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Tribuna
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El arte de comunicar una crisis política

Tanto el Gobierno y el PP como el PSOE, Ciudadanos y Podemos están desarrollando sus propias estrategias

Reuters

En el ámbito de la comunicación política, cada día más son los tertulianos y conductores de programas quienes se empecinan en marcar la agenda del país. El último ejemplo, a modo de prueba del nueve, son los ríos de tinta y ondas que corren desde que se ha hecho pública la sentencia judicial sobre el caso Gürtel, que coloca la vitola de corrupto al Partido Popular, y eso es para siempre. La dichosa reputación.

Ahora toca esperar si la sentencia sirve para poner punto seguido, aparte o final a la corrupción política. O ver qué actuaciones llevarán a cabo las instancias judiciales que han puesto en cuestión la veracidad del señor Rajoy en su declaración como testigo bajo juramento durante el juicio. Incógnitas que aderezan un Parlamento de papel más vivo que nunca y echa chispas desde que se conoció el fallo judicial en cuestión. Ante cuyo alcance hasta las redes sociales se repliegan en favor de las tertulias de nuestras vidas.

Con las tertulias nutren sus opiniones algunos líderes para justificar su propia acción política, en vez de usarlas para orientar el tiro de sus estrategias de comunicación como partido, lo que les obligaría a trabajar con criterios globales de marca. Pero en el ámbito de la comunicación política, cada partido tiene sus propios intereses en el juego de rol en que parece haberse convertido la propia política. Lapidar al rival gracias al apoyo de tertulianos y líderes de opinión maleables, hasta conseguir, por ejemplo, que el mantra post-sentencia más repetido fuera impulsar una moción de censura que descabalgue al PP del poder.

Moción pilotada por un PSOE jaleado desde Galapagar, fue presentada 24 horas después de conocerse la sentencia condenatoria por corrupción al PP. Está por ver, pero es muy probable que la decisión resulte algo apresurada y con ella hayan regalado algunos minutos de supervivencia política al señor Rajoy. Quien si por casualidad no se había planteado dimitir, ahora tiene partida para jugar al menos hasta la celebración de la vista parlamentaria, y probablemente más allá.

En una pirueta institucional de gran calado, la presidenta del Congreso ha dado luz verde a la moción de censura para que se celebre en el más corto plazo posible, lo cual puede suponer un salvavidas para el partido en el que milita y su presidente. Al que se le abre la posibilidad de recuperar cierta iniciativa comunicacional en un momento político en el que le han llamado de todo menos bonito desde la publicación de la sentencia. Pero tal iniciativa se nutriría sobre todo de los errores de sus rivales.

Cuando un partido político define y ejecuta su comunicación con criterios estratégicos se nota. La decisión de celebrar la moción de censura el próximo jueves, e informar al respecto con el mensaje de que la decisión se toma a petición del señor Sánchez, se parece mucho a un gambito de dama. Por de pronto, los portavoces populares, mudos desde el minuto uno de la sentencia, han vuelto a entrar en juego con la complicidad de su acorazada mediática habitual.

Mensajeros del miedo, los mensajes sobre “irresponsabilidad de querer el poder por el poder”, “romper España”, “la hipotética alianza Frankenstein que haría Presidente al señor Sánchez”, etc. han vuelto a rodar. Mensajes diseñados para hacer sangre al PSOE, pero también a los partidos en cuyo apoyo está el éxito o no de la moción. El PNV lo sabe bien y no le llega la camisa al cuerpo al pensar que si apoya a Sánchez el Senado del PP bloqueará unos presupuestos que les benefician.

Ciudadanos no se aparta ni una micra de su estrategia de comunicación política. Su claim estaba cantado. “Elecciones anticipadas, señor Rajoy”. A partir de ahí, percusión comunicacional. Bingo. Lo que justamente podría haber hecho un PSOE menos compulsivo, dedicando algún un tiempo, antes de presentar la moción, a retratar, respectivamente, a populares y ciudadanos. Hubiera sido su gran momento estratégico de comunicación política, que consiste en algo más que en road shows mediáticos, a menudo erráticos.

En cuanto a Podemos, nunca defraudan. Su estrategia oportunista es tapar una crisis con otra. Chalé con sentencia en este caso. Pero la habilidad dialéctica del señor Iglesias seguro que nos regala momentos de parlamentarismo cañí durante los debates de la moción. Acaba de ganar una votación a la búlgara sobre liderazgo. Y eso imprime carácter.

Jesús Parralejo Agudo es presidente ejecutivo de Consulting360.es /Comunicación empresarial.

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