Los efectos del cambio de hora enfrentan a los expertos
La utilidad de estos saltos temporales centra la polémica de una práctica más engorrosa que dañina
Este fin de semana vuelve el cambio de hora y con él, la confusión sobre si hay que adelantar o atrasar los relojes, los desajustes en el sueño y, por supuesto, también la polémica. Aunque la Comisión Europea había propuesto eliminar este procedimiento bianual a partir de abril de 2019, finalmente este martes votó a favor de posponer la decisión hasta 2021. El ahorro energético, el impacto medioambiental y el mejor aprovechamiento de las primeras horas de la jornada son algunos de los motivos que se esgrimen a favor de mantener una rutina sobre la que los expertos no acaban de ponerse de acuerdo.
En concreto, el cambio que tendrá lugar en la madrugada del próximo domingo, el que marca el paso del invierno a la primavera e implica una hora menos de sueño, es el que más preocupa al vicepresidente de la Sociedad Española de Sueño (SES), Javier Puertas. “Nos acostamos más tarde, pero también nos levantaremos algo antes, lo que se traduce en una reducción de los ciclos de sueño”, explica. El experto critica que este efecto se una a la falta de descanso que ya de por sí suelen arrastrar la mayoría de los ciudadanos. “Este déficit es una cuestión crónica, lo asumimos como si no tuviéramos más remedio y tratamos de compensarlo durmiendo 12 horas los fines de semana, pero eso no es un patrón saludable, el sueño requiere regularidad”.
La brusquedad del cambio, que Puertas compara con el efecto del jet lag, es el principal motivo de queja. “El ciclo de luz-oscuridad va evolucionando a lo largo del año y el cuerpo se va adaptando, sin saltos, ya que estos no resultan saludables”. Y aunque el directivo reconoce que las personas se adaptan a estos cambios al cabo de un par de semanas, también hace hincapié en que, desde las sociedades científicas, no ven una justificación biológica para llevar a cabo estos saltos. Asimismo, considera que el organismo se adapta mejor al ritmo que siguen las jornadas de los meses más fríos.
Por su parte, el profesor de EAE y miembro de la Comisión Nacional para la Racionalización de los Horarios José Canseco también aboga por la consolidación del horario de invierno. “Nos levantaríamos antes, tendríamos un despertar mucho más natural y un estilo de vida más saludable”, defiende el académico al tiempo que apunta que el ahorro energético es desdeñable y que carece de sentido que en verano no anochezca hasta las 10 de la noche. Por el contrario, considera que los desajustes bruscos en la rutina derivados del cambio de hora producen dolores de cabeza y confusión y, por tanto, van en detrimento de la productividad.
“A todos los países del sur de Europa les conviene más el horario de invierno porque es el que más horas de luz tiene”, continúa Canseco. Paradójicamente, la propuesta de eliminar los cambios partió de Finlandia. Algo que, según el físico y profesor de la Universidad de Sevilla José María Martín Olalla, en realidad tiene más sentido. “Es algo que depende de la latitud, y en países como Finlandia es más sencillo vivir sin variaciones”, explica. Para él, el error reside en dar una respuesta uniforme desde todos los Estados miembros. En países como Australia, Brasil o Chile solo una región de los mismos cambia de huso mientras el resto se mantiene estable, ya que por su ubicación no es necesario hacerlo.
Además, Martín Olalla pone de relieve que, de no variarse el horario, durante los meses de verano, a la hora normal de entrada al colegio o al trabajo, las temperaturas serían demasiado elevadas para estar en la calle. En este sentido, tener un cambio institucionalizado parece más sencillo que la alternativa de que cada uno ajuste individualmente sus propias rutinas. “Algunos querrían entrar antes al trabajo para rendir mejor, pero los niños seguirían empezando las clases a las nueve”, ilustra el físico.
En cualquier caso, Victoria García, del Colegio Oficial de Psicología de Cataluña, comenta que a pesar de los problemas que puedan derivarse de los cambios horarios, o de la ausencia de los mismos, el ser humano es capaz de adaptarse a todo en periodos relativamente cortos de tiempo. “Algunas personas, especialmente los niños o los más mayores, pueden experimentar leves molestias, como cierta incomodidad digestiva o una mayor irritabilidad, pero para la mayoría, los cambios son casi imperceptibles”, explica. Y aunque la psicóloga duda de la utilidad de la medida, recomienda ir adaptándose a los nuevos horarios paulatinamente en los días previos.