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Editoriales
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Bajar los tipos, solución preventiva clásica a una crisis nada clásica

Sería conveniente la concertación de mecanismos reforzados de contención de las oscilaciones de las divisas

Comentábamos hace una semana que Estados Unidos había iniciado con el movimiento monetario de la Reserva Federal una oleada de bajadas de tipos de interés que se extendería por todo el mundo en los próximos meses, como si todo el mundo supiese que se presentará en el medio plazo una crisis severa de actividad que tiene que ser combatida con los métodos tradicionales: abaratando la financiación. Tras la reducción del precio del dinero por parte de la primera economía del mundo, en parte cediendo a las presiones del presidente Trump, esta semana los tipos de interés han ido marcando el paso a decisiones que han de venir en el mismo sentido. La rentabilidad de la deuda ha bajado en todos los mercados, con mínimos históricos en Europa (en España el bono a diez años, la referencia que financia la economía, ha caído hasta el 0,17%), y con mínimos cíclicos en la deuda norteamericana. Hasta el punto de que todas las emisiones que hace Alemania, por ejemplo, se liquidan con tipos negativos, y hasta las que moviliza el Tesoro español por debajo de los siete años lo hacen también con coste para el comprador de los títulos.

La decisión del banco central norteamericano ha sido también replicada ya por otras economías maduras como Nueva Zelanda o emergentes como la India, y los mercados descuentan desensos en Europa en septiembre, y quizás uno adicional y más intenso en EE UU también a la vuelta de verano. La expectativa general es que habrá un debilitamiento adicional severo en la actividad en los próximos meses, y quizás una recesión en algunas economías europeas, y que debe ser contrarrestada con financiación más barata para la inversión.

Pero hay que recordar que en este caso el detonante del fenómeno no han sido los costes de la financiación para frenar la irrupción de la inflación. Más bien al contrario: tratar de combatir su reverso, su hermana gemela, la deflación o el riesgo de su llegada. Un fenómeno no completamente desterrado en Europa que puede avivarse si las tensiones comerciales y las batallas entre las divisas generan una espiral adicional de bajadas de precios de importación en las economías más mercantilistas. El riesgo, como en el ciclo anterior, es que las decisiones de los bancos centrales no sean suficientes, y que la erosión de las herramientas utilizadas las invalide de tal modo que haya que buscar auxilios desconocidos. Pare evitar tal circunstancia, sería conveniente la concertación de mecanismos reforzados de contención de las oscilaciones de las divisas; algo que está al alcance de los gestores de la economía, pero fuera de él si prevalecen las decisiones políticas económicamente belicistas, como las que EE UU y China han ensayado esta semana.

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