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EE UU, en alerta por la influyente presencia de China en Israel

El gigante asiático ya es el segundo socio comercial del país de Oriente Próximo e invierte en áreas sensibles para la nación de Norteamérica

El primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, y el presidente de China, Xi Jinping, se dan la mano durante la visita oficial de Netanyahu al país asiático.
El primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, y el presidente de China, Xi Jinping, se dan la mano durante la visita oficial de Netanyahu al país asiático.Reuters

El sociólogo estadounidense Immanuel Wallerstein alertaba, en 2005, en su libro “El declive del poder de Estados Unidos” que la primera potencia económica mundial se encontraba en un proceso de decadencia y que cada vez perdía más influencia a nivel global.

Catorce años más tarde, EE UU se encuentra en una fuerte disputa comercial con la segunda potencia económica del mundo, China. Y uno de sus principales -e histórico- aliado, Israel, desarrolla sus propias políticas, alejadas de los intereses de EE UU, al menos en lo que respecta al gigante asiático.

China ya es el segundo socio comercial más importante de Israel, según The Observatory of Economic Complexity, y el año pasado el Estado de Oriente Próximo exportó a China productos por valor de 4.800 millones de dólares, según World’s Top Exports.

“En 1992, año en el que Israel y China establecieron relaciones diplomáticas, el volumen de intercambios comerciales fue de apenas 50 millones de dólares. Esa cifra aumentó con el paso del tiempo y llegó a ser de 13.100 millones de dólares en 2017”, explica, en base a un estudio realizado por la Yunnan University de China, Juan Carlos Fernández Cela, profesor de geografía política en la Universidad Complutense de Madrid.

El aumento de la presencia del país asiático en la industria tecnológica de Israel y, precisamente, en el área de la tecnología militar, inquieta a EE UU, que le expresó a comienzos del año públicamente su “preocupación” a través de John Bolton, influyente asesor de seguridad del presidente, Donald Trump.

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El recelo de EE UU también se debe a las inversiones de Huawei -vetada por Trump en mayo- en tecnológicas israelíes como Toga Networks y HexaTier, y a la de la compañía china de equipamiento de telecomunicaciones y soluciones de red ZTE con Rainbow Medical, empresa israelí de inversión en salud.

La concesión del Puerto de Haifa, el mayor del país, al grupo chino Shangái International Port motivó una enérgica protesta de EE UU. A partir de 2021 este grupo administrará por 25 años el puerto, donde es usual que buques militares del país norteamericano anclen allí y que también realicen ejercicios militares. 

La reacción estadounidense no solo fue del poder ejecutivo, sino también del legislativo. El comité de servicios armados del Senado manifestó el pasado mes que la concesión del Puerto de Haifa al grupo chino “pone en riesgo la seguridad de las embarcaciones navales de Estados Unidos”. Y recomendó al Ejecutivo de Trump a que inste a Israel a reconsiderar las inversiones chinas. El periódico israelí Haaretz contó que un alto funcionario israelí les reconoció, recientemente, que oficiales de EE UU reaccionaron de manera "explosiva" contra ellos por la cada vez mayor influencia de China.

Fernández Cela remarca que la nación asiática “tiene el interés de involucrar a Israel en el megaproyecto Belt and Road, que haría de Israel un hub de comunicaciones estratégico entre China, Europa y África, lo que supone intervenir en infraestructuras ferroviarias cercanas a enclaves estratégicos sensibles”. Y, en ese sentido, apunta que uno de los ejemplos es la participación de la empresa China Communications Construction Company en la construcción del eje ferroviario que une Eilat (ciudad de Israel) con el Mediterráneo.

Fernández Cela destaca que un reciente informe de la Corporación Rand -un laboratorio de ideas ligado a los intereses del Departamento de Defensa de Estados Unidos- estableció que Washington ve en Israel una posible amenaza por la posibilidad de transmisión tecnológica y de seguridad de EE UU hacia China.

No obstante, según el experto en geopolítica, “hay que plantear si detrás de esta inseguridad se esconde un interés por parte de EE UU de facilitar proyectos de sus empresas y limitar la reciente cuota de mercado global que están ganando las empresas chinas con respecto a las estadounidenses”.

Mientras tanto, Israel intenta salir airoso de la disputa entre las dos principales potencias mundiales. El Estado de Oriente Próximo no está dispuesto a romper la considerable alianza que tiene con EE UU, pero tampoco a prescindir de las jugosas inversiones chinas.

La hegemonía económica estadounidense era, hace décadas, incuestionable. Pero su “decadencia”, según valora Wallerstein, la ha llevado a no poder impedir que uno de sus más fieles aliados mantenga cercanas relaciones con su mayor competidor global. A pesar, incluso, del espaldarazo de Trump a Israel al reconocer, ante la atónita mirada de gran parte de la comunidad internacional, a Jerusalén como su capital, en diciembre de 2017.

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