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El fervor de los inversores activistas se enfrenta a algunos obstáculos

Están captando objetivos mayores y de mayor perfil, pero los grandes accionistas son más exigentes y el capital privado puede hacerse fuerte

Los inversores activistas son más grandes y están más ocupados, pero se enfrentan a corrientes difíciles en 2019. Esta fue la conclusión de los debates sobre el tema organizados por Breakingviews Predictions este mes. Los inversores están captando objetivos mayores y de mayor perfil, como demuestran las recientes campañas en empresas como Pernod Ricard, Barclays y United Technologies. Pero los grandes accionistas son cada vez más exigentes, y el capital privado puede hacerse fuerte.

No hay duda de que los activistas son más activos. El año pasado atacaron un récord de 226 empresas, desplegando 65.000 millones de dólares de capital, según un estudio de Lazard. La mayor parte sigue estando en Estados Unidos, donde expresivos veteranos como Carl Icahn intervinieron en la propuesta de compra de acciones de seguimiento de VMware por parte de Dell Technologies, y Dan Loeb, de Third Point, luchó por nombrar consejeros para el consejo de Campbell Soup.

Pero casi una cuarta parte de todas las campañas activistas se desarrollaron en Europa. Elliott Advisors superó al grupo francés de medios de comunicación Vivendi en su batalla por colocar nuevos consejeros en Telecom Italia, mientras que Sherborne Investors, de Edward Bramson, presionó a Barclays para que redujera la escala de su banco de inversión, hasta ahora sin éxito.

El paso del activismo al mainstream se refleja en la voluntad de los inversores de enfrentarse a multinacionales que antes habrían sido consideradas intocables. Cuando se les pidió que predijeran qué empresa cotizada en Bolsa tendría más probabilidades de enfrentarse a una campaña activista este año, la mayoría de los asistentes a los eventos Breakingviews Predictions en Nueva York, París y Londres votaron por Apple, Renault y Deutsche Bank, respectivamente.

Esto es posible en parte porque los grandes inversores institucionales se están volviendo más activos, a menudo entre bastidores. “No son cobardes, pero no quieren expresarlo, y están dando voz o voto a un activista en su nombre”, dijo Sebastien Bazin, consejero delegado de AccorHotels, al público de París.

Los cambios más generales en el panorama de la inversión también ayudan. A primera vista, cabe esperar que el flujo de dinero hacia los fondos de seguimiento de índices haga que los accionistas sean más pasivos. Pero gigantescos gestores de activos como BlackRock y State Street están ejerciendo su poder de voto. En realidad, esto simplifica la vida de los activistas, dijo Anne-Sophie d’Andlau, cofundadora del inversor activista CIAM, a la audiencia de Londres: los accionistas que promueven el cambio ahora solo tienen que persuadir a un puñado de grandes grupos para que los apoyen.

Mientras tanto, las casas de fondos tradicionales, bajo la creciente presión para justificar sus honorarios, se están volviendo más asertivas. Lazard considera que casi un tercio de los 131 fondos que participaron en las campañas de activistas el año pasado fueron principiantes, como se les denomina.

El creciente interés por impulsar el valor de los patrimonios está atrayendo la atención de otras áreas de las finanzas. Algunas empresas dedicadas a comprar compañías se presentan como una alternativa más amigable que los a veces agresivos activistas. Se están viendo “compañías realmente interesadas en comprometerse con el capital privado cuando temen la entrada de activistas”, dijo Jon Winkelried, coconsejero delegado del capital riesgo TPG, en el evento de Nueva York.

Sin embargo, las empresas –y sus accionistas– también están bajo una presión creciente para mirar más allá del desempeño financiero. El trato a los empleados y los clientes, el cumplimiento de las normas ambientales y la responsabilidad social general están sometidos a escrutinio.

Estos objetivos pueden entrar en conflicto con las preo­cupaciones de inversión a corto plazo, en particular cuando los activistas están presionando a las empresas para que recorten los costes o se desprendan de las empresas con bajo rendimiento.

La amarga lucha de Elliott en 2017 con el fabricante de pintura Akzo Nobel llevó al nuevo Gobierno holandés a proponer reforzar las protecciones corporativas. La ley Florange francesa concede a los inversores el doble de derechos de voto si han mantenido sus acciones durante más de dos años.

Pero estos factores no neutralizan completamente a los inversores activistas. Algunos fondos mantienen sus acciones durante mucho tiempo, desafiando su imagen popular de que buscan una subida a corto plazo antes de vender. Y los activistas señalan que su deseo de mejorar la gobernanza de las empresas que cotizan en Bolsa está en sintonía con la moda más general de los fondos ESG, que filtran las posibles inversiones de acuerdo con criterios medioambientales, sociales y de gobernanza.

Con todo, al igual que todos los gestores de dinero, los activistas deben, en última instancia, ofrecer beneficios a sus inversores. Y aquí el panorama sigue siendo mixto. El índice de activistas recopilado por Hedge Fund Research ha bajado un 7,4% en los últimos 12 meses, por debajo del S&P 500. Esto oculta una amplia variedad de resultados, tanto de rendimientos superiores a la media como inferiores. Para que los inversores activistas sean aún más grandes y estén más ocupados, tendrán que obtener los mismos resultados que exigen a sus objetivos.

Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías

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