El BCE es el que quiere ahora fusiones bancarias
Los acuerdos transfronterizos han sido tabú durante años, debido a los precedentes
La próxima ola de fusiones bancarias europeas complacerá a los reguladores más que a los accionistas. Una década después de que Royal Bank of Scotland completara su catastrófica oferta por 70.000 millones de euros para dividir el prestamista holandés ABN Amro, las instituciones financieras europeas están una vez más en el centro de las especulaciones sobre los acuerdos transfronterizos. Esta vez, sin embargo, los supervisores están llevando la voz cantante.
Durante los años posteriores a la crisis financiera de 2008, la idea de que los bancos europeos cruzaran las fronteras para comprar a sus rivales era tabú para los banqueros, los políticos y los reguladores. El doloroso recuerdo de ABN Amro tenía gran parte de la culpa. El prestamista holandés y dos miembros (RBS y el belga Fortis) del consorcio de tres que lo adquirió (el tercero fue Santander) fueron nacionalizados menos de un año después de cerrarse el acuerdo, en 2007. El Estado británico ha tenido que esperar hasta ahora para prepararse para soltar su participación del 71% en RBS. Los escarmentados reguladores se concentraron en hacer los bancos más pequeños y simples.
Sin embargo, la unión bancaria europea ha cambiado el estado de ánimo. La crisis de deuda soberana en el área de la moneda única expuso los peligros de las interconexiones entre bancos y Gobiernos, ya que tanto Irlanda como España se vieron obligadas a buscar ayuda financiera de otros países para rescatar a sus propios prestamistas. En un intento por romper el vínculo, los responsables políticos entregaron la responsabilidad de regular los bancos de la zona euro a un nuevo supervisor, ubicado en el BCE. Esa institución se ha convertido en una defensora de la consolidación. “La unión bancaria ha allanado el camino para las fusiones transfronterizas”, declaró en septiembre Danièle Nouy, presidenta del Consejo de Supervisión del BCE. “Lo único que falta son bancos valientes que zarpen para explorar y conquistar este nuevo territorio”.
Los defensores de las operaciones corporativas tienen, grosso modo, cuatro argumentos. Primero, las fusiones y adquisiciones ayudarán a reducir lo que todavía es una industria sobredimensionada y fragmentada: aunque la cantidad de bancos de la zona euro ha disminuido en aproximadamente un quinto, hasta 5.000, desde la crisis, sus activos siguen siendo un considerable 280% del PIB de la región. Los bancos de Estados Unidos tienen aproximadamente un tercio de ese tamaño en relación con el PIB, aunque esto se debe principalmente a que su mercado de capitales es más dinámico y a que sus hipotecas están respaldadas por el Gobierno.
En segundo lugar, los tratos transfronterizos crearán prestamistas más diversificados que podrán capear mejor los shocks económicos locales. En tercer lugar, la consolidación mejorará la eficiencia. Y por último, los bancos europeos más grandes estarán en mejor posición para competir con sus rivales estadounidenses y asiáticos.
Muchos ejecutivos bancarios siguen siendo escépticos. Por un lado, la unión bancaria europea todavía está lejos de ser completa. Los prestamistas con filiales en múltiples jurisdicciones se enfrentan a restricciones para mover efectivo a través de las fronteras. Los bancos no pueden, por ejemplo, usar depósitos minoristas alemanes para financiar préstamos a pequeñas empresas en Francia. Los impuestos, regulaciones y leyes para proteger a los consumidores difieren de un país a otro. Los políticos siguen discutiendo sobre los detalles del propuesto fondo de garantía de depósitos de la zona euro, un plan que los ejecutivos consideran vital para crear condiciones equitativas para los bancos de toda Europa.
Esta regulación a retales limita la capacidad de los bancos para exprimir el ahorro de costes de las fusiones transfronterizas. De hecho, hay pocas pruebas de que las grandes instituciones financieras sean más eficientes que los pequeños prestamistas nacionales. Un estudio reciente realizado por analistas de UBS descubrió que los grandes bancos minoristas tenían retornos sobre capital tangible más bajos que sus pares locales, aceptaban márgenes financieros más bajos y, a menudo, les costaba vender una gama más amplia de productos. Los amortiguadores de capital adicionales que los reguladores imponen a los bancos que se consideran de importancia sistémica global son un impedimento adicional para aumentar el volumen.
Aun así, los rumores están creciendo. Se considera al italiano Unicredit y al francés BNP Paribas pretendientes potenciales para el alemán Commerzbank. Ejecutivos como el consejero delegado de Deutsche Bank, John Cryan, y Urs Rohner, presidente de Credit Suisse, han hablado públicamente sobre los beneficios de los acuerdos transfronterizos.
Hace una década, la combinación de unos ejecutivos excesivamente optimistas con inversores que miraban demasiado a corto plazo llevó a la catástrofe de ABN Amro. Esta vez, los reguladores son la fuerza impulsora. Cualquier gran unión transfronteriza tendrá que determinar qué ejecutivo queda a cargo del grupo ampliado y qué ubicación se queda con la sede. Los políticos y los sindicatos pondrán objeciones al cierre de sucursales y la pérdida de puestos de trabajo, mientras que los accionistas desconfiarán de cualquier cosa que huela a una cómoda división. Aún así, los ejecutivos de los bancos de la zona euro que puedan superar estos obstáculos tendrán, al menos, la seguridad de una cálida bienvenida por parte de sus supervisores de Fráncfort.
Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías.