Dos Españas (y no son la azul y la roja)
Para tener más peso en la UE es necesario que políticos y población se interesen por Europa
No, este artículo no trata de la España roja y azul, tampoco de la urbana y vacía, aunque nos vamos acercando. Con “las dos Españas” me refiero aquí a una España pequeña pero influyente que cada vez mira más al exterior, sobre todo a Europa, porque tiene mucho negocio en el extranjero, porque se dedica a la función pública centrada en la acción exterior o porque su trabajo es el estudio y el análisis de los asuntos internacionales; y la otra España, más numerosa, que se centra sobre todo en los temas domésticos y que rara vez se preocupa por lo que pasa ahí fuera, a no ser que suceda algo importante (casi siempre negativo) en América Latina –últimamente en Venezuela– o se produzca una guerra como la de Iraq o Siria, un atentado terrorista, un giro en la política estadounidense o estalle en llamas la catedral de Notre Dame.
Generalizando, se podría decir que hay una “España global”, la que sabe que el Ministerio de Asuntos Exteriores tiene una Secretaría de Estado justamente con ese nombre para promover la imagen de España en el mundo y la “España española” que vive de espaldas a Europa y al mundo en general. La primera España, que es minoritaria, es la que lee a diario prensa extranjera, mientras que la segunda, muy mayoritaria, no lo hace. Esta segunda España, lógicamente, es la que está dominando la campaña electoral. Los asuntos internacionales no se tratan (ni en los debates televisivos) y eso desespera a la España minoritaria porque ésta última está convencida de que no se pueden solucionar muchos de los problemas domésticos sin actuar a nivel europeo e internacional. Es más, para esta segunda España las elecciones europeas del 26 de mayo son igual o incluso más importantes que las nacionales de este domingo.
Los próximos meses serán clave para el devenir de la Unión Europea. Según cómo voten los ciudadanos, y negocien los parlamentarios y los líderes europeos, se decidirá todo el entramado de poder de la Unión, empezando por el presidente o presidenta de la Comisión, pasando por el presidente del Consejo Europeo y el alto comisionado para asuntos exteriores, hasta el presidente del Banco Central Europeo. Está mucho en juego, y esa España minoritaria que prácticamente no ha salido en la campaña electoral, quiere que nuestro país sea un actor activo en esta nueva reconfiguración de la gobernanza de la Unión. Para ayudar en esta tarea el Real Instituto Elcano ha organizado una serie de encuentros con actores españoles relevantes en Bruselas con dos objetivos. Primero, hacer un diagnóstico de la influencia que tiene esa España global, o en este caso europea, en las políticas de la Unión. Y, segundo, tras ese análisis, determinar qué se puede hacer para aumentar nuestra influencia.
Para poder medir, hay que comparar, y para poder determinar si es verdad, como se cree, que España golpea por debajo de su peso en Europa es bueno fijarse en los modelos de los países más influyentes en la Unión. El Reino Unido solía ser muy influyente, pero ahora mismo está pasando por su 1898. Francia también lo es, aunque lo fue más en el pasado, y su modelo es demasiado presidencialista y centralista (para bien y para mal) para ser nuestra referencia. El caso italiano, en cambio, es digno de estudio. Italia tiene una política doméstica caótica, pero es capaz de poner a su gente en puestos clave. Piénsese en Enria, Mogherini, Tajani y Draghi. Esto se explica por el concepto tan italiano de “la famiglia”. Los italianos se ayudan entre ellos para meter a uno de los suyos en todas las cocinas, bien sea de chef, o de ayudante o de pinche.
El otro modelo muy efectivo en Bruselas es el alemán. El concepto clave es la “Panzerdivision”. Alemania es un país federal, con múltiples coaliciones de partidos diferentes a todos los niveles de gobierno, y por lo tanto le cuesta llegar a consensos, pero cuando lo consigue, cierra filas y pone a todos sus efectivos a remar en la misma dirección. Finalmente, el tercer modelo es el holandés. País pequeño que supera a España en muchos aspectos. ¿Cómo lo hace? Teniendo una estrategia muy clara y una flexibilidad táctica sorprendente. Los holandeses saben lo que quieren y son pragmáticos a la hora de conseguirlo. La reciente creación de la Liga Hanseática es un buen ejemplo.
Teóricamente la influencia o el poder se desarrollan en tres ámbitos. Es lo que Stephen Lukes denominó las tres caras del poder. La primera es la “toma de decisiones”, en este caso en la Comisión, en el Consejo y en el Parlamento Europeo. España ahí no lo hace mal. Suele tener una posición neutral y constructiva, sumarse al consenso, y cuando tiene que defender sus intereses activamente casi siempre gana el pulso. El segundo ámbito es el de “determinar la agenda” de la Unión. Aquí España flojea bastante por su actitud pasiva. Y la tercera cara es la de “moldear las preferencias” y aquí estamos muy ausentes. En este ámbito es determinante la generación de ideas y la influencia en el debate público europeo y los actores españoles (tanto del sector público como privado) todavía tenemos que mejorar en el dominio de idiomas y el arte del “lobbying”, entendido de manera neutral como la capacidad de influir en el legislador.
Sin embargo, la conclusión que saco de nuestras reuniones es que, por mucho que se mejore en estos tres ámbitos del poder, desarrollando un modelo propio de impacto sobre las políticas de la Unión, la clave para ser más influyentes es saber cuáles son nuestros intereses como país y determinar una estrategia para lograrlos, y eso no va a venir de la España minoritaria que mira hacia Bruselas pero vive medio de espaldas a la España española. Para tener más influencia en la UE hay que unir más a estas dos Españas. Y eso quiere decir que los actores (tanto de la administración, como la empresa como la sociedad civil) centrados en la política doméstica colaboren más con la “burbuja” española de Bruselas para coordinar mejor las posiciones y el impacto (es decir, más España en Bruselas), pero sobre todo que la España minoritaria también haga un gran esfuerzo para introducir en la agenda de la opinión pública y el debate político en España los temas europeos (o sea, más Bruselas en España).
Al final, España conseguirá mayor influencia en la UE solo si los políticos españoles se interesan más por Europa, y estos solo lo harán si buena parte de la población (que al final es la que vota) también lo hace. Para lograr eso, a los que pertenecemos a esta España minoritaria todavía nos queda mucho trabajo por hacer en la tercera cara del poder.
Miguel Otero Iglesias es Investigador principal del Real Instituto Elcano