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Me interrogaste sobre lejanos y vagos asuntos

Tres veces debías preguntarme,y tres veces te respondí.Me interrogaste sobrelejanos y vagos asuntos,pero no se te ocurriólo que te toca más de cerca y que podía interesarte.

El personaje de “El caminante” (el dios Wotan) Acto I escena 2 de «Sigfrido» de Richard Wagner.

«The Unanswered Question» de Charles IvesAnimación realizada por Victor Craven

Obra escrita para trompeta (solista) y grupos de instrumentos de viento madera y una pequeña orquesta de cuerdas, es una de las obras más emblemáticas del compositor más netamente americano que existe. Charles Edward Ives, nacido en Danbury (Connecticut) en octubre de 1874, fue un niño precoz y con 10 años tocaba el tambor en la banda que dirigía su padre, a los doce era organista en los servicios dominicales de la iglesia presbiteriana local, y a los trece había compuesto su primera obra: una especie de réquiem en homenaje a su gato muerto. Todas estos datos, lejos de ser algo insignificantes, conforman su carácter y se hará notar en toda su obra donde mezcla de manera admirable las melodías populares de su época, los himnos religiosos, la música de la bandas locales con la mejor tradición clásica europea ya que empezó queriendo una mezcla de Brahms, de Schubert y de Dvorak.

Ives ingresó en Yale a los 20 años y se graduó con una sinfonía calificada de interesante aunque algo convencional. Años más tarde, entre 1897 y 1901, Ives compuso su Segunda sinfonía, plagada de músicas callejeras, himnos religiosos, canciones baratas, homenajes suntuosos e irónicos a la tradición europea. Ambas obras, al igual de la que nos ocupa, tardaron en ver la luz ya que se estrenaron con cerca de medio siglo de haberse escritos[1].

Estas acogidas poco amables, que le acompañaría durante toda su vida, le alentó a hacerse ejecutivo de seguros en vez de profesor universitario de música o compositor. Y no le fue nada mal. Se ganó holgadamente la vida dirigiendo una próspera compañía de seguros de vida en Manhattan (que, junto a un amigo y socio, fundó en 1902) y. mientras tanto, componía músicas secretas que habrían escandalizado no sólo a sus colegas y a sus clientes sino a los aficionados más predispuestos a las vanguardias más radicales.

La pregunta sin respuesta

La obra que nos ocupa es una de las dos breves piezas orquestales que conformaron en su tiempo el díptico «Two Contemplations» (1906). Se trata de una suerte de "música nocturna" para cuerdas sobre la que se yergue una trompeta, protagonista, que lleva la línea melódica, que hace una pregunta, superponiéndose a un conjunto orquestal al que parece no pertenecer.

Estructura de la obra de Charles Ives «The Unanswered Question»:

«… una especie de collage en tres niveles distintos, coordinados ásperamente. Esos tres niveles son un cuarteto de cuerdas, que representan, en palabras del propio Ives "el silencio de los druidas, que no saben, no ven, ni oyen nada"; una trompeta sola que lanza en siete ocasiones "la perenne pregunta de la existencia" y un cuarteto de maderas que buscan "la respuesta invisible", aunque acaban abandonando la búsqueda, de forma que es el silencio quien acaba contestando. Cada uno de los tres niveles tiene su propio tempo y su propia tonalidad. El conjunto resultante fue definido por Ives como "un paisaje cósmico".»

Jan Swafford, biógrafo de Ives

«Ives asigna la “PREGUNTA” a un solo de trompeta que la entona seis veces por separado. Y cada vez que la da, llega una respuesta o una tentativa de respuesta, por parte de un grupo de maderas. La primera respuesta es muy indefinida y lenta; la segunda un poco más rápida, la tercera aún más rápida, y para el momento en que se da la sexta es tan rápida, que parece un salvaje farfullar. Las maderas —que se dice que representan nuestras respuestas humanas— crecen en intensidad, cada vez más impacientes y desesperadas, hasta perder todo su significado. Y durante todo este tiempo, desde el mismo inicio ciertamente, las cuerdas han estado tocando su propia música por separado, infinitamente suave, lenta y sostenida, sin jamás cambiar, sin nunca intensificarse para ser más fuerte o más rápida, sin nunca verse afectada de ningún modo por esa extraña pregunta ni por el diálogo entre la trompeta y las maderas.»

