Cuando la creatividad alcanza su punto de inflexión
El nuevo producto financiero de moda es el CLO, obligación de préstamo con colateral
Todos somos conscientes de la ineludible creatividad humana, y cómo ésta termina filtrándose hasta lo que se conoce como creatividad empresarial. Créanme que aún no sabemos siquiera los límites de ella –y nunca lo llegaremos a saber–, pues como bien define Jesús Huerta de Soto, el concepto en sí se basa en conocimientos que se asentarán en una información que aún no ha sido creada; es el paradigma de la incertidumbre, que no riesgo. Y es por ello que la incertidumbre es mejor y más recompensada que el riesgo.
Convivimos a diario con la incertidumbre y el riesgo. Cualquier decisión importante que adoptamos en nuestra vida tiene un grado de incertidumbre, y con ella vienen acompañadas potenciales y grandes recompensas. Un cambio de trabajo, de estado civil, el nacimiento de un hijo, todos ellos son acontecimientos que generan incertidumbre pero también enormes beneficios. Igualmente, en nuestra vida diaria, tomamos decisiones de riesgo que no implican grandes rendimientos (por ejemplo, un adelantamiento a gran velocidad), pero las tomamos igualmente. En el caso de las inversiones sucede algo similar, fallamos al identificar como iguales incertidumbre y riesgo, cuando son conceptos, en nuestra opinión, diametralmente opuestos.
A la hora de hablar de inversiones, la incertidumbre es la gran fuente de oportunidades. De la imposibilidad de predecir el futuro, de anticipar todos los posibles resultados y variables, y en consecuencia de realizar una correcta formación de precios surgen las oportunidades y los potenciales retornos para el inversor que sepa y pueda convivir con la incertidumbre. Otra cosa es si hablamos de riesgos potencialmente asimétricos, que implican pequeñas recompensas y posibles pérdidas que no compensan los retornos obtenidos.
La cuestión no es buscar la inversión perfecta, pues tarde o temprano todas tendrán puntos fuertes y débiles. La incertidumbre se sitúa a favor de inversiones donde hay muchas más cosas buenas que malas – al menos en términos absolutos – mientras que el riesgo tiende a menospreciar escenarios adversos y se centra en las pequeñas ganancias potenciales.
Dicho de otra forma: el riesgo te expone a pequeñas ganancias y acarrea consecuencias potenciales fatales y la incertidumbre te expone a pequeñas pérdidas y acarrea consecuencias potenciales muy satisfactorias. Son las dos caras de la misma moneda. Centrarnos en la creatividad humana proporciona una herramienta con la que analizar y focalizar nuestra atención en lo que en el mundo anglosajón describe como tipping points o puntos de inflexión.
Estos puntos de inflexión son aquellos capaces de tener consecuencias trascendentales, en este caso en el mercado de activos, a partir de pequeñas señales que constante y sutilmente señalizan una palabra: “Cuidado”.
En los años previos a la crisis de 2008, hubo un producto que marcó la diferencia y que contribuyó a multiplicar el riesgo sistémico entre los diferentes agentes e instituciones del mercado. A los inversores de nuestro país llegó en aquel entonces en forma de MBS (hipotecas respaldadas por activos) y sus respectivos CDO (obligación de pago de crédito). La emisión, colocación y venta de estos productos se multiplicó por 12 veces desde el año 2000.
Por aquel entonces, los CDO ya suponían cerca del 75% de las emisiones vivas de productos estructurados. Hoy, la creatividad humana, consciente del mal nombre y memoria financiera respecto de este tipo de activos, ha creado su nuevo paradigma, donde apenas comenzamos a ver los puntos de inflexión en España, puesto que en EE UU el nuevo producto de moda ya ocupa el 80% de las emisiones vivas de estructurados.
El producto del que hablamos se llama CLO (obligación de préstamo con colateral). La diferencia está en que por aquel entonces, los tenedores en balance de las hipotecas, sabían que existía una clara burbuja de inflación del activo inmobiliario y un nivel salarial que no podría afrontar los servicios de deuda. Hoy, el CLO contiene deuda empresarial y acciones.
Adivinen qué sector no ha aumentado sus ingresos de forma significativa, por lo que peligra gravemente su capacidad de servicio de deuda: las empresas. A modo de anécdota, las empresas de pequeña capitalización en EE UU han pasado de un ebitda de apenas 100 billones de dólares a 190 billones mientras que la deuda ha pasado de 100 billones a la friolera de más de 500 billones.
La creatividad nos muestra el camino.
Thor Vega es analista de inversiones en Gesconsult