La opción de la pensión privada
Los jóvenes españoles deberían plantearse sistemas de ahorro que complementen en su día su pensión
El Estado español, que durante décadas nos ha obligado a participar, quisiéramos o no, en un sistema de pensiones de reparto, dice ahora que no le llega el dinero para mantener el poder adquisitivo de las pensiones. Mientras el sistema fue excedentario, el Estado financió con él cosas distintas de las pensiones, todavía lo sigue haciendo, y ahora dice que no le llega. Yo creo que el enfado de los pensionistas está justificado.
Hablan ahora de revalorizar más las pensiones mínimas o las de viudedad, lo que personalmente me parece muy bien, pero eso no exonera al Estado de su compromiso, al menos moral, de mantener el poder adquisitivo de todas las pensiones. Para hacer esto habría que recurrir a los presupuestos generales del Estado y, en definitiva, a recaudar más impuestos; pero sería injusto que los que pagaron cuando estaban en activo las pensiones de los más mayores, la generación que más ha cotizado, vea reducidas de forma drástica sus prestaciones.
En todo caso, sobre todo los más jóvenes, deberían plantearse sistemas de ahorro que complementen en su día su pensión de jubilación. Parece previsible que el sistema público de pensiones no permita mantener el nivel de vida tras la jubilación. Y aquí nos encontramos con dos problemas: el financiero y el fiscal.
Empezaré por el segundo: la fiscalidad del ahorro no es muy favorable en España; ¿por qué unos intereses que muchas veces no permiten ni mantener el poder adquisitivo han de pagar impuestos? Es cierto que esto se puede evitar con determinados productos, pero tienen otras desventajas.
Y si hablamos de los planes de pensiones su tratamiento tampoco es muy alentador. Si realmente la Administración cree que nuestros jóvenes conciudadanos deben complementarse privadamente su pensión, debería facilitarlo fiscalmente; y no solo eso, debería además garantizar la estabilidad de esa regulación: desgraciadamente los cambios fiscales han sido demasiado numerosos, sobre todo si se trata de una planificación a largo plazo.
Pero además tenemos problemas con la gestión financiera del ahorro. Si nos fijamos en los fondos de pensiones, estos obtienen en general unas rentabilidades pobres. Hay varios estudios de mi apreciado colega Pablo Fernández, profesor del Iese, sobre los fondos de pensiones en España, donde se demuestra que sus rentabilidades, por lo general, son mediocres: difícilmente superan las rentabilidades del Ibex o de los bonos del Estado.
Estos trabajos, que el lector puede descargar en la biblioteca virtual del conocido repositorio Social Science Research Network (SSRN), son muy sencillos de entender, y aunque metodológicamente tengan sus limitaciones, sus conclusiones son muy razonables. También pueden descargarse estudios del mismo autor sobre los fondos de inversión, con similares conclusiones.
En realidad, este tipo de investigaciones son muy comunes entre los estudiosos de las finanzas. El premio Nobel de economía del año 2013, Eugene Fama, ha mantenido insistentemente que los fondos tienen muy difícil batir al mercado (obtener una mejor relación rentabilidad/riesgo que la media del mercado).
Es más, lo normal es que lo hagan peor que la media del mercado, cuando proceden a descontar sus comisiones. En esta línea se han pronunciado otros muchos economistas, como el conocido especialista Burton Malkiel (con quien coincidí en el consejo de administración de BBVA Asset Management). Los fondos suelen conseguir una relación rentabilidad/riesgo: performance, similar al mercado; y al descontar sus comisiones quedan peor que el mercado.
Esto ha llevado a un interés por los fondos de “gestión pasiva”: replican un índice de mercado, como el Ibex 35, y cobran pocas comisiones. De esta manera reproducen prácticamente la rentabilidad de la media del mercado, liberando a los inversores de preocupaciones y gastos.
La alternativa son los fondos de “gestión activa”, que tratan de batir al mercado y cobran más comisiones: sus resultados pueden ser buenos, si lo son sus gestores y tienen un poco de suerte, pero como media no consiguen buena performance.
Visto esto y volviendo a las pensiones, para una persona joven que va a ir aportando sus ahorros para disponer de un dinero tras su jubilación, parece que puede ser más interesante invertir en renta variable (su rentabilidad a largo plazo suele ser mayor), y es perfectamente razonable buscar un fondo indexado (el que replica un índice bursátil) de bajas comisiones.
Sin embargo, una persona mayor, en similares circunstancias, puede conseguir mejor sus objetivos con una inversión en renta fija (cuando la jubilación está cerca el riesgo puede ser negativo).