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Qué frena la celebración de más bodas de lujo en España

Las organizadoras de los enlaces más exclusivos sortean muchos obstáculos Las trabas administrativas dificultan que el país se convierta en un gran destino

Boda organizada por Sí Quiero, empresa de Sira Antequera.
Boda organizada por Sí Quiero, empresa de Sira Antequera. El Marco Rojo.

Cerrar un pueblo entero, la Casa Batlló de Gaudí o un castillo. Colgar lámparas de araña de dos metros en mitad de un bosque. Traer a los artistas internacionales más codiciados para que den un concierto en directo. Las posibilidades a la hora de organizar una boda de lujo son infinitas. Para los novios, el dinero no es un problema y no aceptan un “no” por respuesta. Quieren una boda totalmente personalizada, que transmita a los invitados quiénes son, y sobre todo, que les deje con la boca abierta. Y sin embargo, no son pocos los malabarismos que deben hacer quienes se encargan de la compleja organización de estos eventos en los que nada puede fallar.

“Al cliente de lujo nunca le puedes decir que algo no se puede hacer”, reconoce Emy Teruel, pionera y todo un referente en el sector de las ceremonias de lujo. No es para menos, esta weddingplanner experta en las “bodas de alta costura” maneja unos presupuestos mínimos de boda de en torno a 100.000 euros, aunque asegura que con parejas extranjeras que vienen a casarse a España el importe se puede multiplicar por cuatro o por cinco, hasta los 500.000 euros. Sus clientes son empresarios, deportistas, hijos de cónsules o diplomáticos. Una parte son españoles, pero muchos provienen de fuera: americanos, ingleses, árabes y hasta indios.

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“Te piden tirar fuegos artificiales, pero no puedes porque ello infringe la normativa antiincendios, así que tienes que proponer otra cosa, por ejemplo un videomapping”, una técnica de realidad virtual proyectada sobre fachadas que está en auge desde hace unos años. Parte de la exclusividad que Teruel vende en sus “bodas de alfombra roja” depende de los permisos que le concede la Administración, ya sea para cerrar por completo un edificio icónico o para entrar allí donde el resto de mortales no puede. Y, en ese ámbito, cree que todavía hay mucho que hacer para atraer al cliente de lujo. “España tiene todavía muchos hándicaps en cuanto a permisos”, indica.

En Barcelona, ciudad donde se ubica su negocio, Teruel se queja de que desde la llegada de la nueva alcaldesa se han limitado los espacios para hacer estas celebraciones: “Antes se potenciaba la marca Barcelona como destino de lujo, pero con Ada Colau todo eso se ha parado. Prefiere el turismo de chancleta”. Antes, prosigue, se podía cerrar la Casa Batlló o el Museo de Nacional de Arte de Cataluña. Ahora, solo se puede hacer parcialmente o por unas pocas horas.

Las expertas del sector creen que se exigen demasiados permisos en comparación con otros países del entorno

Aunque por lo que se muestra más preocupada es por el impacto que ha tenido el procès. Si Cataluña era antes uno de los destinos estrella para las bodas más exclusivas, ahora la demanda se está yendo hacia la Costa del Sol o las Islas Baleares. “El cliente de lujo puede elegir entre mil destinos y huye de los lugares donde pueda haber inestabilidad”, indica.

Sira Antequera, otra gran experta con más de 18 años de experiencia en el mundo de las bodas de ensueño, pone el acento en las trabas a las que se enfrentan los extranjeros para casarse en suelo español. Se necesitan al menos dos años de residencia si no se pasa por la Iglesia y ninguno de los cónyuges es español, “un agravio comparativo respecto a otros países de nuestro entorno”, sostiene. “La pérdida de potencial y de negocio es enorme”, añade, ya que “estamos hablando de parejas que vienen con más de 150 invitados, se hospedan en hoteles de cinco estrellas, y se quedan más de cinco días”. No comparte el problema Mayte Lorén, responsable de All Seasons Weddings, quien apunta que hay muchísimas parejas estadounidenses que “hacen el papeleo” en su país y que organizan aquí la ceremonia simbólica sin validez legal. “Aquí vienen a celebrar, a hacer una gran fiesta”, destaca.

La Administración no es la única en poner obstáculos. Según explica Sira Antequera, ahora muchas parejas quieren celebrar su enlace en espacios singulares, como fincas, playas o viñedos. Entornos donde la Iglesia católica no permite oficiar ceremonias por tratarse de lugares no consagrados. “Terminamos haciendo muchas bodas por lo civil que en origen eran religiosas”, revela y opina que si la Iglesia flexibilizara los requisitos de exigencia, probablemente el número de bodas realizadas por el rito católico, al menos en su exclusivo sector, “sería mucho mayor”.

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