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Los náufragos de la burbuja. (Muerta la araña la tela se deshace)

«... en la sociedad humana de hoy, los hombres cada vez se ponen menos de acuerdo, y por eso combaten entre ellos. Pero ¿por qué no se entienden?¿Por qué no salen de esta situación? En la película es lo mismo: ¿Por qué no llegan juntos a una solución para salir de la casa?»

Luis Buñuel a propósito de su película «El ángel exterminador» [1]

Escena inicial de «El ángel exterminador» (1962) dirigida por Luis Buñuel y con guion del mismo y Luis Alcoriza

Trailer de la producción de la Royal Opera House (ROH) Covent Garden de Londres para la premier londinense[2] de la última ópera de Thomas Ades «The Exterminating Angel» (2016) inspirada en la película de Buñuel.

Alrededor de «El ángel exterminador» sobrevuelan múltiples interpretaciones. Lo primero que se nos ocurre del icónico film surrealista de Buñuel, dada su relación con los sueños y la de éstos con lo sexual, es una lectura psicoanalítica que ahonda en el mundo interno de alguno de los personajes, en sus deseos más íntimos, en sus pulsiones y obsesiones. Por otro lado, la descarnada descripción de una clase social aislada centrada en sí misma y opulenta como la burguesía nos llevaría a una lectura política, centrada en las confrontaciones de clase, los burgueses y los criados con relaciones de exclusión[3]. Derivada de ambas podríamos añadir una lectura religiosa, con omnipresencia de acciones e iconos del cristianismo.

Muy pocas ahondan en otro factor que puede ser todavía más determinante y que engloba a todas y se trata del propio desarrollo del encierro. Trataría de ver cómo se desarrollan las maniobras para tratar de explicar lo a simple vista parece inexplicable a los implicados y a sus espectadores (que no solo son los que en la película sino los que están fuera de la casa), en definitiva en la evolución de las relaciones sociales de una comunidad forzada a serlo.[4]

«Lo que desde niño he odiado más... la grosería, la violencia, la suciedad, son ahora nuestras compañeras inseparables; es preferible la muerte a esta abyecta promiscuidad»

Edmundo Nóbile, anfitrión de los invitados a la cena en la película «El ángel exterminador»

Un grupo de personas, que acaban de asistir a una función operística[5], son invitadas por el matrimonio de los Nóbile a una cena y posterior velada en su lujosa mansión de la calle de la Providencia[6]. Mientras los anfitriones y sus invitados llegan, los criados, por motivos que se nos escapan, abandonan la casa sin querer ser vistos.

La desconexión entre los invitados y sus sirvientes es total. Parecen dos mundos que aunque conviven en el mismo espacio y tiempo, en la REALIDAD no comparten nada. La escena en la que el mayordomo se cae sirviendo la cena es interpretada por los comensales como una broma preparada por los anfitriones para su mera diversión. Después de la cena, los invitados pasan al salón. Tras escuchar al piano la interpretación al piano por una de las invitadas de la sonata de Paradisi, la velada debería tocar a su fin. Es el momento de la despedida. Pero no lo hacen. Los invitados, sin una razón aparente dado que nadie se lo impide, no pueden salir y ese momento queda siempre pospuesto. Este problema es nuevamente enmascarado con sus conversaciones triviales.

La incomunicación, es un tema fundamental en la película. La cinta esta plagada de diálogos y situaciones absurdas en donde abunda la superficialidad, el engaño, la ignorancia, la frivolidad, características todas ellas de un grupo social en decadencia. La repetición de escenas, nunca son exactamente iguales, es otra constante y una calve de la película. Por un lado refleja esa superficialidad, evidencia el engaño en el que están basadas las relaciones entre ellos (y las de ellos con los otros grupos sociales) y la apariencia.

No se extrañen pues cuando los prometidos Eduardo y Beatriz aparezcan en una escena bailando simulando que no se conocen. O de las sucesivas escenas en las que Leandro y Cristian son presentados por un tercer invitado y reaccionan con frialdad para luego encontrarse y saludarse como si fueran dos grandes amigos que se conocen desde hace muchísimos años. Si estas escenas les parecen absurdas intenten juzgar las declaraciones de Trump del pasado jueves en las que sin rubor aparente se declaraba "gran amigo" de una persona (Pavarotti) de la que desconoce un hecho vital: lleva muerta diez años y sus herederos le han puesto querellas por utilizar su interpretación del "Nessun dorma" en sus mítines.

