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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Una jornada laboral europea

Permanecer en el trabajo no es necesariamente sinónimo de hacer

Fátima Báñez, ministra de Empleo
Fátima Báñez, ministra de Empleo

La decisión del Gobierno, anunciada ayer por la ministra de Empleo, Fátima Báñez, de impulsar un gran pacto nacional por la racionalización y conciliación de horarios llevará al Congreso una propuesta que ha sido reclamada en los últimos años a través de distintas iniciativas y desde diferentes ámbitos. Según explicaba ayer la ministra de Empleo, ese gran acuerdo incluiría la finalización de la jornada laboral a las 18 horas y el cambio de huso horario para adoptar el que rige en países como Portugal y Reino Unido, lo que obligaría a España a retrasar una hora el reloj. El acuerdo contempla también la creación de una “bolsa de horas para asuntos propios” y un refuerzo del teletrabajo. Junto a estas medidas, el Ejecutivo quiere aprobar otras propuestas laborales, como un plan de igualdad salarial, la creación de la mochila austríaca –fondo individualizado de cada trabajador, nutrido con un porcentaje del salario bruto, para usar en caso de despido, formación o complemento de jubilación– o la ampliación del permiso de paternidad a cuatro semanas.

La apuesta por racionalizar los horarios de trabajo en España parte de un hecho difícil de negar: la ineficiente organización que aporta la jornada partida, con dos horas para almorzar en muchos casos, y que alarga la permanencia en el puesto más tiempo que en la mayor parte de los países. Los datos de la OCDE revelan que mientras los trabajadores españoles permanecen en el trabajo 1.665 horas al año, los belgas dedican 1.570 horas, los franceses, 1.489 horas y los alemanes, 1.388. Ese exceso, sin embargo, no aporta ventajas en materia de competitividad. Al contrario, los datos revelan que las empresas españolas están por debajo de la mayor parte de las europeas en este ámbito. No en vano, permanecer en el trabajo no es necesariamente sinónimo de hacer, como demuestran los tiempos muertos establecidos casi por tradición en buena parte de las jornadas laborales españolas. La propuesta del Gobierno de finalizar la jornada a las 18 horas exigiría en todo caso reducir esas pausas y descansos y apostar por la productividad.

Cuestión diferente resulta la iniciativa de cambiar el huso horario, que no necesariamente tiene que ir ligada al acortamiento de la jornada, dado que se puede racionalizar y reorganizar esta sin modificar ese aspecto. El denominado horario español está relacionado con un estilo de vida muy arraigado en el país, que constituye en sí mismo una expresión cultural muy reconocible y que tiene una relevancia económica en toda la industria relacionada con el ocio y el turismo, cuyo peso hay que tener cuidadosamente en cuenta. Más allá de ese análisis, que esta y otras medidas se lleven al Congreso bajo la fórmula del pacto nacional es en sí mismo una buena noticia, que apunta a un un cambio en la forma de legislar y a una apuesta por el consenso parlamentario.

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