Abogacía y orgullo
La abogacía, por esencia, está llamada al liderazgo social de toda causa en que un individuo o una comunidad ejerzan, dentro o fuera de las salas de justicia, derechos y libertades
A muchos puede sorprender que despachos como Uría Menéndez impulsen políticas que explícitamente reconocen y promueven la diversidad e inclusión de personas LGBTI dentro y fuera de la firma. Entiendo su sorpresa, pero es necesario deshacerla, y hoy me han dado la oportunidad.
Cierto es que la abogacía se ejercita muchas veces con estética e indumentaria austeras y hasta con apariencia conservadora. Cierto es también que sus miembros suelen expresarse y actuar con prudencia. Pero no menos cierto es que todo ello es pura apariencia y formalidad. Por tanto, quienes se sorprenden de que abogacía y diversidad LGBTI puedan ir en la misma frase caen en el doble prejuicio (en el que, dicho sea de paso, casi todos hemos caído alguna vez) de juzgar a quienes ejercen la abogacía por su atuendo y formas profesionales y a quienes concurren a las manifestaciones del Orgullo LGBTI por la ropa y expresiones con que buscan celebrar y reivindicar, por partes iguales, sus derechos.
No deseo entrar en las razones o efectos de estos u otros prejuicios. Lo dejo a personas más preparadas. Solo quiero poner de relieve que los prejuicios no anidarán nunca en la abogacía. Más allá de apariencias, la abogacía desarrolla su función, como dice nuestro código deontológico, facilitando “a la persona y a la sociedad en que se integra, la técnica y conocimientos necesarios para […] la defensa de sus derechos”. Pues bien, la abogacía argumenta en Derecho y ello es irreconciliable con los prejuicios (entiéndase bien, no con que existan personas —juristas o no— con esos prejuicios, pero sí con el ejercicio de la abogacía).
Es más, la abogacía ha contribuido decisivamente a desterrar los prejuicios del ordenamiento jurídico y a relegarlos al ámbito de la intimidad y de la moral personales, dignas de protección sin duda pero inanes ante los derechos y libertades de los demás. La abogacía, como instrumento de realización de la justicia en el caso concreto, es esencial para que, en cada asunto profesional, en cada juzgado, los derechos abandonen la letra muerta que los declara y tomen vida a favor de quien los invoca. Como dice nuestro código deontológico, “de nada sirven éstos si no se provee del medio idóneo para defender los que a cada cual le corresponden”.
En estos días en los que conmemoramos el 50 aniversario de los acontecimientos de Stonewall y, por tanto, del nacimiento de lo que conocemos como Orgullo LGBTI, estamos celebrando a la vez la abogacía que ayudó a que los derechos humanos, reconocidos en papel desde hacía siglos, comenzaran a cobrar vida a favor de las personas LGBTI. La misma abogacía que proveyó a la publicación One de la argumentación jurídica para que el Tribunal Supremo de EE. UU. amparase, en 1958, su derecho y el de sus clientes a enviar y recibir por medio de la oficina estadounidense de correos una publicación con poemas e historias LGBTI (que aquella se negaba a enviar por obscena, lasciva y sucia), o la que dio lugar a la sentencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos de 2010 en que se reconoció por primera vez que las parejas LGBTI tenían derecho al respeto de su “vida familiar” o a las resoluciones del primer decenio del siglo que amparan el derecho de las personas transgénero al pleno reconocimiento de su identidad; la abogacía que pone de manifiesto que la criminalización, hoy en día, de personas LGBTI en más de setenta jurisdicciones es injusta; la misma abogacía, en fin, que asesora cotidianamente a individuos, asociaciones y negocios para realizar la justicia y la igualdad.
Por todo ello, siento el inmenso orgullo de pertenecer a una profesión que ha hecho tanto por la convivencia en paz y el desarrollo de las personas. En estos días, compartimos orgullo con las personas LGBTI que celebran y reivindican en las calles la superación de tanta adversidad. Mañana, lo compartiremos con quienes, LGBTI o no, exijan que los derechos y libertades fundamentales sigan cobrando vida para quienes los necesitan.
La abogacía, por esencia, está llamada al liderazgo social de toda causa en que un individuo o una comunidad ejerzan, dentro o fuera de las salas de justicia, derechos y libertades.
Borja Sainz de Aja es socio en Uría Menéndez.