Infraestructuras: un motor que hace falta alimentar
El sector sufre el efecto de la falta de estímulos públicos así como de la Unión Europea
Nuestro país muestra señales inequívocas que apuntan a una salida definitiva de la crisis económica. Un portazo que garantiza estabilidad y sienta las bases de un crecimiento sostenible. Datos que responden al esfuerzo que ha llevado a cabo la sociedad española durante los últimos años y que se han materializado en datos reales. Solo unos apuntes para demostrar este cambio de tendencia.
El PIB en 2016 creció en España un 3,2% respecto al año anterior, según la contabilidad nacional trimestral (CNTR) confirmada en marzo pasado por el Instituto Nacional de Estadística (INE) y que coincide, además, con el dato adelantado en diciembre de 2016 por el propio Banco de España.
Un cambio de ciclo que también ha servido para reforzar el papel de nuestro país más allá de nuestras fronteras y en un momento en el que los mercados internacionales necesitan del impulso de un país de la importancia de España. De hecho, según el índice de tendencia de la competitividad (ITC) calculado con el índice de precios de consumo (IPC) del Ministerio de Economía, Industria y Competitividad, el ratio de competitividad-precio de la economía española respecto a la OCDE mejoró un 0,3% por diferentes factores, entre los que se encuentra la depreciación del euro. Un hecho que ha permitido a nuestro país encadenar cuatro trimestres consecutivos al alza.
Si este crecimiento lo trasladamos al entorno laboral, vemos también un mejor comportamiento de nuestra economía. El paro registrado en las oficinas de los servicios públicos de empleo (antiguo Inem) ha bajado durante el mes de mayo en 111.908 personas. Al mismo tiempo se crearon 223.192 empleos, según los datos publicados por el Ministerio de Empleo y Seguridad Social. De este modo, el número total de desempleados se sitúa en 3.461.128 y el de cotizantes, en 18.345.414.
Es un hecho que aún queda bastante camino para volver a la senda previa a la crisis y que estos datos no los podemos seguir aceptando durante mucho tiempo, pero también es cierto que poco a poco se están poniendo las bases de un nuevo crecimiento.
En cualquier caso, ahora tenemos la obligación de ser constructivos y apostar por aquellos sectores que tradicionalmente han actuado como factores de crecimiento y de creación de empleo, como es el caso de toda la actividad relativa a las infraestructuras. Un área de negocio clave en el desarrollo económico de nuestro país y que actualmente no atraviesa su mejor momento.
Una causa directa es la falta de estímulos y tiene que ver con el sector público y la situación macroeconómica de la Unión Europea. Un contexto que venimos arrastrando desde los últimos años y que se ha materializado en los Presupuestos Generales del Estado que se acaban de aprobar en el Parlamento. Unas cifras que desgraciadamente convierten a 2017 en el peor año para el sector en lo relativo a inversión pública, lo que no solo perjudica de cara a la obra nueva, sino también a todo lo relativo a conservación y mantenimiento de infraestructuras clave en nuestro país. Una evolución que no parece que vaya a cambiar en el corto plazo, al contrario de lo que ha sucedido en países de nuestro entorno, como Francia o Italia, donde sí han entendido que su crecimiento pasa por contar con un sector de las infraestructuras fuerte y dinámico que pueda garantizar un servicio público óptimo al mismo tiempo que se convierte en un actor de transformación social.
En cualquier caso, vemos con optimismo el futuro del sector. Una foto en la que, además de los aspectos negativos, también encontramos motivos para la esperanza.
Se trata de pasos pequeños y lentos, pero, a nuestro juicio, seguros. Una tendencia que observamos y que prevemos se materialice como una clara mejoría de cara a los próximos cinco años.
Una inflexión que se percibe en diferentes aspectos, y que tiene especial hincapié en todo lo relativo a la formación de los profesionales de nuestro país, los cuales se encuentran a la vanguardia internacional y al frente de la mayoría de los proyectos más importantes, como por ejemplo las obras de la alta velocidad a La Meca o el proyecto similar que se está realizando en Singapur.
En este sentido, la internacionalización y la digitalización, así como la capacidad de innovación, se han convertido en aspectos diferenciales del sector. Un actor clave dentro del panorama global que se encuentra cada vez más demandado gracias a una credibilidad reconocida a nivel mundial.
Pero no son las únicas. El sector también goza de buena salud en todo lo que tiene que ver en la generación y desarrollo de tendencias. La sostenibilidad es una de ellas, pero entendida como una necesidad para la conservación de nuestro planeta.
Conceptos como el de ecoconstrucción, donde cada vez más se apuesta por diseños responsables con el entorno y con el medio ambiente, son la punta de lanza de una estrategia que hace de nuestro país uno de sus principales impulsores. También en todo lo relativo a la innovación y al desarrollo tecnológico, como el sistema BIM para mejorar en eficiencia, calidad y desarrollo de los servicios.
En cualquier caso, debemos seguir construyendo el futuro de manera conjunta. Insistir en aquellos modelos que han sentado las bases de la prosperidad de nuestro país, como en el caso de la colaboración público-privada, un modelo que ha permitido establecer las bases de una relación sólida entre el ámbito empresarial y el institucional con el objetivo de prestar servicios de mayor calidad a través de la eficiencia y la innovación.
Es importante, por lo tanto, que reivindiquemos la ingeniería de calidad frente a soluciones que no suelen buscar el bienestar general sino únicamente el particular. Solo de esta manera podremos seguir trabajando en aras de un futuro mejor para nuestro país en el que podamos cimentar bases sólidas que construyan la sociedad del mañana.
Javier Muñiz es director general de Aecom España.