Una inversión exigente en fondos de pensiones
Conocer a grandes cifras qué disponibilidad de renta se tendrá tras abandonar el mercado de trabajo es una de las pequeñas obligaciones de toda persona cuidadosa con sus finanzas. En condiciones normales, dado que en España es obligatoria la afiliación a la Seguridad Social, todo hijo de vecino dispondrá de una pensión de jubilación, y en función de su cuantía, podrá calcular qué tipo de complemento precisa para satisfacer las necesidades esperadas. Pero ahora más que nunca, es muy complicado conocer qué renta proporcionará el sistema público de pensiones, porque nunca las finanzas de la Seguridad Social han tenido tanta incertidumbre como ahora. Una serie de circunstancias socioeconómicas, desde la avalancha de nuevos pensionistas que la demografía aportará en los próximos lustros hasta el cambio radical que está experimentando el mercado de trabajo, colocan las expectativas en una auténtica nebulosa. Lo único que es seguro es que cada cual dispondrá de una pensión pública, pero tiene pocas certezas sobre la cuantía de la misma.
Esa incertidumbre es precisamente una de las justificaciones de los actuales cotizantes para buscar una alternativa complementaria. Ahora, ocho millones de personas tienen ya un sistema privado para complementar su renta tras el retiro laboral, pero sigue habiendo un colectivo muy numeroso, no menos de diez millones de personas, que no lo han hecho. En teoría, la fórmula más sencilla de capitalizar una renta de futuro es, sencillamente, ahorrar. Y para hacerlo hay infinidad de fórmulas que no pasan necesariamente por la intermediación de la industria financiera. Pero es cierto que uno de los primeros motores de los fondos de pensiones es el atractivo fiscal que llevan aparejado, y que necesariamente exige de la mediación de tal industria. No hay en el mercado ningún producto con mejor tratamiento fiscal en el ahorro a largo plazo, teniendo en cuenta tanto la deducción inicial en la base imponible como el cargo fiscal al tipo marginal del partícipe en el momento del rescate. Por tanto, si se opta por esta fórmula de ahorro en la que ya hay capitalizados cerca de 100.000 millones de euros, los inversores deben tener presentes ciertos niveles de exigencia a sus gestores.
En primer lugar, poner una parte importante de ahorro en manos de un gestor profesional para inmovilizarlo durante una temporada muy larga (el trecho que falta hasta la jubilación) demanda una rentabilidad apreciable, que depende tanto de la capacidad de los gestores para identificar los activos adecuados como de su rotación y de las comisiones de gestión que imputen anualmente a los partícipes. El inversor debe conocer tales comisiones, que deben tener una relación directa con los retornos proporcionados, aunque estos solo puedan estimarse. En todo caso, las gestoras disponen de historiales de rentabilidad que deben ser analizados para cada tipo de producto antes de tomar una decisión de inversión a largo plazo. Además, cada inversor debe ajustar su edad y perfil de riesgo al fondo elegido a los activos en los que invierte. En condiciones normales, la intensidad de renta variable en la cartera del fondo debe ser directamente proporcional al número de años que restan para la jubilación, de tal manera que cuando tal acontecimiento se acerque en el calendario es conveniente concentrarse en la renta fija. Puede hacerse cambiando de fondo dentro de la misma gestora, o entre gestoras diferentes, pues no tiene coste hacer tal operación por parte de la industria ni de Hacienda.
La conquista de la rentabilidad exige un ejercicio constante de vigilancia del dinero. Debe conocerse el mercado de forma completa, sin limitarse al escaparate de productos que ofrecen los bancos, que utilizan su red de oficinas para capturar el ahorro de los particulares. Debe exigirse a los gestores siempre rentabilidades que superen nominalmente a la inflación como primera providencia, aunque se trate de productos monetarios o de renta fija que tienen retornos muy ajustados por los tipos cero en Europa; y deben demandarse retornos a ser posible por encima de la media y, por supuesto, por encima de lo que generen los índices de los activos que componen la cartera. Por mucho relato que utilice la industria para convencerle de que su alternativa es la mejor del mercado, recuerde que siempre hay una mejor.