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La Premier League, ante el desafío de la escasez financiera

Los derechos de TV cayeron un 16% en la última renovación, y los clubes más ricos pueden apostar por una superliga europea

Sergio Agüero, delantero del Manchester City, marcándole un gol al Watford en un partido reciente de la Premier League.
Sergio Agüero, delantero del Manchester City, marcándole un gol al Watford en un partido reciente de la Premier League.REUTERS

A primera vista, la Premier League inglesa está en su apogeo. Millones de aficionados de todo el mundo ven sus partidos cada semana, y sus 20 clubes generan tantos ingresos como sus rivales españoles e italianos juntos. La mitad de los ocho cuartofinalistas de la Liga de Campeones de este año son ingleses.

Así que puede sonar alarmista decir que la Premier League está en precario a nivel financiero. Pero para los dueños de los clubes, que gastan la mayor parte de su facturación en comisiones de fichajes y salarios, incluso el más mínimo signo de desaceleración provoca palpitaciones. Si a esto se añade que el puesto de CEO de la liga está vacante, la situación se acerca a la de territorio en crisis.

Los lectores de The Club (Hodder & Stoughton), la nueva historia de la competición escrita por Joshua Robinson y Jonathan Clegg, notarán que la situación es espeluznantemente similar a las condiciones que llevaron al nacimiento de la Premier a principios de los noventa. Otra ruptura por arriba parece posible.

La Premier es, con mucho, la liga más popular del mundo, con una audiencia potencial de 4.700 millones de personas en 185 países. En la temporada 1985-86, ni siquiera los aficionados nacionales podían ver el fútbol inglés por TV. El deporte rey estaba envuelto de violencia, burocracia, y propietarios incompetentes que ignoraban estar sentados sobre una mina de oro.

Tres presidentes visionarios, los héroes de The Club, fueron las excepciones. David Dein, del Arsenal; Martin Edwards, del Manchester United; y Irving Scholar, del Tottenham Hotspur, se dieron cuenta de que los derechos de TV del fútbol americano se vendían mucho más caros que los del fútbol inglés. Canales por cable ricos en efectivo, como ESPN, atraían suscriptores con los partidos, y los grandes equipos compartían los ingresos de los derechos, en lugar de repartirlos entre una vasta burocracia deportiva.

Dein y sus colegas reacondicionaron sus estadios con tribunas más grandes y palcos VIP al estilo de EE UU. A principios de los noventa habían formado una coalición dispuesta a romper con las ligas inferiores y vender sus partidos directamente a la TV. Encontraron un amante adinerado, Rupert Murdoch, que necesitaba contenido exclusivo para su nuevo operador por satélite, BSkyB. Aceptó pagar 60 millones de libras por temporada, casi seis veces más que el acuerdo anterior con ITV.

Los valores de los derechos se dispararon a medida que crecían los suscriptores de Sky y sus rivales se unían a la contienda. En 2015, Murdoch y la teleco BT acordaron pagar 1.700 millones de libras (2.000 millones de euros) por temporada por los derechos domésticos. La bonanza convirtió los clubes en empresas multimillonarias: las acciones de los 20 clubes principales subieron entre 1992 y 2018 un 10.000%, hasta alcanzar los 12.000 millones de euros –según Clegg y Robinson–, con la ayuda de dueños derrochadores, como Roman Abramovich, del Chelsea. Los sueldos de los jugadores se dispararon: el salario anual del delantero del Tottenham Harry Kane habría comprado una participación de control en su club en los años ochenta.

Los días de gloria se acabaron abruptamente el año pasado, cuando Sky redujo su desembolso anual en un 16%. Los dueños con objetivos financieros no pueden soportar esta ralentización, ya que obtienen pocos beneficios de las operaciones diarias. Los Big Six o Seis Grandes –Manchester United, Manchester City, Arsenal, Chelsea, Liverpool y Tottenham– tuvieron en promedio un rendimiento anualizado del capital invertido de solo el 6% en los últimos tres años, según nuestro análisis.

Los propietarios dependen, por tanto, de la subida del valor del capital. El United, que cotiza en Bolsa, lo hace en un múltiplo de unas cuatro veces las ventas a plazo. Para estar a la altura, debe elevar los ingresos a un ritmo mucho más rápido que el monótono 1,5% de 2018. Eso significa mirar a China y América. Los Big Six han contratado a decenas de directores comerciales y de marketing para cerrar acuerdos de patrocinio en el extranjero. El United cuenta ahora con un “socio oficial de colchones y almohadas” y otro “de lubricantes de aceite”, ninguno de los cuales tiene su sede en Europa.

Esto plantea un par de problemas. Primero, nadie parece querer la dura tarea de negociar la próxima ronda de derechos en 2021: tres ejecutivos de televisión han rechazado la vacante de CEO de la Premier, según varios medios.

En segundo lugar, la globalización del fútbol aumenta los desequilibrios dentro de la liga. Mientras que los aficionados de Vietnam o Canadá ven con alegría al Manchester City y al Liverpool, están menos interesados en el Burnley o el Huddersfield Town. Sin embargo, la fórmula de financiación relativamente igualitaria de la Premier hace que ningún equipo puede recibir más de 1,8 veces la cantidad de ingresos de TV que recibe el que gana menos. En España, el Barcelona se llevó a casa el año pasado 3,6 veces más que el último equipo de LaLiga.

Los Big Six plantean con frecuencia la posibilidad de una ruptura para aumentar su poder de negociación, escriben Robinson y Clegg. Una opción modesta sería jugar unos cuantos partidos en China cada año. O bien, los mejores equipos podrían unir sus fuerzas con los mayores clubes europeos para formar su propia superliga. Eso puede parecer demasiado drástico. Pero como muestra la historia de los primeros años de la Premier, el fútbol inglés tiende a ir detrás del dinero.

Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías

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