La economía es algo más que una pasarela política
Las medidas que defiende Pablo Iglesias son irreales o con altos costes de implementación ¿De dónde salen los recursos para incrementar las pensiones?
Qué ha propuesto Podemos más allá de lo político, del discurso, de lo mediático, con puro contenido económico?, ¿pisa Podemos y Pablo Iglesias el mundo real, el mundo de la calle, las familias, los desempleados, los mileuristas, los desahuciados, los estafados en su día con productos financieros, pensionistas con jubilaciones tan precarias como exiguas? Tras el discurso vibrante en momentos, de cara a la galería y la coreografía en otros, de insinuación y reproche, de insulto procaz y vehemencia condescendiente, ¿qué queda, qué se ha dicho veraz y objetivamente sobre la situación real de nuestro país, en lo social, en lo económico, en lo político? ¿Importan verdaderamente los problemas de los ciudadanos?
Iglesias busca reivindicar su figura, talante, su posición en la centralidad de la oposición, hegemonía aún inalcanzable en la izquierda, ante el desistimiento propio de momento del partido. Busca algo esencial a su manera de concebir la política: presencia, protagonismo, acción-reacción y centralidad.
Pero ¿qué tienen de real las medidas económicas que ha propuesto y cómo, en su caso, se llevarían a cabo y con qué medios? Por partes.
1. Subida del salario mínimo a 950 euros. Loable recuperar capacidad adquisitiva, pero ¿cómo conseguir un incremento de casi el 33% del salario y que nuestra economía, nuestras empresas sean competitivas, se internacionalicen y exporten? ¿O todo lo derivamos a una mera cuestión de reactivación de consumo interno en una elipsis que no es real? No hace mucho este partido incluía también una renta prestacional para jóvenes sin empleo. Pero ¿y el déficit, y la deuda, y la competitividad? Reactivar el consumo no es la panacea única.
1. Potenciación de la innovación. De acuerdo, pero ¿cómo lo llevamos a cabo?, ¿qué es y quién define lo estratégico, mas quién lo prioriza y jerarquiza? Cuanto más talento, más tecnología y más innovación exista más se crecerá, más se producirá a costes marginales más óptimos, pero ¿qué haremos con esta cuarta revolución industrial donde los trabajadores no cualificados no tendrán lugar? La robotización y digitalización son desarrollo, pero, ¿están preparadas y dispuestas nuestras empresas para competir y sumergirse en un proceso irreversible y sin vuelta atrás?
3. Romper la brecha salarial, una desigualdad sin sentido y sin base, un abuso y una desproporción objetiva que hoy no tiene justificación ni argumento alguno. Una realidad. Pero, ¿cómo puede un Gobierno erradicar la misma en el sector privado y sin regular forzadamente a través de cupos o tantos por cientos obligatorios como en la ley de la igualdad? ¿Cómo trasladamos desde el sector público la igualdad salarial a lo privado, penalizando a las empresas que discriminan o permiten esta situación que es tolerada por todos?, ¿y la composición de los consejos de administración?
4. Más gasto público. El viejo anatema que traemos desde la Transición, ¿quién gasta más en lo público, Gobiernos progresistas o conservadores? Pero ¿podemos volver a niveles de hace ocho años, como propone Iglesias? Educación de calidad, sanidad de calidad, mas ¿qué tipo de gestión propone Podemos tanto en educación como en sanidad? ¿Tenemos conciencia del gasto en estos ámbitos los ciudadanos? Ya son derechos universales, educación y sanidad. Pero de nada sirve si no cuidamos calidad, gestión y eficiencia.
5. 35 horas. Bien. Trabajar menos. Conciliar más y partir de un salario mínimo de 950 horas. Y probablemente tributar también más, ¿cómo se cuadra este círculo? Poner el cascabel no es sencillo.
6. Incrementar las pensiones. Tanto contributivas como sobre todo las que no lo son. Vincularlas a una indización objetiva y sin merma de pérdida de capacidad adquisitiva, IPC. Pero ¿de dónde salen todos los recursos? ¿Con unas cifras galopantes de desempleo aún y con un futuro incierto en las pensiones a medio plazo?
7. Dependencia y ayudas para evitar la exclusión social. Probablemente de las medidas más sociales y que ponen el dedo en la llaga. Once años después del cuarto pilar que supuso la Ley de Dependencia, el gran talón de Aquiles sigue siendo su financiación y su nivel real de prestaciones. Siguen las familias soportando el peso económico, familiar y personal frente a las personas dependientes. Los seguros han fracasado. Y son miles los dependientes a los que su reconocimiento llega demasiado tarde. 1.200 euros para familias en riesgo de exclusión social. Una realidad que está ahí, la pobreza. Umbrales vergonzosos en España. Basta ver los informes de Cáritas, Foessa.
Pero de nuevo la pregunta: ¿de dónde sacarían los recursos para que estas ayudas sean reales?
8. Acceso a la vivienda y desahucio. Uno de los grandes problemas de nuestra sociedad. El drama que hemos vivido y que en este último trimestre ha crecido un 2,3%. Evitar el desahucio, pero antes el endeudamiento excesivo. Viviendas dignas, pero no son aquellas de 35 metros de aquella ministra. ¿Cómo lograrlo?, las entidades financieras han cambiado pautas y cláusulas, pero queda camino, mucho. Evitar abusos, desequilibrios. Pero ¿significa que Sareb debe convertirse en una agencia dadora de pisos?
9. Reforma fiscal. No hay Gobierno ni partido que no hable, que no exija la misma. Pero la realidad es la que es. Nadie la acomete con intensidad. Con racionalidad, con proporcionalidad. Sin esta, y cuidado con lo que se grava, todas las anteriores medidas son una irrealidad. Pero a mayor presión fiscal, en país cainita y taimado como el nuestro, el fraude, la elusión es la que es. Como la demagogia. Impuesto para ricos, más gravamen al capital, etc. Discurso fácil, pero nada hay más cobarde que un millón de dólares keynesiano. Reforma sin lucha contra el fraude es una quimera.
10. Déficit. Crónica de una apatía y enfermedad galopante. Reducirlo, pero no en el quántum, sino en el plazo. Un imposible bruselense.
Estas son diez de las medidas de Pablo Iglesias. Diez irrealidades en su conjunto.
En el fondo, muchos suscribiríamos las medidas, pero solo son ideas, irreales en su quántum. Inalcanzables en su implementación. Los costes y los contras son elevados. Pura demagogia para un debate. Pero gobernar es otra cosa. Muy distinta. Algo más que minutos de gloria efímeros en todo caso.
Abel Veiga Copo es profesor de Derecho de la Universidad Pontificia Comillas.