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Las otras entidades que se vendieron por un euro antes que Popular

Otras entidades en apuros han sido rescatadas, liquidadas o adjudicadas a terceros La firmas fallidas han propiciado la consolidación del sector

El puzzle bancario.
El puzzle bancario.
Juande Portillo

Ya hay solución para Banco Popular. Tras meses de agonía bursátil y desconfianza en torno a una entidad incapaz de presentar un plan creíble para afrontar su enorme losa de ladrillo, el banco ha sido adjudicado a Banco Santander por un euro simbólico.

La salida fijada para el grupo que Emilio Saracho pilota desde febrero, cuando relevó a Ángel Ron, resulta novedosa respecto a las actuaciones impulsadas ante otras entidades financieras en apuros.

Esta vez, el contribuyente no pondrá un solo euro, asegura el Gobierno. Pagarán la factura accionistas e inversores de Popular. Santander cierra la transacción sin coste pero ampliará capital para sanear la entidad con 7.000 millones. Salvando estas diferencias de peso, en todo caso, Popular no es la primera entidad que se vende por un euro.

En la historia reciente del país, la de la crisis financiera que estalló oficialmente con la quiebra de Lehman Brothers en septiembre de 2008, el primer rescate bancario solo se hizo esperar seis meses. Fue la intervención de Caja Castilla-La Mancha (CCM) por parte del Banco de España.

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Los primeros rescates de la crisis

La caja fue asistida por el Fondo de Garantía de Depósitos (FGD) y adjudicada posteriormente a Cajastur (actual Liberbank), tras fracasar la negociación para fusionarla con Unicaja. La operación se engrasó con una inyección de capital y un esquema de protección de activos (EPA), que luego acompañaría otros salvamentos similares, en los que al comprador se le garantiza una cobertura sobre las pérdidas futuras que puedan causar las carteras problemáticas. Santander no recibirá uno similar por Popular.

Aquel episodio llevó a crear el Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria (FROB), encargado de pilotar las futuras intervenciones, que no tardaron en multiplicarse.

En paralelo, proliferó entonces en el sector financiero, con especial ahínco entre las cajas de ahorro, la emisión de participaciones preferentes y deuda subordinada a fin de reforzar el capital de las entidades, aunque con desmanes en su comercialización entre particulares que en buena medida acabaron con el tiempo en los juzgados.

En mayo de 2010, hubo que buscar una solución para CajaSur, la entidad manejada por el Cabildo catedralicio de Córdoba. Ante las advertencias del Banco de España de que necesitaba reconducir su situación, y también tras fracasar un intento de fusión con Unicaja que el sacerdocio rechazó, la firma fue intervenida y acabó vendida a BBK (luego Kutxabank). De nuevo se impuso la EPA como garantía para facilitar la venta.

La caída de las cajas

Ante el temor a un descalabro generalizado, el Estado impulsa un baile de fusiones, principalmente entre las cajas, que fue lubricado con dinero público inyectado por el FROB. De esta época datan la fusión de las cajas gallegas (Novagalicia), catalanas (Catalunya Banc), BMN (Caja Murcia, Caja Granada y la balear Sa Nostra) o la fusión de siete entidades con Caja Madrid y Bancaja a la cabeza que dio lugar a Bankia.

Sin embargo, 2011 reveló que la unión no necesariamente hace la fuerza y los trifulcas en los procesos de integración o las fusiones de marcado perfil regional comenzaron a hacer aguas.

La alicantina Caja de Ahorros del Mediterráneo (CAM), cuya cúpula está siendo juzgada estos días por falsear su contabilidad y saquear la firma cobrando remuneraciones irregulares, fue intervenida en junio de 2011 por el Banco de España cuyo entonces gobernador, Miguel Ángel Fernández Ordóñez, la calificó como “lo peor de lo peor”.

La entidad fue subastada y adjudicada a Banco Sabadell por un euro simbólico, además de una inyección de capital de 5.200 millones y el compromiso de cubrir futuras pérdidas con una EPA de hasta 16.000 millones.

