta para generar empleo a la vez que se contribuye a resolver de manera innovadora algunos de los retos sociales y medioambientales a los que se enfrentan las sociedades, como son aquellos identificados por los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de Naciones Unidas. En consecuencia, podemos esperar también un importante crecimiento de la inversión destinada a este tipo de organizaciones.
Mikel Oleaga es Responsable de Proyectos Internacionales y del Sector Público en Impact Hub Madrid