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La filosofía busca sitio en el mundo laboral

Un reciente estudio sitúa al experto en ética de datos entre los perfiles más buscados

GETTY IMAGES
Pablo Sempere

De la facultad al paro o a trabajos que poco o nada tienen que ver con su formación. Este camino, tan común para tantos universitarios, se ha vuelto mucho más aciago, si cabe, para los titulados en Filosofía, una de esas ramas que junto a la Filología, la Historia del Arte, la Historia o las Bellas Artes conforman el grupo de disciplinas con peor futuro laboral. Según un reciente estudio de Randstad Professionals, todas estas carreras cuentan con una tasa de desempleo que oscila entre el 35% y el 45%. Sin embargo, parece que las tornas irán cambiando para algunos de ellos.

Cerca de un 10% de los graduados españoles sale de las facultades de Letras y Filosofía, según datos del Ministerio de Educación y Formación Profesional. Y los que estudian el pensamiento y la razón empiezan a llamar la atención de las grandes empresas, según varios expertos en carreras profesionales y nuevos trabajos. Aunque “las ofertas de empleo que buscan estos perfiles siguen siendo anecdóticas”, reconoce Valentín Bote, director de Randstad Research, se atisba un cambio de rumbo. El camino que han tomado muchas compañías, relacionado con las posibilidades y riesgos que ofrecen tecnologías como el big data o la robótica y con la gestión de personas en la era digital, es el que está impulsando esta transformación.

Así lo confirma Pilar Llácer, responsable de carreras profesionales en EAE Business School y filósofa de formación: “La filosofía no solo es la historia y el pensamiento de los principales autores. Hay muchos más contenidos que se estudian en la carrera y que pueden ser muy útiles para el mundo empresarial”, señala.

Uno de ellos es el estudio de la lógica y la lógica difusa. “Nosotros tenemos tres cursos de lógica, que en esencia es programación pura y dura. El diseño de algoritmos y las reglas de programación se hacen en base a ella. Únicamente se cambian las letras por números”, ilustra Llácer. Otro de esos contenidos, continúa, es la lógica binaria, que tiene mucho que ver con los operadores booleanos, utilizados principalmente en la programación, la estadística, la electrónica o las matemáticas. “Para entendernos”, dice Llácer, “son los condicionales que determinan cómo debe funcionar una consulta en Google. Puedes buscar una cosa u otra, una cosa y otra, una cosa y no otra, etcétera”.

Pero hay más. Los filósofos, asegura, tienen grandes nociones de antropología, muy útil en la gestión de personas. Y, sobre todo, cuentan con conocimientos en ética, una rama que irá ganando peso a medida que las empresas empiecen a preocuparse más por su impacto social y por su reputación. Por todo esto, apunta Llácer, esta rama será una de las más demandadas a medio y largo plazo. El informe Epyce 2018,presentado hace dos semanas por EAE y por la Asociación Española de Directores de Recursos Humanos, situaba al experto en ética de datos y privacidad como uno de los perfiles con más proyección de futuro junto al experto en blockchain. “Es algo que dicen los directivos de las grandes empresas, no nosotros”, recuerda Llácer.

Donde llevan ya un tiempo aterrizando todas estas habilidades e ideas es en el Instituto de Filosofía del CSIC. “Trabajamos las conocidas como líneas de ética aplicada y los estudios de ciencia, tecnología y sociedad”, explica Mario Toboso, científico titular de estae área en el centro. Este tipo de disciplinas tratan de superar la filosofía tradicional y persiguen una reflexión crítica acerca de todo lo que está sucediendo en el mundo, “como la energía nuclear, los transgénicos, los datos, el género, la tecnología, la brecha digital... Son aspectos que los filósofos tradicionales no estudiaron y que, por ello, necesitan de una reflexión”.

Uno de los proyectos en los que esta institución trabaja, junto al Instituto Cajal del CSIC, es Inbots, una iniciativa europea que investiga la incidencia de la robótica en el mercado laboral y en la que participan hasta 25 organismos del continente. En estos macroproyectos, señala Toboso, es obligatorio que uno de los paquetes de trabajo se dedique a examinar las implicaciones éticas y sociales. “Es algo que también sucede, por ejemplo, con el genoma humano”.

El auge de la robótica, prosigue Toboso, precisa de esta pausa. Se habla mucho, por ejemplo, de la revolución que supone la robotización del empleo, pero poco del impacto que para una plantilla va a suponer verse menguada. “Estamos desarrollando robots para cuidar a personas mayores cuando tenemos cuidadores de verdad. Son paradojas que nos toca plantear, aunque muchos tecnólogos las vean como una amenaza”.

