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Comercio internacional

El proteccionismo de Trump abre la puerta a un nuevo orden comercial

China se propone como sustituto de EE UU en los acuerdos de comercio en el Pacífico

Comercio exterior de las principales potencias
Alejandro Meraviglia

El mensaje contra la globalización de Donald Trump en campaña comienza a perfilarse en sus primeras medidas al frente de la principal potencia económica del planeta. Las medidas proteccionistas anunciadas por el presidente, como salir del tratado de libre comercio en el Pacífico (TPP) y las dudas planteadas de manera reincidente sobre otros tratados como el polémico con la Unión Europea (TTIP), abren la puerta a un nuevo marco comercial mundial.

“Buy American. Hire American” (Compre estadounidense. Contrate estadounidense). Trump dejó así claro en el discurso de toma de posesión de la pasada semana sus prioridades en materia económica. Una posición que pone en tela de juicio la presencia de EE UU en los tratados de libre comercio, a los que el magnate convertido en presidente, culpa de la destrucción de puestos de trabajo, pese a que el país tiene una tasa de paro del 4,7%.

El principal blanco de sus críticas ha sido China. De hecho, Trump eligió para dirigir el Consejo Nacional de Comercio a Peter Navarro, conocido detractor de las relaciones comerciales con dicho país. China exporta al año hacia EE UU por valor de 432.000 millones de dólares, según datos de la Organización Mundial de Comercio (OMC), siendo el principal mercado importador estadounidense. El nuevo presidente estadounidense planteó durante la campaña la imposición de aranceles de entre el 5% y el 10%.

Precisamente el Gobierno chino ha comenzado a mover ficha ante la salida de EE UU del TPP, acuerdo comercial en el que no estaba incluido, abriendo la puerta a cubrir la vacante que deje el país norteamericano en los tratados de libre comercio. Hua Chunying, portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores chino, aseguró que su país relanzará otros acuerdos como la Asociación Económica Regional y el Acuerdo de Libre Comercio para Asia Pacífico, en los que se encuentran el grueso de Estados que estaban en el TPP como Japón, Corea, Australia o Nueva Zelanda.

El Gobierno australiano ve factible que China ocupe la posición que deje EE UU. El primer ministro, Malcom Turnbull, planteó ayer un escenario en el que China pudiera entrar en el TPP. La consultora Capital Economics aseguraba ayer que “la retirada de Trump ha creado una oportunidad para China para expandir su influencia en la región”.

Por su lado, Japón se mostró reticente a la ausencia de EE UU en el acuerdo y tachó de “sinsentido” seguir adelante sin el país norteamericano. Es el único Estado que hasta la fecha ha ratificado el TPP, y avanzó que su intención es convencer a la Administración Trump de las ventajas del acuerdo. Para Tokio, invitar a China al TPP sería un riesgo estratégico.

Nicholas Kwan, director de investigación del Consejo para el Desarrollo Comercial de Hong Kong, destacó ayer en la conferencia anual de la aseguradora de crédito Coface en Paris que China ha sido “la gran beneficiada” del proceso de globalización de los últimos 40 años y criticó la decisión de EE UU de salir del TTP. “La mayor preocupación no es su salida, no ha sido una mayor sorpresa, sino cuál será el siguiente paso del presidente Trump y cómo afectará al mundo”.

Kwan se mostró reacio a la posibilidad deslizada por Australia de continuar las negociaciones de un tratado sin EE UU. “Cualquier acuerdo regional necesita la participación norteamericana por la elevada dependencia comercial de un gran número de países”. Un informe de Coface identifica a las seis grandes víctimas de la política proteccionista de Trump si finalmente se hace realidad. En América, México, Honduras y Salvador serían los más afectados, ya que el 30% del PIB depende de las exportaciones a EE UU. En Asia serían Vietnam y Tailandia, con cifras similares.

El BBVA ve riesgo reducido

También el centro de estudios del BBVA se hizo ayer eco del movimiento de Trump de salida del TPP. Ana Munera, directora de Equity y Estrategia Global en BBVA Global Markets Research, rebajó un poco la gravedad de la situación para el comercio internacional. La analista señaló que las probabilidades que da BBVA a que se cumpla el peor de los escenarios para la inversión, el de que Trump desate una guerra comercial, con depreciación de las divisas emergentes y empeoramiento de las perspectivas de crecimiento, es del 15%. “Los anuncios de Trump son de gran agresividad pero pensamos que lo racional es ver la implementación de esas medidas. Haría falta mucha más concreción para hablar de guerra comercial”, añade Munera.

El riesgo de un elevado proteccionismo en EE UU es de hecho uno de los mayores temores de los inversores este año, si bien en opinión de Munera también hay que tener en cuenta que los tipos de cambio en los países emergentes ya han descontado en gran medida ese factor y que, en cualquier caso, el modelo comercial ya está cambiando, con la posibilidad de que los países redefinan sus estrategias, pero sin que haya un cambio traumático en las relaciones comerciales. “Dar un 25% de probabilidades a un escenario de guerra comercial sería dar un sesgo demasiado negativo”, explica Munera, que defiende que el gran argumento para una perspectiva más positiva está en la mejora de la confianza empresarial.