Leonard Bernstein, director de orquesta, y difusor de la obra de Ives. Promovió el estrenó de su segunda sinfonía en el año 1951 (fue compuesta por Ives entre 1897 y 1901).

Indudablemente la pregunta a la que hace referencia Ives en su obra es una pregunta trascendental. Casi imposible de responder dado que es una pregunta existencial. Podemos verlo con una cita del propio compositor al describir esta obra como un “paisaje cósmico” en el que las cuerdas representan “el Silencio de los Druidas — que no Saben, no Ven, ni Oyen Nada.” La trompeta entonces lanza “La Perenne Pregunta de la Existencia” y las maderas buscan “La Respuesta Invisible” pero la abandonan frustrados, de modo que al final sólo es contestada por el “Silencio”. El enigma de la existencia tiene unos parámetros que desbordan la experiencia inmediata del hombre en el mundo.

El preguntar y preguntarse, buscando respuestas, permite que desarrollemos nuestro espíritu crítico y, de paso, que aprendamos a pensar por nosotros mismos. Las preguntas no solo expresan problemas, también definen las tareas y delimitan los temas que nos son vitales. Visto así, las respuestas pueden llegar a interpretarse como una mera pausa en el pensar. De manera que solo cuando una contestación genera otra pregunta, es cuando el pensamiento continúa existiendo.

Una mente sin preguntas es una mente que no está viva intelectualmente. El no hacer preguntas equivale a no comprender. Si nuestra mente no genera preguntas activamente, no estamos involucrados en un aprendizaje sustancial Las preguntas generan más preguntas. Estimulan nuevas maneras de pensar, nuevos caminos para seguir mientras nosotros analizamos, evaluamos el pensar, mejoramos nuestro pensamiento.

Las preguntas superficiales equivalen a comprensión superficial, las preguntas que no son claras equivalen a comprensión que no es clara. La cita con la que abríamos seta entrada del blog perteneciente a el "caminante" del Acto I de la ópera «Sigfrido» de R. Wagner, nos dice mucho sobre la preguntas inútiles. Haberlas hecho le costará la vida a Mime. Preguntó lo no útil.

La pregunta que ni nos hacemos.

Los mercados parecen haber vuelto a la normalidad tras varias sesiones de nerviosismo. El S&P encadenó la semana pasada seis sesiones al alzas (ayer cayó un 0,58% rompiendo esta racha de recuperación), vuelve a registrar crecimiento anual y está a tan solo un 5,45% del máximo histórico alcanzado el pasado 26 de enero.

La pregunta clave que nadie parece responder ¿Cuál fue la razón de las caídas de las bolsas?. ¿continuarán? ¿Son los tipos de interés los culpables?, ¿El incremento de la deuda? ¿No será la perspectiva de una fuerte emisión de deuda por parte del gobierno americano, más que la inflación, lo que está empujando al alza la rentabilidad de a deuda pública americana? ¿Y si fuera la expectativa de una menor colaboración en la financiación pública con las nuevas políticas de los Bancos centrales?

Todo ello suena al mismo farfullar de las maderas en la pieza de Ives. Quizás el problema es interior. ¿La manipulación del VIX? Que nos ha llevado a malas decisiones, ¿los algoritmos?, ¿las compras de autocartera de las empresas?, ¿la sobrevaloración?, ¿el exceso de optimismo con unas medidas presupuestarias que son más perjudiciales que pertinente y, por lo tanto, no producirán los efectos que de ellas se espera?.

Sigan preguntándose muchas de ellas igual no tiene, de momento, respuesta. O no nos gusta la que intuimos. Si hay pleno empleo, la economía va a crecer alrededor del 3,0%, el mercado laboral esta en "pleno empleo", etc.,... las 3-4 subidas de tipos de interés con las que se especula para este año no tiene sentido que hagan tambalear al mercado en la manera en la que lo están haciendo. Debe necesariamente haber otra respuesta (o mejor dicho, otras preguntas).

NOTAS:

  1. La segunda sinfonía se estrenó en 1951 por Leonard Bernstein dirigiendo a la Filarmónica de Nueva York.

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