Economía social y empresas tecnológicas
Hay que potenciar, de alguna manera, que el capital riesgo se sienta atraído por el sector social
Las empresas tecnológicas han supuesto una revolución por los cambios económicos y sociales que han introducido, dada su capacidad para dar solución a las nuevas necesidades que demanda la sociedad o resolver aquellas que estaban insatisfechas. Por otra parte, la economía social en España es un sector diferenciado de la economía que se ve amparado por el poder político y social, sea del signo que sea, y que cuenta con una normativa legal.
Si juntamos estos dos sectores, nos encontramos con empresas de economía social de base tecnológica, que representan aproximadamente un 7% de las empresas tecnológicas: se concentran en actividades relacionadas con el turismo, el sector cultural, así como en servicios de investigación y desarrollo en ciencias naturales y técnicas. Tienen muy baja representación (solo el 0,9%) en las empresas relacionadas con la informática y las telecomunicaciones, y sus principios sociales siempre se traslucen: hay una mayor representación femenina; un mayor porcentaje de personas con discapacidad y menores brechas salariales.
Para la economía social sería estratégico aumentar su presencia específica en el sector tecnológico porque aumentaría sus tasas de crecimiento y propiciaría la presencia de esta fórmula económica en nuevos sectores y mercados. De esa manera, aumentarían su implantación geográfica y atraerían al nuevo talento joven y emprendedor, propiciando nuevas innovaciones en las organizaciones y en las redes comerciales de la economía social. Además, aumentaría su ratio de contribución al PIB. ¿Qué se debería hacer para conseguir esa mayor presencia? Lo primero, conseguir que los nuevos emprendedores tecnológicos tengan en consideración a cualquiera de las fórmulas de la economía social como alternativa a las sociedades de capital tradicionales. También habría que actuar sobre el propio origen del emprendimiento. El sistema educativo, los centros de formación profesional de grado superior y las universidades deberían contar con asesores sociales que permitieran a sus alumnos conocer estas fórmulas societarias.
Hay que aprovechar el perfil del nuevo emprendedor: jóvenes con valores y principios que quieren organizar sus empresas desde una perspectiva más democrática, más participativa, potenciando los valores sociales y teniendo en cuenta su impacto social. Igualmente es fundamental que estas empresas consigan financiación. En sus etapas iniciales necesitan una elevada financiación, porque suelen carecer de los ingresos suficientes que requiere su puesta en funcionamiento.
En su periodo de expansión sus necesidades de capital se hacen aún más necesarias y urgentes. Las empresas de economía social suelen encontrar mucha dificultad para conseguir capital riesgo, tanto por el desconocimiento de este este tipo de capital de las fórmulas sociales, como por su deseo de mantener el control de las empresas y la toma de decisiones.
Hay que potenciar, de alguna manera, que el capital riesgo se sienta atraído por el sector social: conseguir fuentes alternativas de capital (crowdfunding, préstamos participativos, etc.) o crear instrumentos de inversión propios para este sector.
Alicia Neira es abogada de Neira Abogados