¿Por qué regular el 'blockchain' y las criptodivisas ahora?
Empresas y Gobiernos deben elegir entre liderar el cambio o ser simples espectadores
En septiembre de 2017, Jaime Dimon, CEO de JP Morgan, afirmó que las criptomonedas eran un fraude. Un año y medio después, JP Morgan se ha convertido en el primer banco en lanzar su propia criptomoneda, el JPM Coin. Otras entidades financieras siguen explorando el mundo cripto, como es el caso de Santander desde que invirtiera y comenzara a usar Ripple en 2016.
La industria financiera está fuertemente regulada. Tradicionalmente, los reguladores y los bancos han favorecido la promoción del statu quo, mostrando poca voluntad para abrir la industria a nuevas formas de competencia. En los últimos años, sin embargo, tanto los reguladores como los bancos han cambiado su actitud y han empezado a adoptar una posición más abierta respecto a la regulación, influenciados por las nuevas demandas de los clientes.
Los reguladores se están abriendo incluso a algunas de las innovaciones más disruptivas, con casos como el de Malta, que ha desarrollado un marco integral para regular el mundo cripto, y está desarrollando uno para regular la inteligencia artificial. Varios países europeos están trabajando conjuntamente para seguir el camino de Malta a través de la Autoridad Europea de Valores y Mercados (ESMA, por sus siglas en inglés), con países como Francia haciendo presión para obtener resultados cuanto antes. ¿Por qué regular el blockchain y las criptomonedas ahora?
A día de hoy, la valoración de mercado de las criptomonedas está alejada de los máximos alcanzados en diciembre de 2017, habiendo perdido el 80% de su valor en el caso del bitcóin. Ahora que la fiebre especulativa que rodeó las criptomonedas se ha enfriado, es buen momento para dar un paso atrás y recordar sus fundamentos. Las criptomonedas y el blockchain, la tecnología detrás de ellas, están aquí para quedarse.
El blockchain es una tecnología revolucionaria, ya que permite intercambiar valor directamente entre dos partes desconocidas sin que exista un intermediario, reemplazando la confianza en el intermediario por la confianza en el código. Basada en teorías de incentivos y en técnicas criptográficas, las redes blockchain son, por naturaleza, confiables, distribuidas, no hackeables y privadas, entre otras cualidades.
El bitcóin, que llegó a alcanzar una capitalización de más de 300.000 millones de dólares, nunca ha llegado a ser hackeado a pesar de no contar con un organismo de gobierno centralizado. La naturaleza distribuida y descentralizada del blockchain significa que nadie lo posee y, sin embargo, cualquiera puede usarlo y ayudar a su funcionamiento.
Gracias a sus características, el blockchain permite crear alternativas a los sistemas económicos y sociales tradicionales. Hasta ahora las startups han sido las que han promovido nuevos modelos, desarrollando propuestas de valor basadas en tokens, algunas de ellas con el objetivo de desintermediar grandes industrias. Las plataformas y modelos colaborativos “tradicionales”, como AirBnb, Uber o Blablacar, actúan como meros agregadores de oferta y demanda ya que necesitan una autoridad central para establecer confianza y coordinar la actividad de los participantes.
El blockchain, sin embargo, permite crear plataformas verdaderamente colaborativas dadas sus características intrínsecas (descentralizado, criptográficamente seguro, accesible globalmente y fuente única de información compartida), en donde los usuarios son también los dueños, participando en la toma de decisiones de la compañía y capturando el valor que generan con su actividad.
Otro aspecto importante es la privacidad de nuestra navegación. En una época en la generamos millones de datos con nuestra actividad en internet, el blockchain tiene la capacidad de devolver la propiedad, el control y la monetización de los datos a los usuarios, restando poder a las grandes empresas y Gobiernos que hoy día se nutren de ellos.
Un ejemplo interesante es Brave, navegador creado por Brendan Eich, fundador de Mozilla y JavaScript. Brave permite bloquear la publicidad y los trackeadores de navegación a los usuarios. Los usuarios pueden decidir recibir publicidad, por la que reciben un pago en BAT, la criptomoneda nativa de Brave, y hacer pagos a sus webs favoritas si lo desean.
Otro ejemplo es 2gether, neobanco fundado por emprendedores españoles, que devuelve al cliente parte de los ingresos que genera al operar en su marketplace financiero, haciéndolo en su criptomoneda propia, el 2GT.
Pero, ¿cómo surgen estas startups? Muchas de ellas consiguen financiación a través de campañas de crowdfunding ejecutadas sobre blockchain. La diferencia con un crowdfunding tradicional es que ahora los inversores pueden recibir la criptomoneda propia en vez de capital, moneda que luego pueden vender en mercados organizados (exchanges) con un nivel de liquidez hasta ahora impensable para los inversores en startups. Brave, por ejemplo, consiguió captar 35 millones de dólares en menos de 30 segundos para desarrollar su plataforma a través de este método en 2017.
El blockchain, sin embargo, no está considerado como una tecnología disruptiva, sino como tecnología fundacional, que va a cambiar las bases de cómo funcionan la economía y la sociedad, de forma similar a como lo hizo internet. En la década de los noventa, los ejecutivos con visión de futuro trabajaron duro para entender internet y cómo afectaría a sus negocios para liderar el cambio que se aproximaba. Ahora, el blockchain y las criptomonedas están habilitando otra generación de internet, el “internet de valor”, y las empresas y los Gobiernos deben elegir entre abrazar el blockchain y liderar el cambio desde dentro, o ser simples espectadores.
Ramón Ferraz es CEO de 2gether