En los meses siguientes se nacionalizaron también Novagalicia, Catalunya Banc y Unnim, para las que la solución ha sido la venta a terceros en procesos competitivos. En concreto, la primera fue rescatada por más de 9.000 millones de euros y posteriormente acabó adjudicada al grupo venezolano Banesco, por 1.003 millones, que la rebautizó como Abanca.

Las otras dos fueron adquiridas, en distintos procesos, por BBVA, que pagó un euro simbólico por Unnim y unos 1.200 millones por la fusión de las cajas catalanas, que había requerido a su vez 12.000 millones de rescate público en lo que de momento se considera el rescate más oneroso de la banca española.

En noviembre de 2011 cae Banco de Valencia, que Bankia deja atrás en su carrera por sobrevivir saliendo a Bolsa unos meses después. La entidad recibió 4.500 millones de euros de capital público y fue vendida por un euro a CaixaBank junto a otro esquema de protección de activos.

Bankia, el caso clave

Aunque cronológicamente su caída vino después, la solución dada a muchas de estas entidades, vendidas a terceros tras ser recapitalizadas con fondos públicos, no se dio hasta que tuvo lugar la debacle más conocida del sector: Bankia.

Tras un intenso fin de semana, el primero de mayo de 2012, en el que el Gobierno tanteó a los grandes banqueros de España para aportar una solución privada, el plan de reflotamiento de Bankia presentado por su entonces presidente, Rodrigo Rato, fue rechazado y se anunció su sustitución por José Ignacio Goirigolzarri.

La revisión de las cuentas que llevó a cabo dio lugar a unas necesidades de asistencia pública de 22.500 millones de euros que requirieron que España solicitara a Europa un rescate de hasta 100.000 millones de euros, de los que finalmente se ha utilizado menos de la mitad, y que vino acompañado de un severo paquete de recortes y reformas para el país.

Entre ellas se incluía la creación de la sociedad de gestión de activos procedentes de la reestructuración bancaria (Sareb), el llamado banco malo, que terminó descargando a la banca nacionalizada y asistida de unos 50.000 millones de euros de carga tóxica en ladrillo y créditos problemáticos.

Popular rechazó entonces pedir apoyo público para descargar parte de su losa inmobiliaria en el balance del banco malo, una decisión que no pocos analistas señalan que ha terminado llevando a la entidad a su fin.

Sareb ayudó también a limpiar Banco Ceiss (la fusión de Caja España y Duero) que acabó integrada en Unicaja tras años de negociación con Bruselas; Caja3, que se quedó Ibercaja o la nacionalizada Banco Mare Nostrum (BMN), en proceso de fusión con Bankia.

Otros modelos: de Banco Madrid a Banesto

Caso aparte es el de Banco Madrid, entidad de banca privada perfectamente solvente que se vio arrastrada por el escándalo de blanqueo de capitales que rodeó a su matriz, Banca Privada de Andorra (BPA) cuando, en marzo de 2015, EE UU la acusó de lavar dinero para redes internacionales del crimen.

La dimisión de su consejo llevó al Banco de España a tomar el control pero la fuga de clientes puso en riesgo de quiebra Banco Madrid en solo unos días lo que llevó al juez a decretar el concurso de acreedores, que ahora el juez valora si declarar culpable.

Más lejos quedan otros ejemplos dispares, como la intervención de Banesto en 1993 que acabó con su presidente, Mario Conde, entre rejas y la adjudicación de la entidad a Banco Santander, que acabó por absorberlo en 2012.

Una jugada similar a la que realizó Banco Popular a finales de 2011 cuando integró a pulmón su filial Banco Pastor, concentrando la fuerte exposición inmobiliaria de ambos en una bomba de relojería que ha terminado por requerir una solución para el propio Popular. Estas dos últimas operaciones, la de Pastor –por el ladrillo– y la de Banesto –por el modelo de integración de Santander–, marcarán ahora el diseño del nuevo mayor banco de España: un Santander que se hace con Popular invirtiendo 7.000.000.001 euros.

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