Los filósofos también están, añade Toboso, para dar un poco de pausa y tranquilidad al ajetreado sector empresarial. “Por eso, desde esta disciplina hemos desarrollado el principio de precaución: si no sabes cómo va a acabar algo, mejor páralo antes de seguir adelante, porque puede haber consecuencias serias detrás”. Ese parón, continúa, es necesario para las empresas y el capital, que funcionan a unos ritmos mucho más rápidos que los del resto de la sociedad. “Se ha acelerado la temporalidad, pero el tiempo que exige el análisis es mucho más lento. Esto es problemático, y la labor del filósofo es pensar hacia qué mundo vamos para evitar esas teorías distópicas que vivimos actualmente”.

Otro de los centros que trabaja en líneas de ética con las empresas es la Universidad Jaume I de Castellón. Domingo García-­Marzá, catedrático de Ética, lleva ya 30 años en este departamento, que sirve también como una suerte de consultora para compañías. “Llevamos mucho tiempo presentes en los comités de bioética de los hospitales, por ejemplo”. Ahora, además, están abriendo su espectro a otros sectores, “y nos piden intervenciones relacionadas con los datos o la inteligencia artificial. Sobre todo para crear una cultura más allá de la propia ley, que vaya más allá de las normas”. Ocurre, cuenta García-Marzá, que a día de hoy surgen con cada vez más rapidez temas complejos en los que las fronteras no están delimitadas. “Es aquí donde nuestra labor es necesaria, ya que sentamos un precedente en los límites que éticamente no deben sobrepasarse, con o sin ley”.

En ese sentido, recalca Luis María Cifuentes, doctor en Filosofía por la Universidad Complutense de Madrid y miembro de la Sociedad Española de Profesores de Filosofía (Sepfi), “la filosofía ayuda a optimizar y dar sentido a decisiones que nacen en la empresa, muchas veces tomadas bajo una lógica mercantilista, de dinero inmediato y de reflexión escasa”. Esta disciplina, prosigue el docente, también pone a las personas en el centro, algo a valorar en estos tiempos en los que “los trabajadores y su bienestar han quedado relegados a un segundo plano en buena parte del mundo laboral”.

La universidad va despacio

Pese a todas las posibilidades que la filosofía ofrece, destaca Pilar Llácer, desde las universidades sigue habiendo, por lo general, una falta de orientación hacia lo que hay fuera de la facultad. “El profesorado está muy enfocado a los temas de siempre y la investigación y las tesis se centran, hablando mal y pronto, en la quintaesencia de Platón”. Es algo, añade, que sucede en muchas otras carreras, pero que quizá en las Humanidades puras tiene muchas más consecuencias.

Para dotar a esta rama de mayor presencia en el día a día, en el curso 2013-2014 vio la luz el grado en Filosofía, Política y Economía, impartido de forma conjunta entre las Universidades Autónoma de Barcelona, Autónoma de Madrid, Carlos III de Madrid y Pompeu Fabra. “Nació con el objetivo de crear sinergias, con la premisa de que un mundo como el actual difícilmente puede abordarse desde una sola disciplina”, cuenta Miquel Salvador, decano de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UPF. Hasta ahora, apunta, la acogida ha sido muy buena. La nota de corte, para contextualizar, supera los 12 puntos sobre 14, mientras que el grado en Filosofía, en función de la universidad, oscila entre los 5 y los 6 puntos.

El objetivo del título, comenta Salvador, es dotar a los estudiantes de una perspectiva a largo plazo, ya que “la filosofía, en cuanto a reflexión sobre conceptos, valores y elementos, trasciende de aproximaciones más operativas, concretas o cortoplacistas”. Este cambio en el modelo universitario, reconoce Valentín Bote, es primordial para que la filosofía pueda calar realmente en las empresas. “Algo así está sucediendo en las facultades estadounidenses, más avanzadas en este sentido”, indica el directivo de Randstad. Pilar Llácer, por su parte, confía: “Los cambios son rápidos. Una carrera como Matemáticas hace seis años era de las que menos demanda tenía y ahora se la rifan”. No obstante, coinciden Mario Toboso y Luis María Cifuentes, el compromiso debe ser real y no una estrategia de imagen, ya que desde el marketing hablar de filosofía en la empresa “es algo muy beneficioso”.

Sobre la firma

Pablo Sempere
Es redactor en la sección de Economía de CINCO DÍAS y EL PAÍS y está especializado en Hacienda. Escribe habitualmente de fiscalidad, finanzas públicas y financiación autonómica. Es graduado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid.

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