Pero el TPP no ha sido el único acuerdo comercial en el que figura EE UU que pueda verse afectado por la nueva política económica. El Tratado de Libre Comercio en América del Norte (NAFTA, en sus siglas en inglés), que incluye a Canadá, EE UU y México, se ha visto golpeado desde la elección de Trump a golpe de tuit. El presidente ha mostrado sus dudas, especialmente en el campo de la industria del automóvil, de los efectos que tiene el acuerdo comercial, firmado por Bill Clinton a comienzos de los noventa, en la economía estadounidense. El mismo día que firmaba su salida del TPP, Trump sellaba una orden gubernamental para renegociar los términos de los acuerdos con México. El país latinoamericano, que ha dicho que dejará el NAFTA si las exigencias de EE UU traspasan las líneas rojas, es el segundo importador para la economía estadounidense, con 240.237 millones de dólares en 2014, últimos datos recogidos por la OMC.

En cuanto a Europa, la presión de algunos países contra el TTIP, el acuerdo comercial de la UE con EE UU, y la política proteccionista de Trump dejan en el aire el acuerdo de libre comercio del Atlántico Norte. El nuevo presidente apunta a una suerte de relaciones país a país, prohibidas por la regulación comunitaria, empezando por un acercamiento hacia el Reino Unido. El magnate recibe esta semana a Theresa May, primera ministra británica, en Washington para negociar un nuevo marco comercial entre los países. La Comisión Europea respondió ayer a la salida de EE UU del TPP asegurando que la UE seguirá siendo “una economía abierta” y que se mantendrá “comprometida con el comercio internacional libre y justo”, según declaró el portavoz jefe de la Comisión, Margaritis Schinas.

Información realizada con la colaboración de: Alicia Arévalo, Carlos Molina, Nuria Salobral (París) y Bernardo de Miguel (Bruselas).

¿Qué es un tratado de libre comercio? ¿Y una unión aduanera?

P. ¿Qué es un tratado de libre comercio?

R. Un tratado de libre comercio es un pacto entre dos países (o áreas comerciales) para homologar las normas que deben seguir las empresas para hacer negocios en ellos. Por ejemplo, en el caso del controvertido tratado entre la Unión Europea y Estados Unidos (el TTIP), algunos de los aspectos que planeaba resolver son las divergencias en el etiquetado de productos para la industria alimentaria, los requisitos para las piezas de un coche, las homologaciones de una máquina o las inspecciones en origen y en destino. Esto afecta, por ejemplo, a la dificultad de las empresas españolas para acceder a concursos públicos, convalidar los títulos universitarios de sus trabajadores o para reconocer a sus proveedores locales y no requerir de socios en el país de destino.

P. ¿La firma de un tratado de libre comercio implica una rebaja en los aranceles para las empresas que operen entre esos países?

R. La reducción de aranceles es otra de las patas que completa la política comercial de tratados internacionales. En el caso del TTIP, los expertos apuntan sin embargo a que los bajos tributos en las transacciones entre estas dos áreas –del 5,2% de la UE a EE UU y un 3,5% al contrario– hará que cualquier rebaja sea poco significativa. También es el caso del TTP, que vincula a EE UU con 11 países de la región de Asia y el Pacífico entre los que se encuentran Japón, Taiwán, Australia o Nueva Zelanda. Lo rubricó Obama al final de su mandato y el lunes Trump anunció la salida de la primera potencia mundial. El magnate amenazó también con la creación de un impuesto para los productos fabricados en el extranjero para ser vendidos en EE UU.

P. ¿En qué se diferencia un Tratado de Libre Comercio de una Unión Aduanera?

R. En el caso del primero, es una mera unificación de la normativa comercial entre los firmantes. La unión aduanera establece, además de un área de libre comercio, una tarifa exterior común. Es decir, una política comercial conjunta hacia los estados no miembros. La unión entre los países de América del Sur (Mercosur) en el que están presentes Argentina o Brasil o la Unión Aduanera de África Austral.

P ¿Y con respecto al Mercado Común de la Unión Europea?

R. En este sentido, la Unión Europea incorpora un conjunto de organizaciones gubernamentales supranacionales como el Parlamento Europeo, la Comisión Europea y el Consejo de la UE. Esto no ocurre con tratados de libre comercio como el TTP o el NAFTA (firmado en 1990 por EE UU, México y Canadá). Además, el Mercado Común europeo consigna las cuatro libertades del mercado interior (de libre circulación de mercancías, personas, servicios y capitales) y de las políticas en torno a ellas, competencia, transportes, energía y cooperación económica y monetaria. En definitiva, un vínculo más estrecho entre los países miembros.

P. ¿Quién se opone a la política de tratados comerciales?

R. El recién elegido presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, no está solo en el ataque a los acuerdos comerciales. Organizaciones no gubernamentales como Greenpeace, Ecologistas en Acción o Attac también han encabezado la oposición al TTIP, aunque por distintos motivos. El rechazo a los acuerdos transatlánticos ha sido una de las bases sobre las que Trump cimentó su campaña electoral. Los considera la razón del desempleo y la deslocalización de las fábricas estadounidenses. Eso, por tanto, parece que deja el del Atlántico Norte en punto muerto.

Es precisamente este pacto el que centra las críticas del lado opuesto. Greenpeace filtró en mayo los documentos de las negociaciones entre las autoridades europeas y estadounidenses sobre las negociaciones del TTIP. En concreto, tanto esta organización no gubernamental como los otros 500 colectivos asociados bajo el emblema Stop TTIP, denuncian que la unión comercial entre los dos gigantes comerciales supondrá también una relajación de los derechos laborales y medioambientales de los países miembros para adaptarse a los requerimientos de las grandes multinacionales.

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