Pero pasa el tiempo y los invitados van desplomándose en los sillones, van perdiendo su rígida compostura, sus vestimentas. Deambulan sin rumbo fijo por la estancia sin comprender todavía porqué no pueden dar el paso definitivo de salir del salón. La situación se vuelve cada vez más absurda. Exhaustos, van tumbándose en lugares que a priori, no concuerdan con sus maneras de comportarse ya que acaban tirados por el suelo, en los sofás, a lo largo y ancho de las alfombras. Apagan las luces y en la oscuridad y entre bultos informes de personas y objetos, el antes lujoso salón va adoptando la forma de un hospital de campaña tras una tragedia.

A la mañana siguiente, la confusión y el desasosiego todavía habrán de esperar. Como buenos salvadores de apariencias, entienden que su situación es original, pero en cualquier caso bajo control. Creen que su estado presente es espontáneo, libremente adoptado, aunque a todas luces extraño. De hecho, todos piensan que tras el desayuno todos saldrán de forma natural de ésta "absurda" (recuerden que ellos no la ven todavía así) situación. Pero no es así. Julio, el mayordomo, entra en el salón, y ya no puede salir, ni siquiera para coger las cucharillas del café que ha olvidado.

De entre los personajes siempre he tenido una especial predilección por Carlos Conde, el médico, símbolo de la tecnocracia, la investigación y la racionalidad. Es de destacar, tal y como le corresponde, su interés por comprender de manera científica la situación inexplicable a la que se enfrenta. Todos esperan algo de él por lo que atiende a los enfermos, trata de atemperar las situaciones tensas pero, a la vez, muestra una enorme hipocresía ya que se pasa toda la película mintiendo y negando los síntomas de sus “enfermos” quizás con la loable, pero poco práctica, sensación de que así se resolverá el problema. Ello es especialmente grave en el caso de Leonora (enamorada de él) que está en fase terminal de cáncer y el doctor continuamente le indica que sus temores y dolencias son infundadas, para luego comentar a otro de los invitados que su muerte es cosas de días (en breve quedará "completamente calva").

La violencia y los sueños

«Raúl me ha dicho que muriéndose Nóbile esto termina»

Blanca a Silvia en un momento de la película «El ángel exterminador»

La situación comienza a hacerse insostenible. El hambre, la suciedad, la enfermedad y el conflicto harán rápida aparición, mientras que los implicados continuarán sin conocer qué les está ocurriendo.

Surgen el conflicto, el victimismo, la hipocresía, las luchas enmascaradas, el egocentrismo, la violencia. El máximo paroxismo se sitúa cuando todo desemboca en la necesidad de la búsqueda de un culpable. El director de orquesta sospecha de los criados ¿porque se fueron la noche anterior?, ello debe estar relacionado con su situación. El anfitrión, como siempre, intenta calmar a sus invitados recomendando «no aventurar tesis alarmantes”. Quizás desconoce que lo que movió a los criados a salir no fue por presagiar lo que les pasa. Puede incluso ser parte de lo que a ellos les pasa, pero al revés: su irrefrenable pulsión a salir, es la misma que a ellos les mueve a no poder hacerlo. Pero para los integrantes esta sin razón, si es que llegan realmente a encararse con ella, no es satisfactoria: los sirvientes tienen algo que ver en todo esto.

A partir de ahí sus elegantes formas van desapareciendo hasta hacer su aparición los más bajos instintos y comportamientos de los que parecían inicialmente abominar y que estaban cubierto tras el maquillaje de la corrección.

Sin embargo, ese maquillaje que antes les "protegía" de las bajezas de las que renegaban, les condujo irremediablemente a un comportamiento artificial que le alejó de la realidad y les metió en un mundo donde campa a sus anchas la incomunicación y con ella, el autoengaño. La violencia gratuita, la solución fácil, el hombre fuerte que restituya el orden, el enemigo exterior (culpable de todos nuestros males) es el habitual resultado final de esta estrategia de incomunicación.

