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El Foco
Tribuna
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Contra la desigualdad en el conocimiento

Es preocupante que el escepticismo respecto a la ciencia incluya a decisores públicos Reforzar el estatus de la ciencia en la cultura plantaría cara a los fanatismos

Premiados con los Fronteras del Conocimiento y responsables de Fundacion BBVA. De pie, de izquierda a derecha: James Hansen (Cambio Climático); Pedro Alonso y Peter Myler (Cooperación al Desarrollo); Marten Scheffer y Gene Likens (Ecología y Biología de la Conservación); Rafael Pardo, director de la Fundación BBVA; Francisco Martínez Mojica y Jennifer Doudna (Biomedicina); Bradley Efron (Ciencias Básicas) y Daron Acemoglu (Economía, Finanzas y Gestión de Empresas). Sentados, yukuro Manabe (Cambio Climático); Sofia Gubaidulina (Música Contemporánea); Francisco González, presidente de la Fundación BBVA; Emmanuelle Charpentier; (Biomedicina) y David Cox (Ciencias Básicas).
Premiados con los Fronteras del Conocimiento y responsables de Fundacion BBVA. De pie, de izquierda a derecha: James Hansen (Cambio Climático); Pedro Alonso y Peter Myler (Cooperación al Desarrollo); Marten Scheffer y Gene Likens (Ecología y Biología de la Conservación); Rafael Pardo, director de la Fundación BBVA; Francisco Martínez Mojica y Jennifer Doudna (Biomedicina); Bradley Efron (Ciencias Básicas) y Daron Acemoglu (Economía, Finanzas y Gestión de Empresas). Sentados, yukuro Manabe (Cambio Climático); Sofia Gubaidulina (Música Contemporánea); Francisco González, presidente de la Fundación BBVA; Emmanuelle Charpentier; (Biomedicina) y David Cox (Ciencias Básicas).

Las contribuciones de los galardonados con los premios Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento ilustran la enorme riqueza y diversidad de todo lo descubierto y creado. Es imposible no sentir verdadera admiración por los logros que hoy reconocemos y por quienes los han hecho posibles.

Detrás de esa diversidad de contenidos y de campos hay un andamiaje compartido: el pensamiento racional en el que descansa el avance del conocimiento y que, a su vez, se ve ampliado por la práctica científica.

La conquista colectiva que representa el saber acumulado a lo largo de los siglos es resultado de un modo de pensar y de proceder refinado de continuo para, como escribiera Karl Popper, acercarnos asintóticamente a la verdad, cada vez más cerca de ella, pero sin llegar a tocarla definitivamente.

Hemos aprendido que por potente y elegante que sea una teoría, antes o después surgirán alternativas más inclusivas o más compatibles con la evidencia empírica. Ese modo de operar es el del ensayo y error, el examen crítico, la búsqueda de evidencias más precisas, la exposición de lo hallado para que pueda ser sometido a la escrupulosa evaluación de los pares, al debate racional.

En el complejo contexto actual nos parece fundamental trasladar a la cultura general de la sociedad y al mindset de los decisores públicos y los agentes privados esa manera de relacionarnos con la realidad.

En la época en que vivimos, expuestos a un flujo creciente de datos, de tecnologías que interconectan e irrigan con información a toda la sociedad, se hace más necesario que nunca entrenar y promover el pensamiento racional de cuna griega, ampliado y refinado por el espectacular desarrollo de la ciencia.

No se trata de convertir a todos los ciudadanos en científicos, sino de algo más fundamental: de entender que existe una línea de demarcación entre la mera opinión subjetiva y el conocimiento contrastado y validado por la comunidad científica.

Entender eso, o dicho de otro modo, dotar de un mayor estatus a la ciencia como elemento central de la cultura permitiría plantar cara de manera eficaz a fanatismos e ideologías excluyentes ya caducadas, pero vigentes en algunos sectores de la población, a intereses espurios de lobbies o simplemente a la cotidiana invasión de mensajes y contenidos que, deliberadamente o no, alimentan actitudes y comportamientos de espaldas, cuando no contrarios, al mejor conocimiento y evidencia.

Una de las formas de desigualdad de mayores consecuencias es la que deja a amplios sectores de la sociedad al margen del conocimiento. Y cuando ese segmento ajeno o escéptico respecto al conocimiento validado incluye a decisores públicos con gran capacidad de modelar la agenda colectiva, la situación es especialmente preocupante y exige redoblar los esfuerzos para que la ciencia sea percibida como cultura, como sistema de coordenadas del mindset individual y colectivo.

Precisamente por ello creamos los Premios Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento como forma de reconocer y dar visibilidad social a quienes generan conocimiento, reivindicando su valor para afrontar con éxito los desafíos y aprovechar las enormes oportunidades de nuestro tiempo.

Los ejemplos que nos ofrecen los galardonados con su curiosidad, su perseverancia, su pasión en la búsqueda de la solución a un misterio científico o en el proceso de creación de una obra de arte son inspiradores para todos.

Necesitamos estos modelos si aspiramos a reducir la grave desigualdad cognitiva que divide a la sociedad hoy, el foso entre quienes realmente viven inmersos en la sociedad del conocimiento y quienes recurren a sus productos sin más, sin preguntarse si detrás de las pantallas o el clic lo que hay es magia o ciencia.

Necesitamos también que se sepa claramente dónde empieza todo, el germen del que brota lo demás. No es otro que el deseo de saber, un impulso intrínsecamente humano que hace de la búsqueda del conocimiento un fin valioso en sí mismo, un bien de valor incalculable.

Es habitual destacar el valor del conocimiento para la innovación, para solucionar problemas, y, en cambio, se habla mucho menos del placer del descubrimiento, del hecho mismo de desvelar o crear algo. Creemos que este elemento debe pasar a primer plano. Primero, porque es expresión de un impulso humano, pero también por el efecto transformador que tienen el conocimiento y la cultura.

Lo que sabemos determina nuestra visión del mundo, nuestro sistema de coordenadas para entender la realidad, y por tanto nuestra actitud y nuestra relación con los demás. No es exagerado afirmar que el conocimiento marca el carácter, el tono vital de una sociedad y su futuro.

Y, además, están las aplicaciones, las soluciones prácticas. La búsqueda de conocimiento desemboca, antes o después, en innovación. Pero la mejor historia de la innovación muestra que no responde a un proceso lineal, que la innovación es esquiva, no suele aparecer donde se la busca directamente y, en cambio, emerge muchas veces a partir de cruces y anudamientos del conocimiento no anticipados.

Los Premios Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento se cimientan sobre el respeto escrupuloso a la idiosincrasia de la comunidad científica y cultural.

Son los propios científicos y creadores de todo el mundo quienes, cada año, nominan y escogen a quienes consideran mejores de entre sus pares. Sabiendo que hay muchos más que merecerían ser distinguidos, porque ciencia y creación son empresas cooperativas o que descansan en las contribuciones de otros. Por ello, los Premios son un homenaje a la entera comunidad de los investigadores y artistas.

Extracto del discurso de Francisco González, presidente de BBVA, en la ceremonia de entrega de los Premios Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento, el jueves en Madrid.

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