GalChimia, la química gallega que hace I+D para el sector farmacéutico
La compañía sintetiza en un laboratorio las moléculas que en 10 o 15 años se convertirán en fármacos innovadores Ya sea como socio o proveedor, la firma ha trabajado con grandes corporaciones de la talla de Esteve o Almirall
Esta empresa gallega lleva 17 años en el mercado entre bastidores. Desde el municipio de O Pino (4.653 habitantes), en A Coruña, hace I+D para terceros, en concreto, para la industria farmacéutica. Así, GalChimia, que ha trabajado con las grandes del sector, como Esteve o Almirall, se dedica a la química orgánica sintética. Esto es, a sintetizar moléculas en un laboratorio, que después, en un futuro muy lejano (10-15 años), se convertirán en fármacos.
“Cuando nos tomamos una aspirina, nos estamos tomando el ácido acetilsalicílico [su principio activo]. Si bien, en su origen, lo obtenemos de la naturaleza, luego hay que sintetizarlo en un laboratorio para que se convierta en un medicamento, cumpla con unos criterios de fabricación y estandarización muy rigurosos, y esté disponible en las cantidades que se requieren”, extrapola Carme Pampín, consejera delegada de la compañía.
GalChimia, sin embargo, se enfoca en las moléculas que van a investigación, no al consumo humano, aclara. “Para que una molécula se convierta en fármaco se han tenido que probar antes miles de compuestos, y alguien tiene que prepararlos. Ahí estamos nosotros, siempre en la fase de investigación y desarrollo”, precisa.
Origen
Fundada en 2001 como una spin-off de la Universidad de Santiago de Compostela (USC), la idea de negocio inicial de los entonces dos recién doctorados en Química orgánica, Pampín y Jacobo Cruces, actual director científico, era diferente a la de la actualidad. “Se centraba más en la venta de productos químicos de catálogo de alto valor añadido, que no están disponibles comercialmente”, cuenta.
Se trata de compuestos intermedios (sustancias de referencia, impurezas de pesticidas o metabolitos) para utilizar en síntesis en laboratorios de investigación o de química orgánica, que están libres de propiedad intelectual, pero que no son de interés farmacológico ni biológico, su foco hoy día.
En los consorcios internacionales buscamos
‘know-how’ para ser competitivos
y visibilidad Carme Pampín, consejera delegada de GalChimia
Aun así, la compañía, que contó con el apoyo financiero de la sociedad de capital riesgo Unirisco Galicia, perteneciente a la USC, mantiene esta división y sus productos se venden online desde hace tres años. “Una innovación para nosotros, porque es algo diferente. Pero, de momento, las ventas por este canal son muy pequeñas”, indica.
Su interés por la I+D a terceros llegó más tarde, en 2006, con el proyecto de cuatro años Genius Pharma. Un consorcio de colaboración público-privada que buscaba el desarrollo de una plataforma tecnológica que permitiera el descubrimiento de nuevos fármacos, y que contó con el apoyo del Centro para el Desarrollo Tecnológico Industrial (CDTI), que aportó 17 millones de euros a través de su programa Cenit. GalChimia se codeó, por vez primera, con empresas de talla internacional como Almirall, Esteve, Uriach y las pequeñas biotecnológicas CrystaX y Enantia.
“Fue muy importante. Son proyectos muy intensivos, en los que se exige un conocimiento de química elevado para sintetizar moléculas cada vez más complejas; tuvimos que empaparnos bien de todo el proceso. Aquí buscamos un retorno diferente, know-how”, comenta. Ese programa dio paso a una segunda fase, Neogenius, donde GalChimia participó ya como pyme subcontratada, no como socio, y se desvelaba aún más la intención de la I+D: descubrimiento de medicamentos para la artrosis.
La cifra
2,5 millones de euros es el dato de facturación de la empresa en 2017, donde el 25% de ese monto proviene del exterior. La labor de GalChimia no se limita solo a las fases iniciales de investigación de un medicamento, también participa en el último eslabón de la cadena: la producción a escala industrial. “Cuando se determina el candidato a fármaco, se pasa de un método de preparación de gramos a kilos, industrializable, robusto y reproducible”, explica Carme Pampín, CEO de este laboratorio.
Peso exterior
La gallega avisa de que opera bajo acuerdos de confidencialidad, por tanto, no puede divulgar otros proyectos en los que ha participado en el ámbito privado. “Hay al menos tres en fase clínica, ensayos con humanos, y donde hicimos una parte de la química”, se limita a contestar. No obstante, concede que Esteve, con la que tiene una patente al 50%, y Almirall han sido sus clientes históricos. La empresa trabaja habitualmente con 50 empresas al año. “Que las grandes nos vean no solo como proveedor, sino también como un socio tecnológico es interesante”, destaca.
Hasta el 90% de su facturación, 2,5 millones en 2017, viene de la I+D a terceros, mientras que el 25% se obtiene del exterior: Francia, Alemania, Reino Unido, EE UU, Brasil, India, Israel (donde más vende), pero llega hasta 15 países.
GalChimia, con 45 empleados, continúa con sus planes de expansión. Acaba de abrir una filial en el Parque Científico de Barcelona y quiere crecer en Galicia. Por lo que pronto se mudará a una sede más grande y moderna, en el municipio vecino de Touro, un lugar estratégico para la firma porque está cerca del aeropuerto y de la Universidad de Santiago.
Proyectos de nanotecnología y biomateriales en marcha
Nanofacturing. Centrado en nanomedicina, este consorcio internacional busca la manufactura de nanopartículas para su aplicación en diversas áreas terapéuticas. “Nuestro aporte sigue desde la química. Lo que hacemos aquí son los linkers (enlaces) que unen una nanopartícula a otra. Es un área novedosa, donde nos salimos de nuestra zona de confort”, dice Carme Pampín, CEO. Y está liderado por la biotecnológica vasca Midatech e incluye a empresas europeas, centros de investigación y universidades.
Biogreen. Un proyecto nacional financiado por el Centro para el Desarrollo Tecnológico Industrial (CDTI) para el tratamiento de la biomasa gallega, a fin de desarrollar el concepto de refinería verde y obtener desde bioplásticos y fertilizantes hasta membranas de acetato de celulosa, para que luego otras empresas busquen su aplicación. “Este sí se sale de nuestra área de aplicación”, admite Pampín.
Un apoyo más real para la pequeña empresa
Las trabas burocráticas, el acceso a las nuevas tecnologías o a la financiación siguen siendo un hándicap para las pequeñas empresas, y más para aquellas con un alto componente de innovación como GalChimia, donde las inversiones son considerables y los retornos tardan en llegar.
“La financiación es lo obvio, pero creo que en España lo que hace falta es dar un apoyo real a la pyme. A veces parece más fácil conseguir dinero para crear una empresa que potenciar las que ya tenemos, que llevan un tiempo en el mercado, que han demostrado que su modelo de negocio es viable y que lo único que necesitan es un empuje para crecer, internacionalizarse y consolidarse”, critica Carme Pampín, consejera delegada de la biotecnológica gallega.
Y no se trata solo de ayudas, advierte la ejecutiva, sino de la simplificación de los trámites, permisos y el acceso a infraestructuras básicas, una asignatura pendiente en Galicia en plena industria 4.0. “Que demore un día en ir a Murcia desde Galicia o que pierda tres días para una reunión de una hora en Suiza no es competitivo”, ilustra.
Un apoyo que debe venir también del sector privado. “Es importante que haya casos de éxitos para atraer a los inversores”, opina.