Invertir en sostenibilidad y con ética a través de fondos
La principal dificultad no es la rentabilidad, sino hallar el producto adecuado a cada perfil
Siempre ha habido personas y entidades interesadas en que el dinero se invierta de manera responsable para que tenga un impacto positivo en la sociedad o, como mínimo, que no cause perjuicio. Antes de que las Naciones Unidas promovieran en 2005 unos principios de inversión responsable con especial hincapié en el cuidado del medio ambiente y en el respecto a los derechos humanos, ya había gestoras como Candriam (convicción y responsabilidad en la gestión de activos) que se fundaron con el objetivo de aunar buena gestión y conciencia social.
Robeco Sam es otra de las gestoras que nacen con el enfoque específico de inversiones de sostenibilidad. Ambas gestoras reclaman ser las pioneras en inversión responsable, y con sólo un año de diferencia en su fundación, se podría decir que lo son las dos. DPAM y otras gestoras del norte y centro de Europa, también han tenido en cuenta el cuidado del medio ambiente y la responsabilidad social en su forma de gestionar, al menos para una parte de sus fondos, incluso antes de que las Naciones Unidas impulsara los citados principios y adoptara la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible.
Actualmente no hay casi ninguna gestora que no se haya preocupado por tener, dentro de su gama, fondos ASG, ISR, ESG o cualquiera de los múltiples acrónimos con lo que se denomina a los fondos que se gestionan con criterios medioambientales y/o de responsabilidad social y/o con control sobre el gobierno corporativo. También han surgido varias entidades para proveer información e incluso una clasificación o rating sobre las compañías que cumplen estos criterios o principios de inversión. Aunque, según me he documentado, todavía no hay análisis de todas y cada una de las más de cuarenta mil compañías que cotizan y/o emiten bonos. Por nombrar algunas están: Sustainalytics, Oekom, Reprisk, Trucost o Sigwatch.
Aunque la mayoría de los principios sean universales, los diferentes inversores dan más importancia a unos criterios frente a otros según sus particulares convicciones. El respeto a los derechos humanos y la sostenibilidad del planeta, suelen ser los más ponderados. Otros, aunque influyen a amplios grupos, pueden ser menos restrictivos: la inversión en tabaco, alcohol, juego o energía nuclear, etc. La lista de criterios a vigilar es bastante larga, incluso dentro del mismo tema puede haber matices, por ejemplo, en el caso de las armas se distingue entre diferentes tipos de estas. También parece que las entidades que analizan y dan ratings usan diferentes metodologías con resultados que son a veces algo diversos, seguramente influidos por los criterios más valorados por sus clientes. Pero todo esto puede generar cierta confusión y no estaría mal que la industria de fondos se pusiera de acuerdo para generar criterios homogéneos y claramente detallados que ayuden a los inversores en su toma de decisiones.
Otro ejemplo que ha generado complejidad en su aplicación es la lucha contra la contaminación y el cambio climático. Lo más evidente es evitar los combustibles fósiles y es fácil ver excluido el carbón, pero algunos inversores igual se sorprenden si ven fondos denominados “sostenibles” con algunas petroleras en cartera. La justificación puede ir desde que el mundo todavía no está preparado para vivir sin petróleo, a que la inversión está siendo activista, es decir la gestora tiene suficiente posición como para influir en la gestión de las compañías en las que invierte y acabar haciéndolas más limpias.
El número de productos responsables o “éticos”, aunque todavía no es grande, es cada vez mayor, por lo que próximamente se podrá elegir entre una gama relevante. Alguno de estos fondos empiezan a tener un histórico suficiente para medir si tienen una relación rentabilidad/riesgo adecuada.
A pesar de la obsesión que tienen algunas gestoras para resaltar que invertir con criterios sostenibles y éticos no resta rentabilidad e incluso puede llegar aumentarla, lo que nos encontramos las entidades que nos dedicamos a asesorar es que los inversores con una elevada conciencia sobre determinados temas, anteponen sus principios a la rentabilidad y estarían dispuestos a ganar menos.
El mayor problema que yo me he encontrado al seleccionar fondos de inversión responsables no es la rentabilidad, sino cómo buscar los que más se adaptan a los diferentes criterios que preocupan a cada inversor y, sobre todo, una lista de compañías que cumplan o incumplan dichos criterios. Para analizar fondos, los profesionales usamos, entre otras herramientas, Morninstar Direct y nos encontramos algunas dificultades, una de ellas es que hay fondos que no tienen rating ESG, otra es que su clasificación no es totalmente congruente con la información que nos proporcionaban otras fuentes. Por ejemplo, algunos fondos cuyo nombre hace clara alusión a inversión sostenible sólo tienen rating medio de Sostenibilidad por Morningstar. Preguntadas las gestoras de dichos fondos nos dijeron que dependía del factor (medioambiente, derechos humanos, respeto a los animales, etc.) al que diera más peso Sustainalytics, otras nos dijeron que en su opinión no era correcto y otras que estaban haciendo una inversión activista en algunas compañías y que el impacto sería mejor que simplemente una exclusión. Sin embargo, favor de Morningstar tengo que decir que luego da un rating por criterios concretos que puede ayudar algo más.
A pesar de todo lo anterior, los asesores tenemos los medios para averiguar si su cartera es respetuosa con sus principios. Tanto si en el nombre de los fondos aparece claramente estos objetivos como si no, pregunte usted, depende de todos que en el futuro tengamos un mundo mejor.
Marta Díaz-Bajo es Directora de análisis de fondos de atl Capital