La crisis de la zona euro golpea otra vez al núcleo duro
La crisis de la eurozona uelve a sacudir los cimientos de las grandes potencias económicas del continente (Alemania, Italia, Francia, Holanda...).
La crisis de la zona euro ha entrado en bucle. Tras golpear en 2008 al núcleo duro de la Unión (Alemania, Benelux...) y arrasar a partir de 2010 la periferia (Grecia, Irlanda, Portugal, España...) ahora vuelve a sacudir los cimientos de las grandes potencias económicas del continente (Alemania, Italia, Francia, Holanda...).
Los tambaleos de Deutsche Bank asustan a Alemania y por primera vez desde el comienzo de la crisis parece en peligro la triple A del país de Angela Merkel. El segundo gran banco alemán, Commerzbank, prepara casi 10.000 despidos. Y los rumores sobre un rescate bancario o la fusión de esos dos grandes bancos alemanes recuerdan peligrosamente al runrún que hace ocho años precedió la desaparición de Fortis, el gigante belgo-holandés que hasta entonces era uno de los mayores bancos de Europa, o a la cadena de medidas de emergencia que se sucedieron en varios países de la zona euro al comienzo de la interminable crisis.
Los problemas tampoco son menores en Italia, un país que vuelve a estar al borde del abismo financiero. El Gobierno de Matteo Renzi no ha logrado solventar el gigantesco problema de los préstamos dudosos o fallidos del sector financiero italiano (más de 330.000 millones de euros). Y la temida caída del Monte dei Paschi di Siena podría convertirse en la espoleta de una implosión mucho mayor, como ocurrió en España con la Caja de Castilla La Mancha. Y Roma ya reclama a Bruselas, por tercera vez en poco más de un año, mayor margen presupuestario (de más de 7.000 millones de euros) porque las cuentas públicas no cuadran.
Francia, la otra gran economía, se ha parado, según los datos de crecimiento del segundo trimestre, que apuntan a una caída del PIB por primera vez desde el primer trimestre de 2013.
Y las reestructuraciones y los despidos, sobre todo en el sector financiero, también agitan Holanda y Bélgica, con ING o Axa entre las empresas que han anunciado o estudian recortes.
La recaída de este núcleo duro de la economía europea no es tan grave como el batacazo que sufrió la zona euro en 2009. Pero sorprende a la mayoría de los países con las defensas mucho más bajas, sobre todo desde el punto de vista político.
En Alemania, la caída de popularidad de la gran coalición (entre populares y socialistas) alcanza tal nivel que ninguno de los dos grandes partidos (CDUy SPD) han elegido todavía a sus candidatos para las elecciones generales de septiembre de 2017.
Francia está casi igual de descabezada, con el Partido Socialista en desbandada (ante la dudosa reelección del presidente actual, François Hollande) y los conservadores divididos entre un puñado de posibles candidatos (Nicolas Sarkozy, entre ellos).
La misma incertidumbre política se cierne sobre Holanda o Italia. Y en casi toda la zona euro, la lentísima recuperación económica –con la inversión, el empleo y la riqueza todavía por debajo de los niveles previos a la crisis en varios países– ha provocado el hastío de la opinión pública, que empieza a achacar la mala coyuntura a los defectos de la moneda única.
El parón del núcleo duro puede agravar la situación de la periferia, donde Portugal y Grecia siguen sin recuperarse del todo. El FMI, en un informe publicado la semana pasada, prevé que Grecia mantenga una tasa de paro de dos dígitos hasta mediados del siglo XXIy da por imposibles los objetivos presupuestarios exigidos a Atenas a cambio del tercer rescate.
Incluso España, uno de los países donde el rebote económico ha sido más vigoroso, el PIB per cápita en términos de paridad de poder adquisitivo todavía se sitúa (con datos de 2015) ocho puntos por debajo de la media europea, mientras que en 2007 estaba tres puntos por encima. La economía española se contrajo un 9% entre 2008 y 2013 y en los últimos dos años solo ha recuperado la mitad de ese desplome.
Bruselas parece impotente ante estas nuevas amenazas. Y se limita a ofrecer mayor flexibilidad en las normas sobre déficit y a prolongar su tímido plan europeo de inversión (el plan Juncker) que, con el 40% de su objetivo cubierto (127.000 millones de euros de un total de 315.000 millones), ya se ha quedado claramente insuficiente. Poca defensa frente a una crisis bumerán que regresa con alarmante fuerza.