La UE teme a las tecnológicas de EE UU
La estrategia de las empresas es reducir al mínimo sus estructuras en Europa
Apple tiene un valor bursátil que excede el PIB de países como Irlanda y se acerca al de España, cuarta economía de Europa. Esta realidad asusta a la UE, a la Comisión Europea y a los países del continente con economías más fuertes, como Francia y Alemania.
Pero no es solo Apple. Están/son Amazon, Google, Facebook y Microsoft, que protagonizan la digitalización, que está cambiando la forma de hacer negocios, poniendo en peligro a empresas tradicionales, incluso tecnológicas (HP, IBM, etc.). El valor en Bolsa de estas empresas es tan elevado que, en teniendo contentos a sus accionistas en EE UU, asusta a los burócratas europeos. Estos últimos son los mismos a los que, en no sabiendo cómo generar más ingresos para sostener el modelo social europeo, se les ha ocurrido imponer un impuesto a las tecnológicas “norteamericanas, chinas y europeas cuya facturación exceda los 750 millones de euros”. El impuesto recaudaría 5.000 millones anuales para Europa, según la Comisión Europea.
Aunque esta ha dicho que el impuesto afectará a todas las tecnológicas que hagan transacciones o publicidad digital que genere ingresos y beneficios –hoy no sujetos a impuestos–, la realidad es que, de las 150 empresas afectadas, el 95% son estadounidenses. Y el anuncio del impuesto del 3% sobre los ingresos generados por esas compañías en el país en que los ganan llegó después de que Trump anunciara la imposición de aranceles al acero y aluminio europeos.
El Gobierno americano ha entendido que el impuesto a las empresas tecnológicas es una batalla más en la guerra comercial que ha desatado Trump con todos los grupos multilaterales con los que negociaba Obama, porque la doctrina Trump se apoya en el “divide y vencerás” y Trump no quiere negociar con “bloques comerciales”, sino con cada país individualmente para obtener mayores ventajas.
La realidad es que ambas partes luchan por obtener los impuestos corporativos de las empresas tecnológicas. En Europa, de media, pagan un 9,5%, versus el 24,5% de media de las corporaciones europeas. Para repatriar beneficios, Trump, en su reforma fiscal, anunció que el tipo impositivo por beneficios repatriados bajaría al 10%. La más grande y rentable de las tecnológicas, Apple, repatrió inmediatamente 30.000 millones de dólares, que tributaron en EE UU al 10%, mientras en Bruselas rechinaban los dientes porque hubieran querido que esos beneficios tributaran en Europa.
Las tecnológicas norteamericanas no van a dejar de hacer negocios en un mercado de 500 millones de consumidores como la UE. Hasta ahora, para evitar pagar impuestos en España, Italia, Francia o Alemania, las empresas tecnológicas establecían su domicilio fiscal en Irlanda o Reino Unido y, más recientemente, en los países de Europa del Este que, para atraer a las filiales de esas multinacionales, ofrecen una fiscalidad muy baja. Estos países, además de las empresas y el Gobierno americano, son los que han puesto el grito en el cielo con la propuesta impositiva de Bruselas, porque temen perder esos ingresos.
Las tecnológicas norteamericanas afectadas (casi 150) tienen pensada una estrategia para responder al reto impositivo de Bruselas. No hace falta ni que se pongan de acuerdo. La propia naturaleza del negocio tecnológico actual hace posible vender millones de productos y servicios en Europa con una estructura empresarial mínima. Hace 20 años, las tecnológicas establecían filiales en los países europeos con muy poco personal, al objeto de hacer lo siguiente: conseguir distribuidores locales que vendieran sus productos; invertir mucho dinero en el canal de distribución para generar la demanda (marketing) y contratar intermediarios (agencias de comunicación, publicidad, hoy todas digitales) para organizar eventos, replicar anuncios creados en Silicon Valley, traduciéndolos al idioma local, o lanzar notas de prensa. Este modelo en el que no se fabrica nada localmente (en los años 90, la manufactura todavía estaba en EE UU: con el cambio de siglo, se fue a China) y en el que los gastos –apenas cabe hablar de inversión– son mínimos, hacía y hace posible que empresas como Apple, Microsoft, Facebook o Google tuvieran una oficina pequeñita con un reducido número de empleados con un único objetivo: vender, vender y vender. Para ello, en su momento, se celebraba la feria del SIMO, llenando los diez pabellones de Ifema, en los años de la Tercera Revolución Industrial, la de la computación. Recientemente, las últimas ediciones de la Feria de la Informática se han reducido a su mínima expresión y, en el mejor de los casos, han usado un pabellón. A ello ha contribuido, también, la división del sector tecnológico en segmentos que ya existían pero que hace 20 años se complementaban y hoy, compiten todos entre sí para ofrecer todas sus tecnologías bajo un mismo paraguas, el de la llamada transformación digital. Vemos cómo las operadoras de telecomunicaciones, las empresas informáticas de hardware, software y conectividad; las de servicios y consultoría, etc, se diferencian poco entre sí porque, en apariencia, todas ofrecen digitalización a las empresas (grandes, pymes, autónomos, organismos públicos) y hogares.
Las tecnológicas norteamericanas saben que los europeos seguirán comprando sus productos. Europa es un mercado cautivo. Pero la repatriación de beneficios pagando mínimos impuestos bajo el patriótico lema Made in America o America First les granjea el favor del consumidor americano.
Estamos viendo cómo las tecnológicas de EE UU responden a Europa reduciendo fuertemente sus estructuras. Los puestos de trabajo son transnacionales y un vendedor que hable cuatro idiomas será responsable de cuentas de cuatro países, eliminándose tres puestos de trabajo. Habrá más de lo mismo, pero corregido y aumentado: un puñado de empleados de Apple venderán millones de productos en España, generando inmensos ingresos y beneficios que tributarán al 10% en EE UU.
Jorge Díaz Cardiel es socio Advice Strategic Consultants. Autor de ‘Innovación y éxito empresarial’ y ‘Digitalización y éxito empresarial’