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A Fondo
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

España pasa de la productividad

No es posible que no haya creado aún un consejo específico, como recomienda la UE

GERALT (PIXABAY)
Joaquin Maudos

Cómo es posible que siendo la baja productividad uno de los principales y graves problemas de la economía española todavía no se haya creado un consejo sobre la productividad, tal y como recomendó en 2016 la Comisión Europea en un informe firmado conjuntamente por la propia Comisión, el Consejo Europeo, el Parlamento Europeo, el BCE y el Eurogrupo? Es preocupante constatar que en el informe de la Comisión Europea del pasado 27 de febrero dirigido al Consejo Europeo, España no está en la lista de los 10 países de la eurozona que han creado ese consejo. Aunque sí está en la lista de los que han anunciado su intención de crearlo en el futuro, no basta. De hecho, en el anexo de ese informe, cuando aparece España, aparecemos como “A crear, aunque sin concretar fecha”.

Como afirma la Comisión, la productividad es el principal motor de la prosperidad y el crecimiento de la renta, siendo también importante desde el punto de vista del bienestar y la desigualdad. Cuando hablamos de productividad ponemos el foco en el medio y largo plazo, por lo que son las llamadas reformas estructurales las importantes para que una economía gane productividad, en beneficio no solo de las generaciones presentes, sino también futuras. Si la productividad crece, mejora todo: aumenta la competitividad de las empresas; se pueden pagar mejores salarios sin que aumenten los costes laborales unitarios; aumenta la empleabilidad de las personas disminuyendo la tasa de paro; exportamos más, y por tanto aumenta nuestra capacidad neta de financiación frente al exterior (lo que permite reducir nuestra abultada deuda externa); si aumenta el empleo y los salarios, aumentan las cotizaciones sociales que tanta falta le hacen a nuestro “tocado” sistema de pensiones; etc.

Como han analizado recientemente la Fundación BBVA y el Ivie en su último Esenciales, la productividad total de los factores (indicador que mide la productividad conjunta en el uso del trabajo y el capital) de la economía española ha caído un 10,5% desde 1995. Un dato más que preocupante teniendo en cuenta que en casi 25 años, no es que la productividad apenas haya mejorado, sino que ha caído, a diferencia del crecimiento del 4,5% de la UE en el mismo periodo.

La visión es igual de preocupante viendo nuestros pobres resultados en términos de productividad del trabajo (por hora trabajada), que desde 1995 ha aumentado en España un 17,5%, muy por debajo del 30,7% de la eurozona y del 37,1% de la UE. De esta forma, nos hemos alejado del nivel de productividad de otras economías más desarrolladas. Por ejemplo, frente al área del euro, nuestra productividad del trabajo es un 18,7% inferior, cuando en 1995 la brecha era la mitad (9,6%). Con estas cifras, no es de extrañar que nuestro PIB por habitante sea un 19,2% inferior al de la Unión Económica y Monetaria.

En este contexto, debería ser una prioridad, máxime en España, crear ese consejo independiente de productividad donde las instituciones y expertos en la materia aportaran sus estudios y reflexiones para identificar las barreras que han impedido durante décadas que la productividad mejore en nuestra economía. Solo identificando esas barreras es posible diseñar las necesarias reformas estructurales.

Es preocupante y lamentable que ninguno de los Gobiernos que ha habido en España desde la recomendación del Consejo Europeo a los países del euro en 2016 haya puesto en marcha el consejo de productividad, a diferencia de otros muchos países cuyos consejos ya han publicado informes anuales y han participado activamente y organizado debates, conferencias, etc. sobre esta cuestión.

Es igual de preocupante que España, por carecer del consejo de la productividad, no participe en los encuentros organizados por la Comisión Europea reuniendo a consejos existentes, teniendo en cuenta que en esa red de consejos se intercambian experiencias y buenas prácticas.

Los beneficios de contar con un consejo de productividad son enormes, ya que sus recomendaciones serían la base de las reformas estructurales a implementar para ganar competitividad. Además, la experiencia de otros países es que son entidades con una elevada reputación que influyen en los debates. Y de esto tenemos una buena experiencia en España: la autoridad independiente de responsabilidad fiscal (Airef), creada por el Gobierno pero por iniciativa de la Comisión Europea, goza de un merecido prestigio y cumple un papel fundamental en el control de las cuentas públicas, al igual que los estudios que elabora.

Ahora que estamos ya de campaña electoral, sería una gran noticia ver que los partidos políticos (ojalá todos) incorporen en sus programas la creación del consejo de la productividad (y se comprometan a ello), y no solo por seguir la recomendación del Consejo Europeo, sino porque es más que necesario viendo el problema endémico de productividad que tiene nuestra economía. Y esos programas deberían apuntar hacia reformas estructurales que mejoren la productividad. La lista ya la ha hecho la Comisión Europea: más esfuerzo innovador, mejoras en los niveles educativos, buen funcionamiento del mercado de trabajo, aumentar la competencia en los mercados de productos, mejoras en el acceso a la financiación, y hacer un entorno propicio para los negocios.

Joaquín Maudos es catedrático de la Universidad de Valencia, director adjunto del Ivie y colaborador del Cunef

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