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El coche autónomo, una revolución imparable pese a los accidentes

El accidente de Uber pone en la picota los coches autoconducidos La industria cree que este tropiezo multiplicará las pruebas en lugar de frenarlas

Un vehículo Tesla
Un vehículo Tesla

La conducción autónoma se ve (de nuevo) severamente cuestionada estos días a causa del accidente mortal acaecido el lunes en la ciudad de Tempe (Arizona, EE UU). Un vehículo autoconducido de Uber y Volvo arrolló a una mujer que cruzaba la carretera empujando una bicicleta por la noche. Las circunstancias del caso están aún por esclarecer. Parece que no cruzó por un paso de cebra y tampoco hay signos de que el vehículo hiciera intención de frenar, ni por él mismo ni por el ingeniero de la empresa, que podía haber tomado el control del coche en ese momento. Lo que sí está claro es que será un accidente histórico por ser el primero que involucra a un coche autónomo-viandante y porque será el más y mejor documentado de la historia. Nunca antes tantas cámaras y sensores han tomado datos a la vez de un incidente así.

¿Pueden accidentes de este tipo paralizar los avances de investigación de la conducción autónoma? ¿Es una tecnología de futuro o se abandonará? Los detractores del coche autónomo, como el lobby americano Consumer Watchdog, critican la permisividad de estados norteamericanos como Arizona o California, donde los vehículos sin conductor circulan diariamente por las ciudades, casi como parte del paisaje urbano. Aseguran que las tecnologías no están maduras y que son un peligro para la seguridad vial.

“Los datos no avalan esta tesis”, apunta Enrique Dans, profesor del IE Business School. “La tasa de bajas por vehículo autónomo y por miles de kilómetros recorridos es muy inferior a la tasa de accidentes mortales que ocurren con la conducción tradicional”, señala, aduciendo que “la tecnología no es peligrosa. Está en fase de pruebas y todas las tecnologías registran fallos cuando están en rodaje. Aunque hay que lamentar la muerte de esta persona, la principal razón por la que optar por la investigación en conducción autónoma es la reducción de la accidentalidad”, dice.

Este es, en realidad, el segundo accidente mortal vinculado a este tipo de vehículo. El primero ocurrió en Florida en mayo de 2016. Un conductor de un Tesla Model S veía una película con el modo de autoconducción AutoPilot encendido e ignoró los avisos. Chocó contra un camión y murió. Otros accidentes sin víctimas ocurrieron en febrero de 2016 cuando un vehículo de Waymo (Google) colisionó con un autobús de pasajeros y otro en marzo de 2017, cuando un coche de Uber y Volvo chocó contra otro vehículo que no respetó un ceda el paso.

“Una tasa de cero accidentes es muy difícil, incluso con el vehículo autónomo, pero el número de incidentes se reduce radicalmente”, explican fuentes del sector. De hecho, un cálculo que maneja la industria automovilística es que solo cuatro causas producen más del 80% de los accidentes en carretera: las distracciones, la ingesta de alcohol o drogas, el cansancio y el exceso de velocidad, todos fallos absolutamente humanos que las máquinas pueden evitar. “Además, los coches autónomos aprenden de los fallos. Con esta colisión de Uber, no solo aprende el vehículo accidentado, sino toda la flota, porque se captan datos y errores que se traspasan al conjunto. Cuanto más experiencia de conducción tengan, más fiables”, continúa Dans.

“Las inversiones de las automovilísticas en la conducción autónoma son multimillonarias y no van a frenarse”, insisten desde el sector. Ford o BMW planean llevar sus vehículos completamente autónomos al mercado en 2021, Volkswagen tiene ya su prototipo Sedric de conducción sin volante y sin pedales, Tesla perfecciona el Autopilot, y las pruebas de conducción autónoma en tráfico real de firmas como Nissan, PSA o General Motors se suceden. También Google y Baidu mantienen firmes sus apuestas. Nadie tiene intención de quedarse fuera de un mercado que los expertos valoran en 560.000 millones de dólares en el mundo. “Lo más probable es que situaciones como esta multipliquen las pruebas en lugar de frenarlas”, añaden desde la industria, pese a que Uber ha decidido parar temporalmente sus ensayos mientras se esclarece el caso.

Otra cosa es que la opinión pública, sobre todo en EE UU, no se posicione en contra. Justo el pasado viernes Uber y Waymo escribieron a los senadores estadounidenses para instarlos a que acelerasen la tramitación de la normativa para la conducción autónoma en todo el país. Así Mark Rosenker, expresidente de la Junta Nacional de Seguridad en el Transporte (NTSB, por sus siglas en inglés), dijo el lunes a Reuters que “este va a ser un desafortunado obstáculo con el que tendremos que lidiar para recuperar la creencia (del público) de que estos dispositivos son seguros”.

Un hecho parece claro: el triste suceso de Arizona ha vuelto a poner sobre la mesa el debate sobre la madurez de la conducción autónoma, aún en desarrollo, y sus fases de prueba en entornos públicos.

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