García-Margallo “Las relaciones con EE UU no tienen que cambiar”
El exministro de Asuntos Exteriores, José Manuel García-Margallo, publica nuevo libro
José Manuel García-Margallo (Madrid, 1944) ha dedicado su carrera a la función pública. La hoja de servicios de quien se define como democristiano tuvo su broche entre 2011 y noviembre de este año, cuando fue ministro de Asuntos Exteriores y de Cooperación con Mariano Rajoy. Anteriormente fue miembro del Parlamento Europeo (1994-2011) y diputado por el PP en la Cámara Baja en varias épocas. Formó parte de las Cortes Constituyentes de 1977 con UCD y hoy, casi 40 años más tarde, conserva su escaño pese a no formar parte del nuevo Gobierno popular. Recibe a CincoDías en la Fundación Rafael del Pino con motivo de la presentación de su libro Europa y el porvenir (Península), coescrito con Fernando Eguidazu.
¿Cómo valora la posición de España en la arena internacional?
Para resumir mi gestión diría que he diseñado un cuadro normativo que no existía antes y que permite dar orden y previsibilidad a la acción exterior. He afianzado los dos pilares básicos en los que se debe basar la política exterior española: Europa, con una visión muy federalista, y la reconducción de las relaciones con EE UU, que estaban muy dañadas por algunas decisiones del Gobierno anterior. Eso nos ha permitido transitar con mucha mayor facilidad por los escenarios clásicos de la política exterior: en América Latina se han renovado las cumbres, no tenemos contenciosos pendientes y hemos jugado un papel muy importante en el proceso de paz de Colombia. En el norte de África, las relaciones se han mantenido muy cordiales con todos los países del Magreb. Y estamos en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. El balance es satisfactorio.
Usted era ministro cuando estalló la crisis de los refugiados. ¿Cree que la respuesta ha sido acertada?
La política de seguridad y defensa de la UE puede cobrar impulso sin Londres. Se deberá construir con prisas si EE UU se aísla”
Nunca se hará suficiente para atender a gente que padece un sufrimiento tan increíble como el de estas personas. Se ha buscado una solución para acabar con las mafias que trafican con seres humanos. Creo que el acuerdo de la UE y Turquía es razonable: ha bajado enormemente el número de desplazamientos en el Egeo. España es el cuarto país de Europa en grado de cumplimiento de los compromisos tanto en lo que se refiere a la reubicación como en reasentamiento. Y si no se ha avanzado más es, entre otras cosas, porque el procedimiento es muy lento.
Tras el brexit, Italia se ha tratado de colocar junto a Francia y Alemania al frente de los países que lideran la integración europea. ¿España debería estar en ese club?
Lo está intentando. No hemos asistido a algunas de las reuniones que se han celebrado en los últimos meses porque éramos un Gobierno en funciones. Pero había el compromiso de integrarse en ellas en cuanto hubiera nuevo Ejecutivo.
En su libro plantea medidas para que la UE afronte el envejecimiento de la población sin dejar de salvaguardar el Estado de Bienestar. ¿Es eso posible?
Vivimos una situación extraordinariamente delicada con la salida del Reino Unido de la UE y el auge de movimientos antieuropeístas. Hace falta más integración. No hemos avanzado en política de inmigración y asilo común, ni en política de seguridad y defensa. Y probablemente ahora lo tengamos que hacer a toda prisa si el presidente electo de EE UU cumple con su propósito de asumir menos responsabilidades fuera de su país. Aunque es verdad que poner en marcha una defensa común sería más sencillo ahora que Londres no está. Europa debe volver a ser social. Los ciudadanos de la UE deben sentirse orgullosos de serlo.
La mayoría de sus propuestas exigen integración en un momento en el que su ímpetu escasea.
Habría que dar un salto adelante para demostrar que el brexit no es el principio del fin del proceso de construcción europea. Hace falta una UE a varias velocidades para poder terminar la unión bancaria y perfeccionar la fiscal.
España tiene el compromiso de unirse a Francia y Alemania en el grupo de países que lideran la integración europea”
¿Cómo imagina las relaciones transatlánticas en la era Trump?
En primer lugar, el Secretario de Estado John Kerry ha dicho que estamos en el mejor momento de las relaciones entre España y EE UU, y eso no tiene por qué cambiar. En segundo lugar, todo dependerá de cuáles de las promesas electorales de Trump se hagan realidad. Algunas son imposibles, como gravar las relaciones comerciales con China o México, porque contradice la OMC. Habrá que ver también cómo se relaciona Trump con el Partido Republicano, que defiende la austeridad mientras que él propone aumentar la deuda pública bajando impuestos y aumentando el gasto en infraestructuras y Defensa. Lo preocupante del fenómeno Trump no es que haya ganado, sino que tanta gente le haya seguido. Su victoria, como el Brexit, es consecuencia de lo mismo. La primera gran crisis financiera de la globalización, la de 2008, ha despertado dos temores: el de perder el puesto de trabajo y nivel adquisitivo y el de que se diluyan las identidades culturales. Los populistas responsabilizan de ello a los inmigrantes y al establishment o casta. Para derrotarles, los partidos debemos velar por que los perdedores de la globalización vuelvan a sentirse partícipes del sistema.
La espina de la financiación autonómica
García-Margallo se muestra aparentemente cómodo con la decisión del presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, de no haberle propuesto que repitiese al frente de la cartera de Asuntos Exteriores y Cooperación. Le sustituye en el cargo Alfonso Dastis. “De la misma manera que no le pedí explicaciones sobre mi nombramiento, tampoco se las he pedido al no incluirme en su nuevo ejecutivo. Solo tengo claras tres cuestiones: la muerte, el pago de impuestos y que todo ministro en algún momento dejará de serlo”, zanja.
Tampoco esconde que, durante la pasada legislatura, discrepó de algunas de las decisiones que salieron de los Consejos de Ministros en los que participó. La vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, y el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, habrían defendido posturas sobre cómo actuar en Cataluña contrarias a su modo de ver la situación. La primera se mostró partidaria de judicializar el problema, solución que fue la que finalmente adoptó Rajoy.
“Creo que se deberían haber tomado una serie de medidas, entre ellas, una reforma en el sistema de financiación autonómica”, apunta el exministro. Esta idea fue rechazada de pleno por Montoro, que consideró que no era el momento de abrir ese melón.
“Claro que ha habido discrepancias en la manera de abordar las relaciones con Cataluña. Con los ministros que menciona y con algunos más. En un Gobierno, cada uno de los ministros está obligado a dar su opinión sobre los asuntos que se le plantean, máxime cuando se abordan cuestiones tan importantes como la de la cohesión territorial del país. Y cuando hay una decisión colegiada, o se acata o se marcha uno. En su momento planteé mis tesis, que no fueron coincidentes con la de otros ministros”, resuelve Margallo.
A la vista está que no dejó el Ejecutivo.
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