La salida requiere desandar los pasos que nos llevaron al bloqueo.

La vida pública debe someterse a una catarsis profunda y sincera.

Editorial de El mundo del 21/04/2017

Solo la solución “colaborativa” de Leticia (repetir lo mismo que habían hecho antes de encontrarse en esa situación) logra salvar el obstáculo invisible que les impide salir. Podría interpretarse como una metáfora de la necesidad de hacer una regeneración profunda y sincera, alejada de la retórica vacía y engolada, para renovar la sociedad. Los comportamientos vistos hasta ese momento, fácilmente sostenibles mientras había dinero y falsa prosperidad, no tienen razón de ser ahora. Soluciones a medias, buscando un culpable o chivo expiatorio temporal no logrará que la situación cambie. El proceso degenerativo ha alcanzado niveles en los que no caben medias tintas.

Vista la situación así, los actuales procesos contra el stablishment (llámense Trump, Farage, Le Pen, Podemos, Melechon,…) no son realmente un cambio de paradigma. Más bien son una etapa más del proceso degenerativo, que no es más que aquel que, una vez probados todos los demás, acaba en la violencia y en los sueños (¿de grandeza?) como últimos recursos para no cambiar.

Si no somos capaces de aceptar que las cosas cambian, el estrés y la ansiedad anidarán en nosotros. El cambio, que es lo único que es constante, nos obliga a aceptarlo. La regeneración (manteniendo la esencia) es el mejor método para adaptarnos a él. Los actuales encerrados en la calle Providencia no son necesariamente una clase social, puede ser un país, una región, que se ha blindado contra el cambio y esa situación la ha llevado a un callejón sin salida.

No obstante, Buñuel, muy dado a los despistes, nos acaba diciendo: "Si el filme que van a ver les parece enigmático e incoherente, también la vida lo es. Es repetitivo como la vida y, como la vida, sujeto a múltiples interpretaciones. El autor declara no haber querido jugar con los símbolos, al menos conscientemente. Quizá la explicación de El ángel exterminador sea que, racionalmente, no hay ninguna." [1]

NOTAS:

  1. Entrevista que Luis Buñuel que concede a Tomás Pérez Turrent y José de la Colina entre los años 1975 y 1977, recopiladas en el libro «Buñuel por Buñuel».
  2. El Ángel Exterminador" de Thomas Ades se estrenó en Salzburgo el 1 de agosto pasado dentro del Festival de Verano que cada año tiene lugar en la ciudad (se volvió a representar los días 5 y 8 de agosto) y tendrá su estreno londinense mañana lunes coincidiendo con la notica de la primera vuelta de las elecciones en Francia. Después se presentará en Nueva York y Copenhague.
  3. A pesar del atractivo que para Buñuel siempre representó la burguesía, puede ser un gran error interpretarlo como una crítica social a dicha clase. El equívoco pudo haberlo provocado el propio Buñuel cuando resume que su película es más bien una parábola sobre la condición burguesa antes que una sobre la condición humana. Añadiendo que, probablemente, un encierro entre obreros se solucionaría de algún modo, ya que éstos se mantienen "más en relación con las dificultades concretas de la vida". Pero acto seguido, hablando del mismo desarrollo del encierro, de su devenir lógico, concluye: "Creo que lo que les ocurre a los invitados de Nóbile es totalmente independiente de la clase social a que pertenecen. Con obreros o campesinos sucedería algo muy semejante, con ligeras variaciones en la forma”.
  4. Según Buñuel, La importancia, por tanto, radica en las relaciones sociales entre iguales, no en consideraciones de clase. La parábola afectaría más bien a la condición humana, a su agrupación obligada, no a una determinada clase que aislamos a conveniencia y que consideramos extraña a nosotros.
  5. La invitada Silvia es la cantante de ópera a la que el grupo ha escuchado y aplaudido antes de la cena por su genial interpretación de la protagonista de la ópera de Donizetti «Lucia de Lammemoor» (novia que, casada por obligación, acaba asesinando a su marido en la noche de la bodas y enloqueciendo).
  6. El titulo original de la película iba a ser « Los náufragos de la calle Providencia» evocando el cuadro «La balsa de la Medusa» de Gericault.

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