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Tribuna
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

La ciudadanía activa, clave de la sociedad sostenible

El coste total del estilo de vida sedentaria en el mundo supera los 60.000 millones de euros

Pixabay

Diseñar y construir un edificio que cumpla las funciones que necesitan sus usuarios siempre fue una tarea compleja. Pero aún más lo es construir una ciudad, y especialmente adaptarla a las características y necesidades de una población que, afortunadamente, mejorará su expectativa de vida en el tiempo.

Hoy, la mayoría de las organizaciones con responsabilidades en algún ámbito de la planificación, gestión o sostenibilidad del planeta están de acuerdo en que nuestro futuro pasa por construir o transformar las ciudades en espacios activos y saludables. Esta evidencia toma mucha más relevancia cuando la contrastamos con todas las proyecciones de población para los próximos años, que sitúan a más del 70% de los habitantes de la tierra en grandes ciudades.

Desde esa tozuda realidad, la pregunta que flota en el aire es la siguiente: ¿qué es una ciudad activa y saludable? Muchos estudios, profesionales y personalidades de diferentes disciplinas e instituciones han dado respuesta a la misma. En un ejercicio de síntesis podríamos concluir que es aquella donde sus responsables y principales actores deciden dar prioridad real a la salud en todas sus actuaciones.

Cualquier ciudad puede convertirse en saludable. Solo tiene que comprometerse con la promoción real de los hábitos de vida saludables, dotarse de una estructura para trabajar en esa dirección y poner en marcha un proceso transversal en el diseño y la gestión de la ciudad. Eso sí, debe hacerse desde el convencimiento de que no es una cuestión puntual de maquillaje, que es una dirección de trabajo que no finalizará nunca, es más, que tendrá que pasar continuas adaptaciones y cuya premisa debe ser crear entornos que por su propia fisionomía faciliten estilos de vida más sanos.

Nos hemos enfrentado a unas nuevas elecciones municipales y autonómicas en la que los distintos partidos no han expuesto de manera contundente cuál es su modelo de ciudad activa y las alternativas para que los ciudadanos puedan llevar una vida más saludable. Estamos ante un reto que afecta a toda la sociedad: trabajar en la construcción de una ciudad activa y saludable es un ejercicio colectivo de solidaridad con la ciudadanía de hoy y de las próximas generaciones que involucra a las diversas áreas municipales, a actores públicos y privados y a la propia población.

Fomentar la vida activa entre los ciudadanos es una tarea compleja que requiere un enfoque titánico y extensivo sobre determinantes individuales, sociales y del entorno físico. Pero, sin duda, es una visión estratégica de cómo mejorar la calidad de vida de la ciudadanía y de cómo acometer una correcta gestión de los recursos, siempre limitados, para una demanda que por sus propias características cada vez necesitará más y mejores servicios en este terreno.

El coste económico es, sin duda, uno de los aspectos críticos a la hora de analizar el impacto de un estilo de vida inactivo en nuestras sociedades y debería suponer un importante motor del cambio asociado a promover un comportamiento activo en la población.

En España, un 13,4% de las muertes son atribuibles a la inactividad física, lo que supone más de 52.000 muertes al año como consecuencia de ello.

Según un riguroso estudio publicado en la prestigiosa revista científica The Lancet en el año 2016, en una serie monográfica sobre el impacto de la actividad física para la salud, que se edita en cada año olímpico, el coste total de la inactividad física en el mundo alcanzó los 61.700 millones de dólares en el año 2013.

Con relación a los gastos indirectos, las estimaciones conservadoras utilizadas lo han cuantificado en 194 millones de euros anuales. Sin embargo, si tomamos en consideración los gastos indirectos asociados a enfermedades cardiovasculares y distintos tipos de cáncer como consecuencia de la inactividad física, se podría multiplicar hasta por dos o tres veces esta cifra, alcanzado valores de entre 387 y 581 millones de euros anuales.

Estos alarmantes datos deberían ponernos en alerta, más si cabe, sobre los efectos negativos que tiene la vida sedentaria sobre la salud y, para ello, debemos aunar esfuerzos entre los diferentes actores, Administración central, corporaciones locales, empresas, entidades educativas y sanitarias y sociedad civil, para aportar soluciones que faciliten a los ciudadanos la integración de un estilo de vida saludable y poder contribuir a construir una ciudadanía más activa.

 Alfonso Arroyo es Adjunto al presidente de Ingesport-GOfit

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