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Distribución

¿Por qué Dimas Gimeno aprueba unas cuentas de El Corte Inglés en las que no cree?

Al aceptarlas ha desmontado públicamente uno de sus principales argumentos en la batalla con sus primas

Dimas Gimeno, presidente de El Corte Inglés.
Dimas Gimeno, presidente de El Corte Inglés.Pablo Monge

En la crisis y guerra abierta entre los accionistas de El Corte Inglés hay muchas preguntas aún pendientes de contestar. Y de las respuestas que se obtienen, buena parte de ellas no son excesivamente veraces, y lejos de despejar dudas ayudan a enmarañar aún más el verdadero estado de la situación.

Para un extraterreste que llegara hoy a la Tierra y viera lo que ocurre en la principal distribuidora de España, su respuesta o su recomendación para solucionar el enfrentamiento estaría clara. “Dejad que hablen las acciones”…

Y es lo que está ocurriendo en El Corte Inglés. Isidoro Álvarez, su histórico presidente durante 25 años, señaló en 2013 a su sobrino Dimas Gimeno como su sucesor. Primero como consejero director general, y a su muerte un año después, como presidente ejecutivo. El consejo de administración le entregó, por unanimidad, plenos poderes de gestión para modernizar El Corte Inglés.

Pero desde ese momento, su situación accionarial fue de clara minoría. Las hijas de Isidoro Álvarez, Marta y Cristina, heredaron el 69% de las acciones de la sociedad patrimonial IASA, segunda máxima accionista del grupo después de la Fundación Ramón Areces, lo que les da el 15% de mismo, mientras que Gimeno posee apenas el 2%. Una diferencia que también ha decantado las preferencias de los consejeros históricos, que no dudaron en aupar a Gimeno como tampoco en acabar con su gestión.

Como decía y recordaba un antiguo ejecutivo top del Ibex a los periodistas que le escuchaban, “las broncas entre accionistas en las empresas acaban cuando se hacen sumas de acciones y se ve lo que estas deciden. Ahí acaba toda la literatura, todo el debate, todo el teatro”.

¿Y ahora qué?

Fumata blanca. Cabe una interpretación de mero aficionado y por tanto no confirmada. Cabe interpretar la decisión del presidente de El Corte Inglés de de firmar las cuentas como la fumata blanca de un pacto de mayor alcance. Cabría pensar que estamos en el principio del fin de un enfrentamiento familiar que, a pesar de que pueda seguir su camino judicial en otro ámbitos más privados, no secuestre ya a El Corte Inglés, sus empleados y sus clientes como rehenes inocentes de una guerra que no iniciaron. Pero esta interpretación tampoco tiene respuesta.

Alarmas. Las dudas aventadas a mediados de la semana pasada en el sentido de que el consejo celebrado el día 30 estaría incapacitado para formular las cuentas por las  dudas que emanaban del agujero que presuntamente existe en la empresa encendió todas las alarmas entre directivos, auditores y acreedores.

Valoraciones. Esas presuntas actividades delictivas fueron denunciadas ya hace unos años y presuntamente la pasividad del consejo había imposibilitado su traslación a las cuentas a pesar de que todos los consejeros las firmaron. Y la alarma saltó porque, de ser ciertas las acusaciones que el entorno de Dimas Gimeno estaba desvelando, la posible dotación de ese agujero podría traer de la mano un cambio de las valoraciones con las que El Corte Inglés ha salido al mercado a pedir dinero prestado.

Eso es precisamente lo que empezó a pasar en El Corte Inglés cuando la mayoría de las acciones votó hace un año y decidió dejar sin funciones ejecutivas a su presidente y nombrar dos consejeros delegados para llevar el día a día de la gestión de la compañía.

El pasado 30 de mayo se volvió a votar. Tras meses de amenazas, demandas cruzadas, declaraciones altisonantes, siempre a través de personas interpuestas y siempre defendidas por el blindaje de la confidencialidad, se volvió a comprobar como se “acabó el debate, como se acabó el teatro”. El presidente de la entidad, Dimas Gimeno, mantuvo su puesto apenas por unos días. De hecho, esta es una semana clave para su futuro, puesto que se dará por concluido el plazo de 30 días para que Gimeno convoque el consejo extraordinario que le pidió un tercio del consejo el 4 de mayo. De no hacerlo, hay siete de 10 consejeros dispuestos a convocarlo.

Una suma más que deja a Dimas Gimeno en minoría frente a sus primas, cuya hoja de ruta se sigue cumpliendo.

Pero hay un detalle no baladí, que debería hacer pensar mucho a los accionistas y gestores de El Corte Inglés. Es la vía de agua que se ha abierto con la duda razonable de que en la división de seguridad de la empresa se han podido cometer irregularidades de todo tipo durante años.

El presidente de El Corte Inglés defendió que en esa división se han venido cometiendo tropelías incontables con el dinero de la empresa. Ha llegado a deslizar abiertamente que las cuentas y la rentabilidad de la empresa se han visto comprometidas por el teórico agujero que esconde la gestión que durante años los directivos de El Corte Inglés, con la bendición del consejo de administración y del anterior presidente, se ha consentido con ese área.

Pero a pesar de esa duda, a pesar de sus denuncias judiciales, a pesar de que se ha cansado de pedir que se lleve a cabo una auditoría independiente que afloraría ese supuesto sinfín de amenazas para la rentabilidad contabilizada de El Corte Inglés, él mismo firmó y aceptó las cuentas de la sociedad referidas al anterior ejercicio. ¿Por qué lo hizo, si 24 horas antes del consejo dudaba de la bondad de la cuentas? El actual presidente de El Corte Inglés no ha despejado esta presunta contradicción, pero al fin y al cabo, él fue responsable de las mismas desde septiembre de 2014 hasta octubre de 2017.

La formulación de las cuentas es propiedad exclusiva de la empresa, de su consejo de administración. La construcción del balance y la cuenta de resultados no es competencia del auditor de El Corte Inglés. La responsabilidad de esa formulación recae en todos y cada uno de los miembros del consejo, que la bendicen con su voz y firma. Una vez más los votos, los tozudos votos son los que deciden.

Nada impedía a Dimas Gimeno no aceptar las cuentas. Ninguna consecuencia apocalíptica para él o para la empresa bloqueaba el que no pudiera aceptarlas. Pero lo hizo y con ello daba carta de naturaleza y desmontaba uno de sus principales argumentos en la batalla con sus primas.

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