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Los frentes peligrosos de la UE: guerras comerciales y cuestionamiento de sus valores

La nueva legislatura llega en un momento de ralentización

La economía de la UE, en cifras
Belén Trincado / Cinco Días
Marta Yoldi

Los ciudadanos comunitarios eligen a sus representantes en el Parlamento de Estrasburgo en medio de una de las mayores turbulencias por las que ha pasado la Unión desde su creación. La próxima Comisión Europea tiene ante sí uno de los peores escenarios: el cuestionamiento creciente de los valores y de la necesidad de la propia Unión. El auge de los partidos populistas es común a todos los países miembros, como común es también el euroescepticismo que enarbolan. En 2019 han perdido fuerza los deseos de desaparición de la UE pero, a cambio, prenden los mensajes “de cambio”, que persiguen vaciarla de contenido para conseguir una recuperación progresiva de las soberanías nacionales. El asunto no es baladí, ya que estas fuerzas seguirán elevando su peso en la Eurocámara.

La salida de Reino Unido de la UE se convirtió en la primera manifestación de ese euroescepticismo que se ha instalado en el continente. Las consecuencias ya se están notando. Aunque Reino Unido aún no se ha ido, las arduas y baldías negociaciones y la decisión de Theresa May de dimitir como primera ministra a partir del 7 de junio abocan a una más que probable salida sin acuerdo entre las partes, lo que está provocando incertidumbre económica, deslocalizaciones, desinversiones y caída del comercio. Para el momento del adiós previsto por ahora para otoño, los efectos pueden ser todavía peores.

Ralentización. El cuestionamiento del papel de la UE y el Brexit coinciden con una debilidad de la economía del bloque. La propia Comisión Europea, en sus recientes previsiones de primavera, ha rebajado de nuevo el crecimiento de la economía de la UE para este año hasta el 1,2%. En 2018, el PIB comunitario aumentó un 1,8% respecto al año anterior, cuando lo había hecho un 2,5%. La OCDE es más pesimista y augura un alza del 1%.

Ha llegado una ralentización producto de varios factores, entre los que destacan las guerras comerciales desatadas por la Administración Trump, sobre todo con China, que están afectando al comercio mundial y a la confianza de empresarios y consumidores. Otro factor negativo es el debilitamiento de la producción en un sector industrial tan potente como el de la automoción, debido en parte a la caída del comercio y en parte a la transición energética. En Alemania, el debilitamiento del motor provocó el frenazo de su economía en el segundo semestre de 2018, que arrastró a toda la zona euro e hizo pensar a más de un analista que la ralentización se iba a acelerar. Si bien, las cifras del primer trimestre de este año han devuelto un ligero optimismo.

Además, el replanteamiento de las medidas de austeridad impulsadas por Bruselas durante la crisis ha sido puesto en cuestión. Las disputas con el Gobierno italiano sobre los objetivos de déficit y la necesidad de realizar reformas estructurales han vuelto a meter presión en la deuda soberana del país.

Unión bancaria. Precisamente para evitar las consecuencias que dejó la crisis, se aceleró la creación de la unión bancaria y de mecanismos de supervisión y de resolución bancaria comunes a toda la Unión Europea. Pues bien, estos mecanismos son actualmente otro de los retos que esperan a la nueva Comisión. En febrero, los ministros de Finanzas de la UE (Ecofin) llegaron a acuerdos para impulsar la unión bancaria (quiebras de bancos sistémicos, gestor de rescates), pero dejaron fuera un elemento primordial, como es la constitución de un Fondo de Garantía de Depósitos sin el cual todo el andamiaje queda incompleto. Y hay que dar salida a otro asunto encallado como es el de los eurobonos o emisión de deuda pública conjunta por parte de los miembros de la eurozona. Esta idea de mutualización de la deuda nació igualmente para evitar colapsos de deuda soberana (caso de Grecia), pero no convence a todos, especialmente a Alemania. La última propuesta ha sido la emisión de unos eurobonos light, sin responsabilidad compartida, que tienen menor efecto. El problema se ha aplazado hasta 2025, pero en esta legislatura habrá que avanzar en la solución.

Fiscalidad. La armonización fiscal ha sido y es uno de los caballos de batalla de la UE. Ahora, dos figuras tributarias han vuelto a retar dicha armonización: el impuesto sobre transacciones financieras y la denominada tasa Google para gravar a las grandes multinacionales que prestan sus servicios en Europa pero que tributan en otros países.

El desafío migratorio

Si hay un reto trascendental al que se tiene que enfrentar la próxima Comisión Europea es al de los flujos migratorios. No existe ni un atisbo de unión ni de política común que haga frente a tan importante desafío. En 2018 unos 150.000 inmigrantes llegaron a Europa por mar, a los que hay que añadir los que atravesaron las fronteras terrestres. La UE ha fracasado en la implantación de unas directrices comunes sobre el acogimiento y así cada país actúa según lo desean los Gobiernos de turno. El problema está encasillado y es una patata caliente que ha llegado a esta próxima legislatura. Más caliente aún si se tiene en cuenta que, de acuerdo con una encuesta reciente, las migraciones son la principal preocupación de los europeos.

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