El Salvador, un país que gana en las distancias cortas
El país centroamericano sorprendepor su historia, paisajes, sitios arqueológicos y la hospitalidad de sus gentes
Érase una vez un país que solo unos pocos sabían situar en el mapa, inaccesible al viajero. Devastado por una sangrienta guerra civil, que duró más de 12 años y que apenas terminó hace dos décadas, o arrasado por catástrofes naturales, como demoledores terremotos. Una realidad que dejaba a El Salvador fuera de los circuitos turísticos. Hoy, cuán ave fénix restaña sus heridas convertido en un destino emergente en Centroamérica con muchos atractivos.
Una primera ventaja que encontrará al recorrer este diminuto país es la sensación de ir de sorpresa en sorpresa, sea o no un avezado viajero. Descubrirá imponentes paisajes naturales de selvas intactas –El Pital, Cerro Verde–; volcanes amenazantes –Santa Ana, Izalco o Cerro Verde, todos en el Parque Nacional de los Volcanes–; bellas y salvajes playas bañadas por el Pacífico –Tamarindo, el Cuco, el Tunco, el Sunzal–.
Escenarios milenarios casi intactos que nos trasladan a épocas precolombinas –Joya de Cerén, Tazumal, Casa Blanca o San Andrés; bonitas ciudades coloniales –San Salvador, Santa Ana, Suchitoto– con sus antiguas casonas y haciendas, que se le harán familiares y tradiciones, y culturas como la Ruta de las Flores, con las que, sin duda, se sentirá identificado y se hará la pregunta: ¿he estado yo aquí antes? El idioma ayuda y la extrema hospitalidad, amabilidad y simpatía de los salvadoreños acabará por robarle su alma viajera.
No en vano a los salvis o salvitas –el gentilicio en la jerga juvenil– les gusta presumir de que su país siempre gana en las distancias cortas y no solo aluden al pequeño tamaño de la nación. No les falta razón. En poco más de 21.000 km2 le dará tiempo, en el mismo día, si quiere, a despertarse con el ruido de las olas en una playa, pasar el día en una ciudad colonial y llegar a cenar a un resort de montaña. ¿Quién tiene prisa?, mentalícese de que el ahorita aquí tampoco es sinónimo de inmediatez.
Otra ventaja de ser un destino emergente es que no encontrará hordas de turistas en cualquier sitio y a cualquier hora con los que competir para que no se le cuelen entre foto y foto y eso, en un mundo tan globalizado como el turístico, se agradece mucho.
En este contexto, a buen seguro querrá saber si es seguro viajar a El Salvador. La violencia y las maras –las criminales pandillas callejeras– devuelven a El Salvador con cierta asiduidad a las portadas de los periódicos de todo el mundo. El sentido común, tomar unas mínimas precauciones y estar alerta le evitará sobresaltos o caer en la tentación de moverse por lugares poco recomendables para turistas.
Sobresáltese lo justo si en algunos parques, plazas o calles encuentra carteles de prohibido llevar armas –las lacras de años de violencia son difíciles de erradicar– y tampoco se asuste si advierte, sobre todo, en San Salvador y en algunas paradas de autobús, una llamativa presencia militar. En la capital se ha instaurado un sistema de buses articulados para mejorar el tránsito y hay paradas especiales custodiadas por militares, que normalmente coinciden con su proximidad a edificios gubernamentales.
Para moverse por el país a su aire lo mejor es alquilar un coche, las carreteras, en general, son buenas y seguras o, si lo prefiere y se siente más protegido, puede contratar un viaje a medida con algunas de las agencias locales (Salvadorean Tours, Travel Time, Mayan Scapes o Intertours). Además de coche, le proporcionan chofer y guía local.
En lo posible, evite las horas punta para salir o entrar a los principales sitios o ciudades turísticas si no quiere quedar atrapado en frecuentes atascos y esté alerta con los habituales cortes de tráfico por obras o renovación de las carreteras.
Tenga en cuenta que la moneda local es el dólar estadounidense y, a veces, los precios están inflados. Conviene llevar billetes pequeños para facilitar el cambio aunque en casi todos los sitios turísticos podrá pagar con tarjeta de crédito.
La capital, San Salvador, suele ser un lugar de paso para los turistas. El centro histórico, con muchos de sus edificios coloniales en ruinas, por terremotos, abandono o pillaje, está en plena renovación.
El palacio presidencial, un edificio de comienzos del siglo XX; la catedral metropolitana, o la iglesia de Nuestra Señora del Rosario, reconstruida en 1974 con un permiso especial del Vaticano, que destaca por su espectacular cúpula de vidrieras que deja pasar la luz natural e ilumina el templo, son sus edificios más notables.
Las calles del casco antiguo, estrechas y empedradas, están saturadas de puestos ambulantes pendientes de reubicar, que hace difícil y poco sugerente pasear por ellas. A las afueras están los barrios más exclusivos –Santa Rosa es la zona más vip– donde predominan los grandes multicentros comerciales, siguiendo el modelo estadounidense, con todo tipo de tiendas, locales de ocio y restauración, muchos de ellos asociados a cadenas hoteleras de EE UU.
En su ruta por el país déjese seducir por los increíbles miradores naturales que salpican el paisaje y disfrute naturalmente.
Guía para el viajero
Cómo ir. Iberia vuela desde Madrid a El Salvador con escala en Ciudad de Guatemala –10 horas y 30 minutos– u otras ciudades, dependiendo de la fecha de salida. Desde 790 euros.
Dónde dormir. Buena y variada oferta hotelera. En la capital encontrará cadenas internacionales, mientras que en el interior y en la costa predominan los hoteles boutique, como Casa Degraciela, en Ataco, al noroeste del país. Una casa colonial de más de 160 años en la que cada habitación lleva el nombre de su antiguo morador y sus paredes encierran una historia. Servicio excelente. Desde 79 euros.
Dónde comer. No se puede ir sin probar las pupusas, parecidas a las crepes, resultan deliciosas rellenas de ayote (calabaza), pollo, jamón, queso, chicharrón o chipilin –planta comestible–. Una de las pupuserías más famosas es Barbarita 2, en Olocuilta. Pase, coma y disfrute del ambiente local. Entre 0,50 y 4 euros.